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La cultura por sí sola no transforma la realidad social: George Yúdice
“Muy poco puede hacer el arte si no sale de las galerías, los teatros y los museos y se mete en la vida de las personas”, afirma el investigador en el coloquio internacional sobre gestión cultural convocado por 17, Instituto de Estudios Críticos, y propone un ‘hackeo’ cultural.
Para hacer de la cultura un vehículo de transformaciones sociales es preciso dejar de pensarla como “recurso” para el desarrollo social o económico, y empezar a discutirla y replantearla en un sentido mucho más amplio, es decir como la parte germinal de un proceso de construcción de subjetividades, de intercambio de saberes y de recuperación del sentido de comunidad.
Ese es, a trazo grueso, el planteamiento del investigador costarricense George Yúdice, profesor de Estudios Latinoamericanos en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Miami, quien vía remota ofreció la conferencia “Además de la crítica, cómo construir”, en la apertura del Coloquio Internacional “Por una gestión crítica de la cultura. La gestión como pro-ducción”, convocado por 17, Instituto de Estudios Críticos, que se desarrolla desde el pasado lunes y hasta el próximo sábado 28 de enero en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.
El Economista conversó vía telefónica con el especialista, autor del libro "El recurso de la cultura", para profundizar acerca del modelo propuesto, sobre todo porque en los años recientes, en México se ha insistido, particularmente desde el Estado, en la oferta cultural como “eje transformador”, y se han redireccionado recursos públicos para llevarla a las periferias con miras a superar la marginación, reconstruir el tejido social y brindar opciones a los jóvenes que son reclutados por el narcotráfico u orillados a la migración.
“La cultura por sí sola, entendida como recurso, o como exposición artística, no es capaz de resolver las problemáticas sociales; (se piensa) que a través de la ‘cultura’ (entendida como artes plásticas, danza, música, etc.) se puede sacar a los jóvenes de las pandillas y generarles una posibilidad de trabajo digno, y no es así; difícilmente un joven de la periferia va poder vivir de eso, a menos que se profesionalice y se inserte en el mercado, y sabemos que esa posibilidad es remota”, afirma Yúdice.
En respuesta a las realidades sociales — dice—, los proyectos culturales deben estar acompañados de otro tipo de intervenciones, no basta poner al alcance de los públicos de las periferias sociales la experiencia estética sino diseñar otros modelos más holísticos, que ayuden a formar personas, conscientes de sí mismas, de sus entornos y de sus territorios, y que a partir de allí construyan posibilidades que respondan a sus necesidades e intereses.
Reflexiona, no obstante, que esos son procesos largos en los que el Estado no invierte porque a menudo sus miras son a corto plazo. “Se necesitan fondos privados, conciencia crítica y solidaria, disposición al intercambio de saberes, y allí radica la labor de los gestores culturales y de los creadores de arte que busquen detonar transformaciones”.
Como ejemplo, comenta que desde hace 12 años trabaja en un proyecto en Río de Janeiro, Brasil, que en español se denominaría “Agencia de redes para la juventud”, que “ha tocado la vida de más de 6,000 jóvenes en 50 favelas”, en un entorno lacerado por la violencia y la exclusión. “El objetivo inmediato no es generar trabajo para esos chicos, sino trabajar en sus subjetividades, generar sentido de valor de sí mismos y que vayan creando redes de apoyo mutuo”.
El arte como detonador
Frente a las políticas culturales del Estado, que priorizan la rentabilidad política, o las iniciativas del mercado, que buscan la ganancia económica, Yúdice ve otro modelo de gestión cultural, al que figurativamente denomina ‘hackeo’, donde el arte puede ser un detonador de procesos de transformación social y comunitaria.
“Muy poco puede hacer el arte si no sale de las galerías, los teatros y los museos y se mete en la vida de las personas, salir al territorio”, asegura; pero tampoco contribuye si se impone como un programa gubernamental o privado a espaldas de los vecinos, acota.
“Muchas de las ofertas culturales del Estado no responden a las necesidades e intereses de las comunidades y por eso fracasan o pronto se extinguen, por eso se necesita 'hackear' las iniciativas culturales”, subraya el académico.
Y explica qué significa el ‘hackeo’ cultural: “En México hay más de un proyecto, donde a partir del arte en un espacio cultural de barrio se detona un proceso que incentiva la creatividad de las personas, hacen que surjan procesos de construcción de subjetividades, ‘ensamble de saberes distintos' -como dice Benjamín Mayer, el fundador de 17, Instituto de Estudios Críticos – y generan redes de colaboración que responden a las necesidades e intereses reales de las personas y las comunidades”.
Ejemplifica con el proyecto "Casa Gallina", en el barrio obrero de Santa María la Ribera, Ciudad de México, que de centro cultural expositivo se convirtió en un espacio de intercambio comunitario, donde los propios vecinos se han encargado de gestionar diversos programas como huertos, plantación de milpas, recuperación y cultivo de semillas, una “tienda” de préstamo de herramientas, talleres diversos, foros de diálogo y, también de expresiones artísticas. Es un ejemplo de cómo la comunidad fue más allá de la obra artística, se apropió de un espacio y lo reconvirtió, apunta.
"Lo que hay que buscar es generar espacios que propicien el encuentro de saberes, donde la gente se junte, dialogue, ejercite la creatividad y busque soluciones a sus problemáticas, y ahí sí el arte puede ser el detonador".
A menudo, en México muchos espacios culturales comunitarios lucen solitarios, abandonados, sin presupuesto, ajenos a las necesidades e intereses de sus públicos y cerrados a una intervención alternativa. Aun así representan una oportunidad de ‘hackeo’ para los gestores culturales, ¿pero cómo lidiar con las burocracias culturales?
La instancia de gobernanza debe tener la voluntad de permitir que existan cosas que se salgan de lo programado”, responde George Yúdice.
Acerca del entrevistado:
George Yúdice (Nueva York, 1947) es profesor de Estudios Latinoamericanos en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Miami. Investiga artes, prácticas e industrias culturales y creativas: música, audiovisual y artes visuales; con especial interés en los nuevos fenómenos estéticos en la era digital. Es autor, entre otros títulos, de “El recurso de la cultura”(Gedisa, 2002), “Política Cultural” (Gedisa, 2004), “Nuevas tecnologías, música y experiencia” (Gedisa, 2007), “Culturas emergentes en el mundo hispano de Estados Unidos” (Fundación Alternativas, 2009) y “Políticas culturais para a diversidade: lacunas inquietantes” (2016).
Saber más:
El coloquio se extiende hasta el sábado 28 de enero en el CCU Tlatelolco; conoce los detalles de la programación: https://17instituto.org/posgrado/xxxiv-coloquio-internacional-por-una-gestion-critica-de-la-cultura-la-gestion-como-pro-duccion/