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Más drama y suspenso en los bancos centrales internacionales
Intrigan particularmente las interrogantes sobre quiénes serán los nuevos líderes de la Reserva Federal en 2022. ¿A quién nominará el presidente Joseph Biden para presidir la Fed cuando termine el mandato de Jerome Powell en febrero? ¿Tomará Biden el camino de menor resistencia, nominando nuevamente a Powell, u optará por quedar bien con el ala progresista de su partido, nominando al halcón en temas regulatorios, Lael Brainard? ¿Y qué pasará con las otras tres vacantes en el consejo directivo de la Fed? ¿Y qué significará todo esto para la economía y los mercados?
Ha habido tanto drama y tanto suspenso recientemente en bancos centrales internacionales que no me alcanzó el espacio en mi columna anterior para contárselo todo. Luego, aquí estoy de regreso con la segunda parte.
Pienso que Powell será el nominado de Biden y que, a pesar de que el partido demócrata tiene apenas 50 de 100 senadores, Biden logrará que Powell se confirme por una amplia mayoría. Recuerden que Powell es republicano y fue nombrado por Donald Trump. ¿Por qué veo a Powell en la presidencia otra vez?
Primero
Por tradición. Una de muchas normas que violó Trump fue la de renovar el mandato del presidente del banco central designado por su predecesor. La práctica promovía estabilidad y mandaba la señal de que el banco central era independiente. Su simbolismo era especialmente potente en épocas de alternancia en el poder.
Por ejemplo, el presidente demócrata Barack Obama respetó la tradición, renovando el mandato del banquero central republicano Ben Bernanke, quien había sido nominado por el republicano George W. Bush. La violación de la norma se dio cuando el presidente Trump rehusó apoyar a la demócrata Janet Yellen, nominada por Obama, y la sustituyó por el republicano Powell. Percibo a Biden ávido de restaurar las normas presidenciales.
Segundo
Por la influencia de Yellen. Ella resintió que se rompiera con la tradición. Pienso que también querrá restaurarla.
Tercero
Porque dudo que Biden quiera gastar tanto capital político para comprar tan poco beneficio. Es casi seguro que los republicanos, adversos a la regulación bancaria estricta, se opondrán férreamente a Brainard, la favorita del ala progresista y quien es tan dura para los temas regulatorios como la senadora Elizabeth Warren. Incluso, el voto en el Senado podría dividirse 50-50, obligando a la vicepresidente Kamala Harris a emitir el voto que rompa el empate. ¿Para qué entrar en esa guerra?
¿Para ganar puntos con la izquierda? No valdría la pena. De todas formas, si bien los progresistas critican duramente a Powell por haber ablandado la regulación, no han dicho que no votarían por confirmarlo.
Cuarto
Porque Biden puede fácilmente apaciguar a la izquierda nombrando a Brainard como vicepresidente de supervisión bancaria en sustitución del saliente Randal Quarles y, para las otras dos vacantes a otras dos favoritas de los progresistas: la profesora de economía de Michigan State University, Lisa Cook, y la otrora subsecretaria del Tesoro, Sarah Bloom Raskin.
Claro, puedo estar equivocada y puede quedar como presidente de la Fed Brainard. ¿Importaría mucho? Para el mediano plazo, yo digo que no. Si bien las posturas de Brainard en materia de supervisión son más duras que las de Powell, en materia de política monetaria las posturas de uno y otro coinciden casi a la perfección. Por supuesto, en el corto plazo su nominación sí podría provocar un amargo debate y una votación estrecha en el Senado, así como un breve episodio de turbulencia en el mercado.
Crucemos el Océano Atlántico, ahora a Europa
Durante 18 meses el Banco Central Europeo (BCE) nos tuvo a la expectativa en lo que preparaba su nueva estrategia. Y de repente llega julio y, antes de lo esperado, la devela. En la nueva estrategia del BCE, el objetivo de inflación cambia de “inferior, aunque próximo al 2%” a simplemente 2 por ciento. Qué alivio.
El documento de la estrategia también estipula que se trata de una meta simétrica, reaccionarán con la misma energía a desviaciones a la baja de 2% que a las desviaciones positivas. Incluso, en momentos de tasa cero como hoy, dice el documento, puede que decidan tolerar brevemente tasas de inflación moderadamente superiores a la tasa objetivo.
Esa apertura a ocasionalmente tolerar episodios transitorios de inflación arriba de 2% podrá sonar radical, pero de hecho es una postura más conservadora que las estrategias anunciadas por el Banco de Japón en 2016 y la Fed en 2020. Al igual que el BCE, estos dos bancos centrales establecieron una tasa objetivo de 2%, pero en el caso de ellos, su tasa objetivo no es puntual sino una tasa promedio a lo largo de varios años. Esto significa que, en Japón y Estados Unidos, se compensará por años en los que se observan ritmos de inflación más anémicos que 2% al tolerar algunos años con ritmos de inflación más vigorosos que 2 por ciento.
A mi juicio, esta sutil diferencia significa que el BCE, a pesar de su nueva estrategia, seguirá dirigiendo su política monetaria con un sesgo ligeramente más restrictivo que el Banco de Japón y la Fed.
*El autor es president and Head of Asset Allocation at TransEconomics.