El dilema no es el albedrío de las IA’s, sino la ética humana: Liam Young

En un mundo hiperconectado y automatizado, ¿está comprometida nuestra privacidad? Los seres humanos no tenemos la única y absoluta manera de asimilar el mundo: ¿cómo lo asimilan las máquinas tecnológicas y de qué manera nos observan? Y, más vale hacer la pregunta cuantas veces sea necesario, ¿debemos temer al albedrío de las inteligencias artificiales y su desarrollo acelerado? Sincerémonos, ¿verdaderamente estamos dispuestos a revertir el daño climático?

Liam Young es un cineasta, arquitecto y diseñador australiano que ha dedicado su trabajo a la interacción y exploración de posibilidades de los dispositivos tecnológicos automatizados. Es un artista especulativo, es decir ése que camina por los linderos entre la ciencia ficción y las alternativas fácticas del mañana. La BBC lo ha descrito como “el hombre que diseña nuestro futuro”.

Pero Young asegura que su trabajo no se trata de predecir el futuro sino de analizar las posibilidades que tenemos para tomar decisiones sobre el presente.

El aludido viajará a la Ciudad de México la próxima semana para presentar su primera exposición en solitario en el país, “Liam Young. Construir mundos”, en el Ex Teresa Arte Actual del 27 de julio al 15 de octubre. Serán seis los videos que el australiano presente en nuestro país después de presentarlos, con el mecenazgo de la Fundación Telefónica Movistar, en Madrid en 2022 y en Lima durante la primera mitad del año. En ella ofrecerá alternativas a las preguntas arriba planteadas.

El mundo según el observador

“Los medios con los que trabajo me permiten crear mundos imaginarios, como lo hace cualquier pintor o escultor. En los seis trabajos que voy a presentar hay una especulación sobre cómo ciertas tecnologías emergentes van a redefinir la manera en la que luce el mundo”, explica Liam Young en entrevista a distancia.

Uno de esos trabajos es el cortometraje “Where the city can’t see” (Donde la ciudad no puede ver, 2019). Se filmó de principio a fin con cámaras que registran la realidad como lo hacen los escáneres láser: a través de nubes de puntos que van rebotando sobre las superficies y generan un mapeo extraordinariamente preciso sobre el entorno.

En esta ficción, Young relata la historia de un grupo de adolescentes que pretende escapar del ojo omnipotente de la ciudad inteligente. Pocas son las posibilidades de que un grupo de seres humanos pueda “desaparecer” del escáner y del juicio de algoritmos capaces de identificar los movimientos del entorno. Pero este grupo ha encontrado una solución para convertirse en fantasmas ante la mirada tecnológica, en glitches que pueden escabullirse, para conquistar su privacidad, bailar, tener sexo sin la mirada artificial pero inquisitiva.

“Lo que esto significa es que los sistemas que predominantemente están observando nuestro mundo ya no son humanos. Y la manera en la que estas máquinas nos están mirando es muy diferente a cómo lo hacemos nosotros”, señala Young.

En concreto, después de trabajar con sistemas autónomos, ¿a usted le preocupa que se salgan de nuestras manos?

“No. Los drones, por ejemplo, son parte de una tecnología que no es inherentemente buena o malévola. Se trata de una extensión de la forma en la que los humanos se comportan. Una misma flotilla de drones puede ser usada para enviar vacunas en África de manera eficiente y expedita que para lanzar bombas hacia una villa remota en Pakistán. Entonces, de lo que realmente debemos hablar es sobre nuestra propia cultura. En particular, estoy más preocupado sobre las contradicciones humanas y los dilemas éticos y morales que de las inteligencias artificiales en sí”, responde.

Hay otros dos trabajos fílmicos a presentar que ofrecen una perspectiva sobre el uso de la tecnología para la reversión del cambio climático. En “The great endeavour” (El gran empeño, 2022), un proyecto estrenado en esta itinerancia, Young plantea que solamente un esfuerzo colosal y de indispensable cooperación mundial permitirá la creación de una serie de máquinas capaces de captar el CO2 que abunda en la atmósfera.

En el filme “Planet city” (Ciudad planeta, 2021), Young presenta a una humanidad que ha tomado una decisión: renunciar al 50% del territorio planetario para reservarlo exclusivamente al resto de los seres vivos, mientras que la otra mitad del orbe debe ser habitado bajo nuevos sistemas de vivienda, distribución del espacio, generación de energía y sistemas de agricultura.

Toda la exposición, refuerza el artista, “proyecta las implicaciones culturales de la tecnología, porque también es cierto que estos avances tecnológicos se están dando de una manera mucho más rápida de la que lo hace nuestra capacidad de comprender sus implicaciones. Y el rol de la ficción, de la narrativa, es ayudar a asimilar las consecuencias de nuestra evolución tecnológica”.

Pese a todo lo anterior, como el gran cierre de la exposición, Young presentará la pieza “The emissary” (El emisario, 2022): en caso de que todo intento por salvarnos no fructifique, habrá un último objeto que la humanidad deberá lanzar al universo, el último reducto y la última prueba de nuestra existencia.

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(DATOS DE VAP)

“Liam Young. Construir mundos”

Ex Teresa Arte Actual

Del 27 de julio al 15 de octubre

Lic. Verdad 8, Centro Histórico, Ciudad de México

Martes a domingo, de 10 a 18 horas

Entrada libre

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“Francamente me ocupa mucho más la incapacidad que tenemos para hacer algo significativo frente al cambio climático que pensar en IA’s convertidas en seres supremos reduciéndonos a esclavos”.

Liam Young, cineasta y arquitecto.

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Más sobre el artista

Liam Young fue nominado a los Premios Bafta como productor de la cinta “Swan song” (2021). Sus filmes se han estrenado en el Festival de Cine de Tribeca y el Met, en Nueva York; la Royal Academy of Arts, en Londres, y la Bienal de Venecia. Asimismo, sus trabajos fílmicos se han incorporado a colecciones de recintos como el Art Institute of Chicago, el Victoria and Albert Museum y el M Plus Hong Kong. Por su investigación académica, ha sido profesor invitado de la Universidad de Princeton, el MIT y Cambridge.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx