Lectura 5:00 min
Dígame cuántas instalaciones deportivas tiene su barrio y le diré su riesgo de contraer diabetes
La diabetes es una de las enfermedades más prevalentes en nuestras sociedades y el aumento en España ha sido dramático en los últimos años: en 2021 se convirtió en el segundo país con mayor prevalencia (ajustada por edad) de Europa. Ante ese panorama, el ejercicio físico y la disponibilidad de espacios que lo faciliten pueden convertirse en poderosas herramientas en la lucha contra esta epidemia.
El 90 % de todos los casos de diabetes son de tipo 2, una variante asociada con la obesidad. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud, esta enfermedad causa dos millones de fallecimientos al año en el mundo, lo que la sitúa entre las principales causas de muerte a nivel global.
Estas muertes suelen ser causadas por algunas de las complicaciones asociadas a la diabetes. Estas pueden ser macrovasculares (como el infarto de miocardio o el ictus) o microvasculares (tales como la retinopatía, la enfermedad renal crónica o la enfermedad vascular periférica). Además, esta enfermedad genera un impacto económico para el sistema sanitario español de 5 809 millones de euros al año.
Todo ello hace que reducir el riesgo de padecer diabetes, así como mejorar su control, sea un desafío clave para la salud pública española, europea y global.
La importancia de la actividad física
Ante este reto emerge la actividad física, una estrategia clave para reducir el riesgo de diabetes de la población y mejorar el control de la enfermedad.
Cualquier tipo de actividad física genera beneficios en salud (siempre que no sea lesiva), pero no todos actúan de la misma manera en la salud metabólica de las personas.
Las actividades físicas de intensidad moderada o vigorosa son clave para mejorar la salud de las personas, especialmente en aquellos parámetros relacionados con la diabetes. Además, la ciencia lleva tiempo indicándonos que el ejercicio físico supervisado es el más eficiente para la mejora de la salud, consiguiendo, además, disminuir el abandono de la práctica de actividad física.
Por ello, para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares de la población, es esencial centrar el foco en aquellos recursos que puede aportar la ciudad para este tipo de programas de ejercicio. Conocer la distribución de las instalaciones deportivas en los entornos urbanos es un primer paso necesario.
En un estudio anterior mostramos que existía una estrecha relación entre la existencia de estas instalaciones y la riqueza de los barrios: en otras palabras, si vive en un barrio de Madrid con menor nivel socioeconómico, tendrá una menor cantidad de instalaciones de ejercicio en su entorno.
Sin embargo, nos quedaba responder a otra pregunta, ¿impacta esto en el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con la diabetes?
Spoiler: impacta. Mucho.
Las instalaciones deportivas marcan una diferencia injusta
En un estudio de 2022 encontramos que los barrios con menor disponibilidad de instalaciones deportivas tienen una prevalencia un 22 % mayor de obesidad y un 38 % mayor de diabetes tipo 2 que quienes viven con una mejor disponibilidad de estos espacios deportivos.
En este 2023 lo contrastamos, en términos de incidencia y sumándole las complicaciones anteriormente mencionadas. Los resultados mostraron que vivir en barrios con menos instalaciones deportivas incrementa en un 25 % el riesgo de contraer diabetes tipo 2, en un 9 % el riesgo de desarrollar complicaciones macrovasculares y hasta un 10 % en el caso de las microvasculares, comparado con quienes viven con una alta disponibilidad de espacios para el ejercicio físico.
Esto revela que la distribución injusta de instalaciones deportivas en Madrid tiene como consecuencia una distribución igualmente injusta del riesgo de padecer estas enfermedades.
Un eje de desigualdad que afecta a nuestra salud
Encontramos otro resultado muy importante: la falta de instalaciones deportivas no afecta por igual a ricos y pobres.
De toda la población de Madrid que vivía en áreas con poca disponibilidad de instalaciones deportivas, aquellas con menor nivel socioeconómico tenían una mayor prevalencia de obesidad (13 %) y diabetes (17 %), y un riesgo mayor de contraer diabetes (22 %) o desarrollar complicaciones microvasculares (12 %). Esto en comparación con quienes, teniendo pocas instalaciones deportivas, vivían en áreas de alto nivel socioeconómico.
Esto nos muestra que existe un eje de desigualdad que atraviesa las ciudades. Esta diferencia entre barrios de bajo y alto nivel socioeconómico seguramente se deba a dos razones:
1) Las personas que viven en áreas más pobres tienen un estado de salud de partida peor, lo que les hace más vulnerables a la falta de instalaciones.
2) Quienes tienen un mayor nivel socioeconómico tienen una mayor capacidad de suplir la falta de instalaciones deportivas con otro tipo de servicios deportivos.
Tener una vida activa no es una decisión individual
Las condiciones de vida determinan (y mucho) el disfrute de las instalaciones.
Si su nivel socioeconómico es mayor, podrá adaptarse al precio y horarios de las pocas instalaciones que tenga en su entorno. Si su vida es ocupada principalmente por su trabajo o sus necesidades familiares, la poca disponibilidad de instalaciones hará más complicado que pueda usarlas. Esto es debido a que la baja disponibilidad de instalaciones deportivas se traduce en una peor oferta de precios, de programas deportivos y de horarios.
Es relevante entender que el deporte no es mero ocio o entretenimiento. Es falso que su práctica dependa exclusivamente de la voluntad de las personas.
Durante las últimas décadas, estudios como los nuestros demuestran que las condiciones materiales de vida de las personas condicionan sus niveles de actividad física. Estas evidencias ponen el foco en la urgente necesidad de que nuestros gobiernos consideren las políticas deportivas como un elemento estructural de las medidas que construyen nuestro estado del bienestar.
Para ello, es necesario abordar con valentía la construcción de un sistema público y universal de actividad física que permita que el deporte sea, como lo es la sanidad y la educación, un nuevo derecho universal de la ciudadanía.
Luis Cereijo Tejedor, Research scientist, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.