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Brenda Lozano y la bruja como emblema feminista
Si algo de símil tiene la literatura femenina es que renuncia al narrador en control de todo, propone la autora a propósito de su nueva novela.
Zoé es una periodista urbana que siente una irrenunciable necesidad de trasladarse hasta el pueblo de San Felipe para investigar el caso del asesinato de Paloma. Ahí conoce a Feliciana, una célebre curandera cuya vida pareciera que ya venía trenzada con la suya y quien aprendió de Paloma todo lo que sabe sobre la sanación. Lo aprendió cuando Paloma era Gaspar, quien un día decidió renunciar a la sanación para asumirse como muxe y abocarse a la vida nocturna y los hombres, y, con ello, a su condena.
Lo que detona el encuentro entre Zoé y Feliciana, cada una desde su lengua originaria, en un relato desde las primeras personas, es el entramado de Brujas (Alfaguara, 2020), la más reciente novela de Brenda Lozano, que se disuelve entre las manos por la fluidez de un relato que hurga con habilidad en la melancolía de una familia de mujeres en la vida urbana y en el campo, y afronta a las violencias de los hombres desde el discurso y el cuerpo.
“Con Feliciana quería una mujer muy poderosa pero no con un poder desde el dinero, porque es un poder muy problemático. Quería desplazarlo. Quería que fuera una mujer poderosa con la palabra y con la curación. En el caso de la periodista (Zoé), quería mostrar cómo se van espejeando una a la otra desde los dos extremos: una vida urbana y una más rural. Eso me permitía hacer las preguntas desde dos lugares al mismo tiempo: cómo son las maternidades o cómo se vive un abuso sexual en el campo y en la ciudad”, explica Lozano en entrevista para este medio.
La autora fabricó un epítome de detonaciones emocionales palpables, inmediatas y familiares por los infortunios y las tormentas de sus mujeres cuyos pasados desembocan en ese punto en el que el libro comienza y termina de escribirse y, una vez cerrado, parece un remiendo de la vida misma, de mujeres asediadas por los cánones de género, que saben que nacieron con algo de brujas para defenderse.
“La caricatura de la bruja, así como la de Blancanieves, es una mujer que, primero que nada, es vieja, no es deseable; es una mujer que no participa de un sistema económico y no necesita una pareja, es una mujer independiente. En términos esenciales, la idea de la bruja es una idea muy feminista que pide no sexualizar, no cosificar, no participar de un sistema económico que lleva a violencias en contra de las mujeres. Eso me interesaba explorar”, explica.
Y es que, agrega, el canon literario se ha establecido predominantemente por hombres, con su propia visión y las consecuencias que eso implica. En ese sentido, razona que la imposición del heteropatriarcado no fue ajena al arte del relato.
“Creo que el lenguaje es política y que desde ahí se puede cambiar la narrativa. Si estamos en una sociedad con altísimos niveles de impunidad, el espacio de la democracia debe de estar en manos de la palabra. En un sistema impune, en un Estado que ignora los feminicidios, si la palabra que surge desde las calles no tiene fuerza, entonces, no sé qué más puede servir”, afirma.
Su novela está escrita desde lo femenino y apela a lo femenino. Es una obra que, a pesar de impresa, se deja mover por la cadencia de la oralidad. Es una invitación para los lectores de cualquier género a desadherirse de los roles y a renunciar al narrador masculino omnipresente, creado por el autor en control de todo.
“Creo que la literatura escrita por mujeres definitivamente hoy tiene un lugar importantísimo. Y aunque no hay una figura unificada de la literatura femenina, porque, ¿qué es lo femenino?, los libros escritos por mujeres sí tienen algo en común: retomando a Vivian Abenshushan, tienen que ver más con la literatura de la escucha, libros que son escritos desde la oralidad, desde diversos puntos de vista, de citar y dar espacio a otras voces; no tienden a ser perspectivas que lo abarcan todo y tienen la última palabra”.
Brenda Lozano
Ciudad de México, 1981. Es narradora, ensayista y editora. Estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana en México. Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores Fonca. Con tres novelas publicadas. Todo nada (Tusquets, 2009), Cuaderno ideal (Alfaguara, 2014) y Brujas, así como el libro de cuentos Cómo piensan las piedras (2017), fue considerada por el Hay Festival y el Consejo Británico como una de las escritoras menores de 40 años más importantes de México y por el encuentro Bogotá 39 dentro de la lista de los mejores escritores de ficción menores de 40 años en América Latina.