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Arte e Ideas

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Las calles de la ciudad se convirtieron en un memorial feminista

Desaparecidas, asesinadas, activistas, madres y hermanas de víctimas fueron nombradas, plasmadas sobre la valla frente al Palacio Nacional y por encima de las nomenclaturas masculinas en las calles a lo largo y ancho de la ciudad.

Nomenclaturas de las calles y plazas del país comenzaron a cambiar con nombres de mujeres

La pandemia acotó la toma de las calles de contingentes incuantificables de mujeres de todas las edades, geografías y vocaciones unidas por una voz subversiva. Pero la búsqueda de justicia, de la erradicación de la violencia de género, las protestas contra el incremento de los feminicidios a pesar de la emergencia sanitaria y de los números históricos por casos de desapariciones hallaron nuevos cauces para manifestarse.

La sensibilidad fue la revolución. Una valla de seguridad instalada el fin de semana frente a Palacio Nacional no fue barrera para aquello que la rabia detona y el amor impulsa.

El muro de metal para cercar la sede del Ejecutivo fue resignificado como un lienzo para nombrar a las víctimas de violencia, a las desaparecidas, a sus madres y hermanas y a las mujeres que desde su arte han sumado para convertir del feminismo al más serio e indispensable contrapeso. A la par, sobre la fachada de la sede presidencial los colectivos proyectaron proclamas como “Un violador no será gobernador” y “México feminicida”.

La tarde del domingo, las nomenclaturas de las calles y plazas del país comenzaron a cambiar. Con una cartulina o rótulos perfectamente diseñados, los nombres, por lo regular masculinos, fueron intercambiados simbólicamente por nombres y apellidos de mujeres desaparecidas, asesinadas, familiares incansables de víctimas de violencia de género, pero también de luchadoras feministas, líderes de opinión, mujeres destacadas de las artes y la política.

Debajo de una placa de la calle Amores, en la colonia Del Valle, se colgó una ficha con el nombre de la psicóloga y activista transgénero Agnes Torres, defensora de los derechos de la comunidad LGBT+ y asesinada en Puebla en marzo de 2012.

La indicación de la esquina entre la Avenida México y la calle Teotihuacan, en la Condesa, fue sustituida por una cartulina que dice: “Fátima Cecilia, te recordamos”, en homenaje a la pequeña de siete años que en febrero de 2020 fuera raptada en la alcaldía de Xochimilco y días más tarde fuera hallada sin vida con signos de violencia física y sexual.

Una placa en la Plaza Río de Janeiro, en la Roma, fue rebautizada como Miroslava Breach, asesinada a tiros en 2017,  periodista y defensora de las comunidades en una zona de la Sierra Tarahumara donde predomina el crimen organizado con profundos vínculos con la clase política.

Sobre las nomenclaturas en la esquina de Ayuntamiento y Lerdo de Tejada, en la Colonia del Carmen, Coyoacán, se colocaron las leyendas Comandanta Maruca y Comandanta Ramona, mujeres indígenas tzotziles y líderes emblemáticas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y del Movimiento de mujeres zapatistas.

También tuvieron su lugar nombres como el de Marisela Escobedo, una madre asesinada mientras se manifestaba por el esclarecimiento del feminicidio de su hija ocurrido en 2008, y de María Herrera, fundadora del Movimiento por la Paz y madre de tres jóvenes desaparecidos.

Otros títulos de calles fueron remplazados por nombres de creadoras históricas y contemporáneas de nuestro país. Una calle en la Condesa fue rebautizada con el nombre de la maestra del horror Amparo Dávila, fallecida en abril de 2020, y una más fue designada a la pintora María Izquierdo. En la Roma una calle fue rebautizada como Tina Modotti, y un par recibieron el nombre de la también escritora Valeria Luiselli, nominada al Premio Booker 2019 por Desierto sonoro.

En otras ciudades del país

En Hermosillo, Sonora, las placas del bulevar Encinas fueron reasignadas simbólicamente con los nombres de la antropóloga, historiadora y activista sonorense Raquel Padilla Ramos, quien fuera víctima de feminicidio perpetuado por su esposo en 2019; de la estudiante de Arquitectura Ámbar Dolores, quien a los 20 años fue violada, estrangulada, apuñalada y quemada por su novio en la misma ciudad, o de Rosalía Yazmín Duarte, una estudiante de Administración asesinada a balazos frente a su familia por sujetos armados en Empalme, Sonora.

También hubo espacio para aquellas mujeres asesinadas cuyos restos no pudieron ser identificados. En Altamira, Tamaulipas, un paseo fue renombrado como “Sin nombre, 50 años” y en Tlaxcala otra más se rebautizó como Malitzin.

Nombrar a las mujeres ha sido una determinación: perpetuar sus nombres en el espacio público hasta que haya respuesta del Estado mexicano, hasta que ninguna más deba ser nombrada porque está ausente, hasta que no haya una menos.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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