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World de Sam Altman: privacidad y seguridad en el centro del debate global

Damien Kieran, director de Privacidad de World, dijo que el mayor reto no es la privacidad, sino explicar la compleja tecnología detrás del uso de datos biométricos a reguladores y usuarios.

El Orbe es el dispositivo mediante el cual Tools for Humanity verifica la identidad de los usuarios que quieren integrarse a la red de World a través de un escaneo del iris. Foto EE: Rodrigo Riquelme

El Orbe es el dispositivo mediante el cual Tools for Humanity verifica la identidad de los usuarios que quieren integrarse a la red de World a través de un escaneo del iris. Foto EE: Rodrigo Riquelme

San Francisco, Cal. World (antes Worldcoin) se ha convertido en uno de los proyectos más ambiciosos y controversiales del momento. A través de su sistema World ID, una red global de identidad digital respaldada por criptomonedas, busca redefinir la forma en que verificamos nuestra identidad en línea. Sin embargo, detrás de sus promesas, surgen preguntas sobre la seguridad y la privacidad de los usuarios.

Para entender más sobre estos retos, El Economista conversó con dos figuras clave dentro del proyecto: Adrian Ludwig, director de Seguridad de la Información, y Damien Kieran, director de Privacidad de Tools for Humanity, la empresa detrás del desarrollo de World, fundada por Sam Altman y Alex Blania.

"Construimos un protocolo, no solo un producto"

Adrian Ludwig, quien se unió al equipo en enero de este año, aborda las preocupaciones sobre la seguridad de los datos con una visión que refleja tanto el potencial como los riesgos que conlleva un proyecto como World. En sus propias palabras, su objetivo ha sido crear una tecnología robusta que anticipe amenazas tanto internas como externas.

“Me quedó claro que el equipo que estaba construyendo el Orbe y el protocolo había pensado en cómo integrar la criptografía, simplemente para evitar cómo tomamos decisiones de riesgo, mucho más de lo que hacen la mayoría de las demás organizaciones”, comenta Ludwig.

Esta referencia al Orbe no es menor: este dispositivo es clave en la recolección de datos biométricos de los usuarios, capturando una imagen del iris que luego se transforma en una identificación digital.

Sin embargo, Ludwig subraya una diferencia fundamental entre World y otros proyectos tecnológicos: “Sabemos que estamos construyendo un protocolo. Sabemos que lo que estamos construyendo es algo que será usado por muchas otras partes. A menudo, si estás construyendo para una empresa, piensas en cuál es el modelo de riesgo para esa empresa. Si estás construyendo un protocolo, todos los que lo usan tienen un modelo de riesgo diferente”.

Esto implica que World, al ser una infraestructura abierta y descentralizada, debe abordar una diversidad de modelos de confianza y riesgos, lo que añade un nivel de complejidad significativo.

Ludwig explica que su enfoque está en "hacer visibles todos los riesgos, todas las amenazas, para que los usuarios del protocolo puedan decidir por sí mismos cuál es su apetito de riesgo”. Es decir, cada usuario u organización que adopte World puede evaluar cómo quiere interactuar con el sistema, entendiendo los posibles riesgos.

La amenaza cuántica

Uno de los temas más urgentes en el ámbito de la criptografía es el impacto potencial de la computación cuántica, una tecnología emergente que promete revolucionar los sistemas de cifrado actuales.

Recientemente, se dio a conocer que investigadores chinos habían logrado romper el cifrado RSA utilizando computación cuántica, lo que generó preocupación en diversas industrias. Ludwig reconoce la seriedad de esta amenaza para proyectos como Worldcoin.

“Definitivamente es algo en lo que estamos pensando”, afirma Ludwig. “Cuando seleccionamos algoritmos criptográficos, consideramos si los casos de uso serán lo suficientemente duraderos como para que la defensa contra la criptografía cuántica sea necesaria. No sé si será en tres años, cinco años, diez años, veinte años; creo que es muy probable que sea un problema, y tal vez antes”.

