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El toque de queda que impone el narco

Los municipios de Michoacán tienen sus calles vacías porque La Familia prohíbe estar en la calle después de las 10 de la noche.

El aullido de los perros, el lamento del viento, típico de la temporada invernal y las campanadas de la parroquia anuncian el toque de queda. Son los únicos sonidos en las semidesiertas calles de algunos poblados y municipios del antes concurrido y alegre estado purépecha.

Son las 10 de la noche. El ambiente en Tacátzcuaro, Michoacán, es denso, solitario y lleno de zozobra. Sólo alguno que otro ingenuo o rebelde a las órdenes de la llamada Familia Michoacana se atreve a transitar a deshoras.

No es un toque de queda del gobierno, lo impuso este grupo criminal y es sabido por las autoridades locales, los policías -presurosos- invitan a los lugareños y visitantes de este poblado colindante con Jalisco a encerrarse en sus casas para evitar algún tipo de incidente porque ya vienen los de La Familia a realizar su rondín.

María tiene 60 años y ve llena de asombro a varios presuntos integrantes de este cártel, quienes montados en un Mustang amarillo y la suburban azul realizan rondines todos los días en cuanto el sol empieza a ponerse. La mujer se sienta y se balancea en la mecedora, regalo de uno de sus cuatro hermanos secuestrados hace tres años y aún

desaparecidos. Suspira y recuerda lo que llama las acertadas palabras que su abuela que le decía: Ya no veré lo que mis hijos verán y ellos no verán lo que sus hijos . Ahora entiendo sus palabras, dice María, mi abuela no vio la violencia ni la inseguridad que estamos viviendo en estos momentos.

Unas calles más arriba vive Alberto, un joven reventado. Le gusta el baile, los corridos y el tequila; sin embargo, ya no puede darse el lujo de permanecer fuera de casa después de las 10 de la noche, si no quiere tener problemas con los narcotraficantes.

Eran las 2 de la mañana, estaba con unos amigos en la plaza del pueblo y se acercaron unos tipos y nos dijeron que nos metiéramos que ya no era hora para andar en la calle. Yo me rebelé y me golpearon, van dos veces que lo hacen. ¡Qué derecho tienen! , reclama.

José es primo de Alberto y fue uno de los contados migrantes que regresó a su tierra purépecha para festejar la Navidad y el Año Nuevo. Reconoce que le impresionó la presencia de militares.

Los retenes y las revisiones son más frecuentes; sin embargo, algunas personas que habitan en Los Reyes, Michoacán, comentan que los llamados punteros (jóvenes que dan el pitazo a los miembros del cártel) avisan a los narcotraficantes de cada uno de los movimientos de las fuerzas castrenses y tienen amenazados a los lugareños para que no tengan contacto con ellos, de lo contrario tendrán que asumir las consecuencias.

En este poblado las reglas las pone el crimen organizado. Esto es lo que, a decir de Pablo Monzalvo, titular del Diplomado en Seguridad Pública de la Universidad Iberoamericana, es un Estado límite.

El especialista considera que aún el país no se encuentra en Estado fallido; sin embargo, varias entidades, incluido Michoacán, están en ese Estado límite y de persistir se llegará al Estado fallido, alerta. El Estado perdió mucho terrero ante el crimen organizado y, aunque no llegamos al Estado fallido, varias entidades ya están en lo que se conoce como Estado límite y de continuar así, sí estaremos en Estado fallido o de excepción. Para evitarlo, hay que terminar con la corrupción y la ineptitud en varios ámbitos del gobierno , recomienda.

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