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Arte e Ideas

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Deslumbrante actuación de Philippe Quint

Con un violín Stradivarius de 1708, Philippe Quint ofreció una de las mejores interpretaciones que hemos oído del Octeto de cuerdas en mi bemol mayor Op. 20 de Felix Mendelssohn (1809-1847).

Con un violín Stradivarius de 1708, Philippe Quint ofreció una de las mejores interpretaciones que hemos oído del Octeto de cuerdas en mi bemol mayor Op. 20 de Felix Mendelssohn (1809-1847); deslumbrante, conmovedora, impecable fue la actuación de este músico la noche del sábado 12 de mayo en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso (UNAM), en el marco del Festival de México Centro Histórico.

Las casi 300 personas que se congregaron para ver a este virtuoso del violín -que naciera en San Petersburgo y que emigrara a Estados Unidos en 1991- estaban como hipnotizadas, con el corazón apenas contenido en el pecho por la brillante interpretación de Quint, quien parecía no tocar el piso sino levitar al acometer las cuerdas de su precioso instrumento. Con el público puesto de pie y aplaudiendo emocionado, los ocho jóvenes que interpretaron el concierto de Mendelssohn salieron a agradecer varias veces y ofrecieron un encore.

En esta pieza participaron, aparte de Philippe Quint como primer violín, Shari Mason (mexicana, del Distrito Federal), segundo violín; Paul Huang, tercer violín; Joanna Lemiszka, cuarto violín; Milena Pajaro-van de Stadt, primera viola; Max Mandel, segunda viola; Sara Sant’Ambrogio, primer violonchelo, y el oaxaqueño César Martínez Bourguet, segundo violonchelo.

Éste fue, digamos, el grupo básico que participó en la interpretación de las demás piezas del programa; todos ellos también jóvenes virtuosos.

Y es que el Octeto de cuerdas de Mendelssohn demanda una sólida técnica interpretativa, una velocidad endemoniada -sobre todo en la ejecución del último movimiento, Presto- y una enloquecida pasión por la música. Porque Philippe toca como si tuviera pacto con el diablo, a tal grado que al finalizar el concierto sus propios compañeros músicos le felicitaron con palmadas cariñosas en la espalda.

En su nueva tierra, Estados Unidos, Quint obtuvo los títulos de Bachelor y Master en la Escuela Juilliard, de la que se graduó en 1998. Entre los profesores distinguidos con los que ha tomado clases están: Dorothy Delay, Cho-Liang Lin, Masao Kawasaki y Felix Galimir. También ha estudiado y participado en las renombradas clases de Isaac Stern, Itzhak Perlman y Arnold Steinhardt. Desde sus días de estudiante ha ganado muchísimos premios en las competencias: Juilliard (1998), la Internacional de Violín Pablo de Sarasate (España, 1997), aquí también recibió el Premio Especial de la Audiencia, y el Salón de Virtuosi (1997). A partir de 1996 ha sido apoyado por la Clarisse B. Kampel Foundation y desde el 2002 por la Bagby Foundation.

Philippe Quint toca -aparte del Stradivarius- un violín de Paolo Maggini que data del siglo XVII, generosamente prestado por la Machold Rare Violins, de la ciudad de Nueva York. Ha sido frecuentemente elogiado por su repertorio de Mozart, Beethoven y Brahms.

La noche del sábado, la pieza de Mendelssohn fue la última obra del Cuarto Programa, pero antes los músicos participantes interpretaron el Quinteto de cuerdas en do mayor Op. 29 de Ludwig van Beethoven.

Pero si Mendelssohn y Quint nos habían puesto en el delirio, la otra parte de este festín de cámara (música para músicos, diría Sergio Vela en el programa de mano) que incluyó la ejecución del Cuarteto de cuerdas núm. 3 de Silvestre Revueltas -uno de los mejores músicos que ha dado este país- nos dejó altamente impresionados por el buen manejo que hace el grupo de una partitura complicadísima y por lo acertado y preciso de -otra vez- la participación de Philippe Quint.

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