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El cine como constructor del México imaginario oficial
Tanto el séptimo arte como la fotografía y el poder tuvieron una relación dialéctica inducida, declara el historiador Ricardo Pérez Montfort. Opina que la llamada ‘Época de Oro’ fue una oportunidad de negocio para las élites en posesión de la industria cinematográfica de mediados del siglo XX, más que una cantera de talentos.
El trabajo fílmico del realizador mexicano Ismael Rodríguez (Ciudad de México 1917 – 2004) es tan amado como repelido por dos extremos cuantiosos de la sociedad mexicana. Quizás es lo primero. Después de todo, fue timón de cintas con luminarias como Pedro Infante, María Félix, Jorge Negrete o Dolores del Río, como Los tres García (1946), Nosotros los pobres (1947), Dos tipos de cuidado (1953), Tizoc (1956) o las cintas que engrosaron el mito de Pancho Villa (Doroteo Arango), también en los años 50.
Concedamos que Ismael Rodríguez fue uno de los consolidadores de la llamada Época de Oro del cine mexicano, y resultará innegable que su filmografía es una de las partes más visibles de la maquinaria de construcción de héroes y mitos, la consolidación del nacionalismo del siglo XX a partir de la reivindicación –conveniente para las cúpulas– de la Revolución mexicana.
Por esto, vale la pena preguntar si lo de Rodríguez fue un acierto para fraguar un tejido de lo mexicano o una procaz herramienta de perpetuación del aparato político y las cúpulas de poder a través del entonces más efectivo medio de entretenimiento.
Con una baraja de ocho ensayos vertidos en el novísimo libro Disparos, plata y celuloide. Historia, cine y fotografía en México 1846-1982 (Debate, 2023), el historiador Ricardo Pérez Montfort escudriña en la historia del audiovisual en nuestro país de 1846, con la llegada de la fotografía, a 1982, con el infausto incendio de la Cineteca Nacional.
El autor dedica uno de esos capítulos a la bonanza fílmica y política de la década de mitad de siglo. Pero también indaga, de manera estrictamente documental, sobre la representación de los campesinos en los primeros años del cine mexicano, la mirada estadounidense sobre nuestro país, al estilo del México bárbaro del autor John Kenneth Turner; después argumenta sobre el hispanismo conservador que predominó en la industria durante los años 50.
Una relación dialéctica de conveniencia
“Con este libro intenté mostrar una relación compleja entre los fenómenos históricos y el mundo de la fotografía y el cine”, dice Pérez Montfort en entrevista, “porque la historia genera en buena medida los contextos en los cuales se desarrollan las técnicas artísticas, pero la propia fotografía y el cine influyen también en la construcción de referentes identitarios nacionales y regionales”.
Como el dilema del huevo o la gallina, se le pregunta si considera que el cine afianzó al priismo o fue este el que terminó por consolidar la industria con la idea exótica del México de la gran pantalla.
“El cine y la fotografía son obra de personas concretas, de gente que pertenece a cierta clase que determina su mirada. Entonces, por un lado, diría que el PRI, desde luego, favoreció la mitologización de muchos elementos de la historia de este país. Y los productores, cineastas y fotógrafos se asociaron con el PRI y esa mitología se nutrió de la oficialización de la historia. Me atrevería a decir que ambas partes tuvieron una relación dialéctica y, en determinado momento, incluso inducida.
“No hay que olvidar que, el cine de los años 40 y 50 fue producido por un grupo muy pequeño de individuos. Fueron cinco o seis familias las que prácticamente controlaron la hechura del cine nacional. Y esas familias pertenecían a una élite asociada con el poder. Fueron generalmente hombres de negocios sin conciencia del daño que le produjeron al pensamiento colectivo. Lo que les interesaba era hacer dinero, por eso se llamó Época de Oro, desde mi punto de vista, no tanto por el talento”.
Un japonés como mixteco
A través de los aparatos de censura del Estado, explica Pérez Montfort, “se manipuló la realidad para que la crudeza de este país no necesariamente apareciera en el cine, a pesar de que la intención era esa. A la gente de poder y a los cineastas les interesaba mostrar mucho más lo pintoresco, lo folclórico, lo juguetón; un poco la dicotomía entre la ciudad y el campo”.
De ahí el éxito que tuvo Ismael Rodríguez, opina, con personajes y situaciones “inverosímiles” en cintas como La cucaracha (1959), protagonizada por María Félix, Emilio Fernández y Dolores del Río, o el Pancho Villa encarnado por Pedro Armendáriz.
“Porque ahí hubo una intención de mostrar y vender un país que, en afán de mostrar lo exótico, llegó a aberraciones tales como invitar al actor japonés Toshirō Mifune para hacer de indio mixteco. Y eso me parece una falta de respeto a la inteligencia de las comunidades indígenas”.
A esto añade la mitologización desde los medios hacia las figuras que aparecieron en las películas de Rodríguez, “pero, en general, eran producciones muy mediocres”, concluye.
Ricardo Pérez Montfort escudriña en su nuevo libro los claroscuros de la época dorada del cine nacional, que construyó un mito folclórico y exótico de país. foto: cortesia
¿Quién es Ricardo Pérez Montfort?
Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y maestro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y estadounidenses, entre las que destacan la Universidad Libre de Berlín, la Universidad de Cantabria y la Universidad de Columbia. Con Debate ha publicado los tres tomos del libro “Lázaro Cárdenas” y junto con Ana Paula de Teresa ha coordinado los dos tomos del libro “Cultura en venta”.
Disparos, plata y celuloide. Historia, cine y fotografía en México 1846-1982
Autor:
Ricardo Pérez Montfort
Edita:
Debate
Año:
2023
Páginas:
290
Precio impreso:
349 pesos
Digital:
249 pesos
Audiolibro:
329 pesos
Próxima presentación del libro:
Cineteca Nacional
3 de mayo
Presentan: Alejandro Pelayo y Carlos Assad