Esta previsión no es casual. Ludwig revela que partes cruciales de la infraestructura de World, como el uso del Cómputo Multipartito Anonimizado (AMPC), ya han sido diseñadas para resistir ataques cuánticos.

AMPC permite que los datos se dividan en múltiples ubicaciones, utilizando claves y algoritmos que se descartan inmediatamente después, lo que, según él, haría imposible que un ataque cuántico comprometiera la seguridad de los usuarios.

Aunque reconoce que el desafío es enorme, Ludwig muestra confianza en la preparación técnica de Worldcoin: “No quiero decir que sea un problema resuelto, porque eso suena demasiado simple, pero no es algo de lo que tengamos que preocuparnos. No porque no nos preocupe, sino porque el enfoque que hemos tomado lo hace imposible”.

Transparencia ante los reguladores

En cuanto a las investigaciones y preocupaciones regulatorias, tanto Ludwig como Damien Kieran destacan la importancia de la transparencia.

Para muchos, la naturaleza de los datos biométricos utilizados en World ha generado inquietudes, particularmente en México, donde el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) inició una investigación.

Kieran, quien ha estado al frente de las conversaciones con reguladores a nivel mundial, describe su experiencia al explicar el funcionamiento del sistema a las autoridades.

"Las preguntas siempre son las mismas, no son diferentes a las de un usuario o consumidor: ¿Qué es esto? ¿Qué está haciendo? ¿Cómo funciona?", explica Kieran. Para él, la principal preocupación de los reguladores radica en la falta de familiaridad con las tecnologías avanzadas que emplea World.

"Creo que mucho de eso proviene de que la mayoría de la gente está muy nerviosa cuando comienzas a usar datos biométricos", dijo.

En su opinión, el mayor reto no está en el concepto de privacidad en sí, sino en la dificultad de explicar cómo funciona la tecnología de Worldcoin.

“El mayor desafío no es realmente la privacidad en sí misma, es simplemente explicar cómo funciona”, confiesa Kieran.

Este esfuerzo de comunicación técnica es vital, pues involucra la explicación de complejos sistemas de seguridad como el MPC y otros mecanismos que protegen los datos biométricos.

Ludwig también destaca que la percepción negativa que a veces rodea a las investigaciones regulatorias no siempre refleja problemas en el proyecto.

"Cuando escuchas sobre una investigación, a menudo se asocia con la idea de que has hecho algo mal. La realidad es que la forma en que las agencias regulatorias descubren lo que estás haciendo es mediante una investigación. No es una indicación de que estemos haciendo algo mal; es una indicación de que el gobierno no sabe y quiere aprender más", dijo.

Seguridad y confianza

Tanto Adrian Ludwig como Damien Kieran coinciden en que el éxito de World no solo dependerá de la solidez técnica de su sistema, sino de su capacidad para ganarse la confianza de usuarios y reguladores por igual.

“En todas las conversaciones hasta ahora, nos han hecho una serie de preguntas. Algunas de ellas se basan en suposiciones donde no tenían acceso a la información sobre lo que estamos construyendo, cómo funciona, qué estamos intentando resolver y por qué”, señala Ludwig.

Ambos ejecutivos consideran que el enfoque riguroso y proactivo que ha tomado World en materia de privacidad y seguridad excede los estándares actuales. Sin embargo, reconocen que el verdadero reto radica en comunicar de manera clara y transparente cómo funciona este complejo sistema, tanto a los reguladores como al público en general.

El desafío no es menor, y mientras la tecnología blockchain continúa evolucionando, proyectos como Worldcoin estarán bajo el escrutinio de autoridades, expertos en seguridad y defensores de la privacidad. La promesa de una identidad digital universal es poderosa, pero solo será viable si puede asegurar la protección de los datos más sensibles de los usuarios. Como Kieran afirma: “Estamos convencidos de que lo que hemos hecho en seguridad y privacidad supera con creces lo que cualquier otro ha hecho”.

rodrigo.riquelme@eleconomista.mx

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