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Arte e Ideas

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La música desconocida

Anri Sala comete sacrilegios y, con ellos, música inolvidable.

©Agustin Garza

Cuando se entra al Museo Tamayo los sonidos llenan el espacio. En estos días el sitio se encuentra preparándose para nuevas exposiciones y sólo están en exhibición tres de ellas.

Una es la del artista multiplataforma Anri Sala (Albania, 1974). De la sala de Sala sale esa música extraña que nos invade.

Sala es músico, pero no un músico común. Sus obras son una mezcla de medios. Video, sonido, plástica: ninguno le es desconocido al albanés.

En el Museo Tamayo se presentan tres piezas que en realidad forman una macrovideoinstalación con pantallas cinematográficas de alta resolución que muestran al artista en el momento de crear y ejecutar sus obras.

Dice el texto curatorial que Sala busca poner en contexto social, cultural y político a la música. Por eso, agrego, usa piezas de reconocida historia y las mezcla hasta hacerles cirugía mayor. Es la música desconocida de Anri Sala; la música como la obra de arte más abstracta y, sin embargo, de una materialidad impensable.

Sala, al grabarse ejecutando la música, crea una escultura tridimensional reconociendo el acto de tocar como un performance. La coreografía del músico, sea un ejecutante de orquesta, un jazzista, un rockero punk o un DJ, es parte fundamental del acto.

La primera obra se llama Take Over. En ella el artista combina La marsellesa con La internacional, dos himnos del siglo XIX que cargan con un pesado significado histórico: ideales de la Ilustración, sueños de libertad, una manera más humana de ser. Lo curioso es que ambas lo hacen desde extremos del espectro ideológico. Mientras La marsellesa va del nacionalismo, La internacional es un canto que hermana al movimiento obrero de todo el mundo.

En Ravel Ravel Unravel deconstruye el Concierto para piano para la mano izquierda de Maurice Ravel, como canción de la posguerra de la Primera Guerra Mundial, una era de gran creación artística y confusión política y social.

La historia del Concierto es curiosa: fue compuesto especialmente para un pianista, Paul Wittgenstein —hermano del filósofo Ludwig Wittgenstein— quien perdió la mano derecha en la guerra. Paul, ejecutante de talento, buscó seguir tocando aunque fuera con una sola mano y Ravel fue uno de los varios compositores que crearon para él.

La obra más divertida de las de Sala es Le Clash Tlatelolco Clash, en la que explora las posibilidades expresivas de Should I Stay or Should I Go, la canción más exitosa del grupo punk The Clash. Una obra que, a pesar de que, por su éxito comercial, traiciona las creencias del punk, se convirtió en un himno del movimiento, llevándolo a los jóvenes de clase media. Una especie de ideologización movida, hecha para bailar.

Anri Sala debe ser disfrutada con calma, dejándose llevar por esa música de las esferas que saca al visitante de su modo habitual de escuchar. Hay muchas maneras de armar y rearmar canciones. Sala lo hace de modo único.

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