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Arte e Ideas

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El gabinete de maravillas de Guillermo Tovar de Teresa

Estar en la colonia Roma es mirar los remanentes de la infancia y la juventud de Guillermo Tovar de Teresa.

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Poseedor de una selección de más de mil piezas artísticas entre pinturas al óleo, grabados, esculturas y fotografías inéditas, así como envidiables piezas de anticuario y alrededor de 20 mil volúmenes editoriales contemporáneos y antiquísimos, Guillermo Tovar de Teresa construyó una colección invaluable que es posible visitar desde el pasado viernes en la casona porfiriana de la calle de Valladolid con el número 52 de la colonia Roma, en la que fuera su última morada antes de fallecer el 10 de noviembre de 2013, a la edad de 57 años, y que ahora es administrada por la Fundación Carlos Slim por ofrecimiento de la familia del erudito heredero de un abolengo centenario.

Del Feng shui y el arte colonial

Estar en la colonia Roma es mirar los remanentes de la infancia y la juventud de Guillermo Tovar de Teresa. Entrar a la casa de Valladolid 52, ahora llamada Casa Museo Guillermo Tovar de Teresa, es casi como mirar a través de los ojos con los que el cronista decidió minucioso la decoración y la función de cada uno de los salones del inmueble, el cual comenzó a ocupar, con toda su colección, en 1997.

De cada uno de los arcos de las puertas de las distintas habitaciones cuelgan hilos rojos con cristales facetados, de acuerdo con el pensamiento chino de origen taoísta: feng shui. El pensamiento metafísico de Tovar de Teresa eran tan importante en su vida diaria que en la puerta de su casa colgó una corona de ajos, misma que se ha usado en varias culturas para “combatir” la mala suerte y el mal de ojo, y se conserva como parte del material expositivo.

Una vez rebasadas las primeras referencias de superstición del coleccionista, comienza el recorrido visual por todas las referencias artísticas que cuelgan de todas la paredes y reposan en los muebles.

Del muro posterior del recibidor pende un enorme espejo de cristal veneciano con decoración esgrafiada y aplicaciones de vidrio soplado trabajado en Puebla en 1817; el mismo que convive con más de una docena de obras invaluables como el óleo sobre lámina de cobre trabajado por Miguel Cabrera entre 1785 y 1786, El Arcángel san Rafael con el donante Juan Gregorio Campos, con un marco de madera tallada con incrustaciones de hueso esgrafiado, madreperla, carey y aplicaciones de plata; un tibor chino de cerámica vidriada de la dinastía Qing, fabricado en el siglo XVIII, o un amplio arcón de maquetería esgrafiada y herrajes, trabajado en Oaxaca entre los años 1830 y 1850, sobre el que fue representada la escena de un juego de billar del que toman parte seis individuos vestidos con bombachas y jubones de la época.

La habitación contigua es, más bien, una referencia de la historia de familia y del país. Hay retratos de Dolores Miranda Muñoz de Teresa, tatarabuela del coleccionista, pintado en 1850, y de Fernando de Teresa y Miranda, su bisabuelo, fechado en 1875, por mencionar algunos miembros presentes de la familia centenaria, flanqueados por otros dos trabajos de la dinastía Qing, un ejemplar en porcelana de la Virgen de Guadalupe que la emperatriz Carlota regaló a sus damas de compañía durante su estancia en México o un retrato desde el exilio que Porfirio Díaz Mori dedicó de puño y letra a Fernando y Susana de Teresa el 11 de junio de 1913.

El resto de las habitaciones se antojan rebosantes de arte barroco y novohispano de valor incalculable: decenas de retratos de miembros de la alta sociedad del siglo XIX, incluyendo uno de madre e hija que lucieron para el pintor anónimo un par de collares con retratos en miniatura de dos hombres. Una de esas miniaturas, la que porta la madre, por imposible que parezca, también fue rastreada y adquirida por el coleccionista, y está exhibida en el Salón Amarillo de la casa.

Lo antiquísimo

El Salón Rojo o cámara de maravillas es rica en arte manierista de la Nueva España del silgo XVI hasta principios del XIX. Tres de las obras más sobresalientes de esta estancia son el Jesús despojado de sus vestiduras, pintado en 1586, por Simón de Pereyns; la miniatura sobre vitela con aplicación de hoja y pintura de oro Los cinco señores (1616), de Luis Lagarto, y el óleo sobre lienzo ejecutado por Luis Juárez entre 1630 y 1680, San Antonio y el Niño.

Los ejemplares de gran valor que ocupan cada uno de los espacios de la casa es imposible de nombrar en este texto: desde el San Francisco en éxtasis asistido por ángeles, autoría de un anónimo de la segunda mitad del siglo XVII, que fue una de las primeras obras que integraron la colección de Guillermo Tovar, vendida y recuperada al final de su vida; hasta los bodegones al óleo de José Agustín Arrieta que ocupan la cocina, las vajillas y servicios de cerámica vidriada y de plata martillada de más de 100 años; o el coco chocolatero con el águila y el monograma imperiales de Maximiliano de Habsburgo.

Los más de 20 mil volúmenes de la biblioteca, con primeras ediciones latinoamericanas autografiadas de Octavio Paz, Elena Garro, Rosario Castellanos, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez; o rarísimos libros incunables que dan constancia de los primeros años de la Nueva España, como la Cédulas Reales del emperador Carlos V, de 1538, y piezas numismáticas igualmente del siglo XVI.

¿Quién fue?

Autodidacta precoz, melómano, erudito, escritor fecundo, coleccionista, recuperador fundamental del pasado virreinal, Guillermo Tovar de Teresa fue descendiente de dos de las familias aristocráticas más importantes del país, hermano de Rafael Tovar y de Teresa, primer secretario de Cultura del país. Aprendió a leer antes del promedio y desde muy joven decidió renunciar al sistema educativo para volverse autodidacta. A los 11 años fue nombrado consejero de arte colonial de la Presidencia de la República, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

Comparte lazos genealógicos con el expresidente José López Portillo, cuya hija Carmen Beatriz López Portillo, además, estuvo casada con su hermano Rafael Tovar.

Una investigación de su linaje llevó a Guillermo a descubrir a su familia como heredera el título de nobleza español del Condado de Gustarredondo, creado en 1723 que, después de pertenecer a personas no descendientes del primer conde, fue recuperado para Guillermo Tovar y concedido a su sobrino, Rafael Tovar y López-Portillo.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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