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Había una vez en Tinder
Cuando Tinder y el Foro de Cultura Económica hicieron match.
El Fondo de Cultura Económica (FCE) y Tinder se juntaron para hacer un experimento literario. Un extraño romance.
Pero digamos la verdad: a todos nos ha pasado alguna vez. Vamos a una fiesta, entre tragos y el baile la intensidad comienza a subir, somos solteros, para acabarla, los únicos dentro de nuestro grupo de amigos. Todos están con sus novias o en dado caso con su ligue del momento y nosotros tan sólo bebiendo y preguntándonos: ¿Por qué ellos sí y yo no?, vamos, ni si quiera son tan guapos .
Vemos a una chica guapa bailando frente a nosotros, lo primero que pasa por nuestra cabeza es acercarnos, pero digamos que aún nuestro grado de alcohol no es tan alto para atrevernos a hablarle.
Tomamos fuerza, practicamos mentalmente lo que le diremos para invitarla a bailar, nuestras manos comienzan a sudar, sentimos un dolor extraño en el centro del estómago, nuestro corazón comienza a bombear cada vez más rápido y nuestra piel comienza a ponerse cada vez más caliente.
Hacemos todo para que nuestros amigos no lo noten, porque si lo hacen comenzarán los empujones y el típico, amiga, mi amigo te quiere conocer , que todos sabemos que al final de cuentas no funciona.
No nos vamos a acercar, porque: ¿qué tal que nos dice que no?, ¿y si está esperando a su novio?, ¿y si simplemente le parecemos muy feos? Así es como termina la noche, y al final lo único que pudimos agarrar fue una cruda intensa.
Al día siguiente comienza el reproche: no sólo tenemos la resaca incómoda que no nos deja levantarnos de la cama, sino que viene la frustración de que nosotros no pudimos ligar. El enojo de que ya pasaron cuatro años de nuestra última relación y, simplemente, no podemos conocer a alguien más.
Tinder, al rescate
Al menos yo era ese incómodo chico dentro de mi grupo de amigos que siempre se quedaba sentado en las fiestas porque nunca sabía cómo acercarme a alguien y cuando ya por fin agarraba valor con unos caballitos de tequila, ya no había nadie.
Pero afortunadamente para mí, y muchos que como yo somos pésimos para el coqueteo, llego la época digital en donde ya todo se puede hacer mediante aplicaciones y redes sociales. Desde pedir una pizza doble queso con salami, hasta conocer al amor de tu vida.
Tinder, la aplicación preferida por muchos de los cibernautas, es la mejor herramienta para el ligue en estos días. Tan sólo es un catálogo de hombres y mujeres en el que puedes elegir mediante fotografías si alguien te gusta y darle un like conociendo una breve descripción de sus gustos. Si existe una coincidencia y esa persona también te dio like, el programa lo anuncia a través de una ventana, conocida como match, y esto les permitirá iniciar una conversación.
Me enamoré de un personaje de libro
Con base en esto, el FCE, junto con la agencia de publicidad OnlyIf, se unieron en una iniciativa para motivar a los solteros de la lectura y propiciar un encuentro con los libros a través de Tinder.
Literalmente o literariamente los pusieron a ligar con algunos seductores personajes sacados de libros como Carlota, de Noticias del Imperio, Teódulo Batanes, de los relatos de Rafael Bernal, o Demetrio Macias, de Los de debajo, de Mariano Azuela o de la muy erótica novela Inmaculada, o los placeres de la inocencia, de Juan García Ponce..
La dinámica consistió en elegir a varios de esos protagonistas, crearles una cuenta de Tinder y Facebook. Así, el resto de los usuarios de esta aplicación se interesaran en ellos.
Quienes seleccionaron a los personajes iniciaron una conversación con ellos, en la que fueron conociendo algunas de sus facetas y leyendo breves fragmentos de los libros elegidos. Luego de chatear por lo menos 5 minutos se les informó que con la persona que habían conversado era un ser literario, todo esto con el fin de que lograran un match con el personaje, se enamoraran y se interesaran por el libro.
La idea era que la gente viviera una experiencia de lectura sui generis y su interés por la lectura se despertara como cuando se enamoran de alguien en Tinder. Un match literario.