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El primer inventario global del Acuerdo de París: ¿por qué es un punto decisivo de la COP 28?

Las discusiones técnicas se centraron esencialmente en las necesarias medidas de mitigación de las emisiones de gases. Foto: Shutterstock.

El artículo 14 del Acuerdo de París sobre el cambio climático establece que cada cinco años, justamente a partir de este año 2023, se debe realizar un inventario o balance global (en inglés Global Stocktake o GST) para evaluar el grado de cumplimiento de los objetivos recogidos en dicho Acuerdo. El propósito de estos inventarios es señalar los avances que se vayan logrando, evidenciar eventuales carencias y mostrar las medidas adecuadas para corregirlas.

El primero de estos GST quinquenales se debe aprobar en la COP28 de Dubái, que llega en un momento especialmente crítico, dadas las advertencias de los expertos sobre el escaso margen que queda en esta década para mitigar el cambio climático en línea con los objetivos del Acuerdo de París. De esta forma se pretende dar un toque de atención a los gobiernos y animarlos para que revisen con más ambición los planes nacionales de acción frente al cambio climático que deben actualizarse y presentarse en el año 2025, además de para mejorar la cooperación internacional en la acción climática.

El primer inventario global

El borrador de este primer inventario global, que ha sido elaborado por diversos comités técnicos durante más de un año, fue presentado públicamente el pasado septiembre. En él se incluyen mensajes políticos clave, se establecen códigos de buenas prácticas, se identifican oportunidades y retos para mejorar la acción climática, y se recomiendan modos de cooperación con los actores que precisen ayuda técnica y soporte financiero.

Estas discusiones técnicas se centraron esencialmente en las necesarias medidas de mitigación de las emisiones de gases según la mejor ciencia disponible, en los planes para apoyar la adaptación al nuevo escenario, así como en la ayuda que precisan los países más desfavorecidos para utilizar tecnologías limpias y afrontar las pérdidas y daños por los extremos climáticos.

Respecto al tema de mitigación, el mensaje más categórico es que con los actuales planes nacionales el planeta estaría irremediablemente abocado a un calentamiento global superior a 2.5 ºC, lo que acarrearía impactos muy contundentes en la economía mundial. Y recuerda que, según advierte el consenso científico, para que haya una probabilidad razonable de poder cumplir con el objetivo del Acuerdo de París habría que reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero respecto a las de 1990 en un 43 % en 2030, un 60 % en 2035 y llegar a un cero neto de emisiones globales de CO₂ a mitad de siglo.

Por tanto, se urge a revisar con más ambición los respectivos planes nacionales que han de presentarse en 2025, que deberían incluir un rigor contable y una transparencia suficientes para facilitar el seguimiento de los progresos realizados.

El informe señala también que los países desarrollados son los que deben encabezar los esfuerzos, alentándoles a mejorar sus metas de limitación o reducción de emisiones en función de sus circunstancias nacionales.

Planes de adaptación aún insuficientes

Los planes de adaptación al cambio climático se analizan en otro capítulo importante del informe técnico. Aunque evidencia una modesta mejora en los planes presentados hasta ahora, urge a que se intensifiquen las actuaciones para reducir al mínimo y afrontar las crecientes repercusiones climáticas, haciendo una llamada a la cooperación con aquellos que tengan menor preparación y capacidad de recuperación.

El informe advierte que un gran número de planes nacionales de adaptación contienen iniciativas dirigidas sólo a ciertos sectores y recomienda seguir métodos más transparentes haciendo uso de indicadores que permitan vigilar y evaluar los progresos.

Asimismo, el documento resalta que, para mejorar la labor de adaptación, es clave la difusión internacional de información sobre el clima proporcionada por mejores servicios climáticos nacionales. Concluye este capítulo alentando al intercambio de experiencias entre países para mejorar el diseño y aplicación de los planes de adaptación y promover el aprendizaje de buenas prácticas.

Más financiación climática

Sobre el tema de la financiación, que seguramente va a ser el que más discusiones suscitará en la COP28, además de recordar que sigue sin dotarse el fondo comprometido por los países desarrollados en el Acuerdo de París, se recomienda mejorar el acceso a la financiación climática en los países en desarrollo, que se dedique claramente a actividades útiles y que se refuerce el seguimiento en todos sus aspectos, a fin de optimizar su eficacia.

También se señala que aún se destinan muy importantes flujos financieros a actividades que generan cuantiosas emisiones y a infraestructuras poco resilientes. Una parte de esos flujos financieros debería reorientarse al despliegue de tecnologías limpias ya disponibles, también en países en desarrollo, y a un impulso decidido por la innovación y transferencia tecnológica.

En resumen, en el borrador técnico adelantado de este primer inventario global se pone claramente de manifiesto que la aplicación del Acuerdo de París firmado hace más de siete años es deficiente en todos sus aspectos y que es perentorio tomar medidas correctoras por todas las partes, aunque atendiendo a las diferentes responsabilidades y circunstancias de cada una.

Este borrador se va a debatir durante la primera semana de la COP28 de Dubái en una serie de sesiones al más alto nivel político. Por la experiencia de anteriores cumbres climáticas, hay desconfianza en que se consensúen todas las recomendaciones incluidas en el informe e incluso en que, en su caso, se llegaran a llevar a cabo las más decisivas.

El único consuelo que cabe es que hay organismos muy competentes que sin duda harán un seguimiento continuado y neutral del grado de cumplimiento de los compromisos, sin sesgos políticos o económicos, denunciando a los incumplidores. Triste consuelo, pero existe al menos.

Manuel de Castro Muñoz de Lucas, Catedrático de Física de la Tierra, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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