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La pintura (todavía) ?no ha muerto
Demuestra que la pintura sigue siendo la plástica por excelencia. Pero, ¿y la calidad?
Recorrer la XVI Bienal Tamayo es caminar por un muestrario antiguo, un gabinete de esperanzas o una especie de selección escolar de fin de año en una escuela bohemia donde la obra de todos los alumnos es celebrada por igual.
Pues eso: a la Bienal le hace falta un mejor trabajo de selección.
Ésta es la edición XVI del concurso que se celebra cada dos años con la esperanza de ser una búsqueda de tesoros pictóricos en todo el país.
Si para algo sirve la Bienal es para demostrar que en México la pintura todavía no muere; aunque si nos atenemos a la selección en las paredes del Museo Tamayo, no necesariamente goza de cabal salud.
Trabajos repetitivos, poco inspirados. Algunos alucinantes, sí, como la obra Naturaleza crónico-degenerativa de Ángel Solano, que para el gusto de esta reseñista se lleva de calle la exposición. Pero en general, la Bienal es poco emocionante. No quisiera decir que es mediocre, pero quizá sea ése el apelativo que mejor le queda. En ánimo educativo, si promediamos todas las obras por su calidad, obtendríamos un feo 7. Bueno, por lo menos no es 5.
Las fallas de la Bienal no son novedad. Como recordó la crítica Teresa Conde hace unos días en La Jornada, desde hace varias ediciones que la Bienal ha estado bajo fuego por sus pobres resultados. Si de lo que se trata es de descubrir talentos, la pregunta es dónde están esos fuegos nuevos.
Hay otro defecto que pocos han señalado: se siente como un asunto de insiders. Mientras recorría me preguntaba quién, de entre las muchas personas que visitan el museo, podría llevarse un recuerdo, un pedazo de historia, un sentimiento o cualquiera de esas cosas valiosas que se supone se lleva la gente cuando visita muestras de artes.
Volteé a la izquierda, volteé a la derecha: estaba sola en la sala. Caray, qué triste impresión. El debate de si la Bienal vale o no la pena (yo creo que sí la vale, sólo le falta una mejor selección y porque es cierto lo que dice el texto curatorial: la pintura no ha muerto) es sólo para críticos, curadores y otra gente enterada. Artistas y público se quedan en las orillas, soñando con las glorias de Leonardo o de Duchamp; es decir, en otro mundo donde posiblemente las cosas del arte sean más divertidas.