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Las familias no se crean ni se destruyen
Anne Hathaway deja atrás su imagen de niña buena para estelarizar una cinta que demuestra que los reencuentros familiares no siempre son dulces.
Mientras casarse está en griego es una celebración buena onda sobre la unión de la familia (con todo y que ésta pueda llegar a hacer un infierno adorable), el casamiento de Raquel (Rachel Getting married, eu-2008) nos dice que los reencuentros familiares pueden ser una dura terapia de choque.
Lo curioso es que, con todo y que "El casamiento de Raquel" contiene elementos de una tristeza profunda, nunca pierde el foco, o sea, la boda de Raquel, un fiestononón lleno de música, bendiciones y esperanzas a futuro, pero cargado de recuerdos trágicos.
La película dirigida por Jonathan Demme gira en torno de Raquel (Rosemarie DeWitt) y a su hermana Kym (una sublime y sorprendente Anne Hathaway), esta última, una linda chica con un oscuro pasado, que debe purgar condena en un centro de rehabilitación.
En dicho lugar, le han concedido a Kym un par de días libres para que pueda asistir a la boda de Raquel.
Al principio, uno podría pensar que la llegada de Kym será celebrada con bombo y platillo, y aunque el padre de la susodicha, Paul (Bill irwin) hace parecer que así será, existen algunos inconvenientes: Raquel no parece muy contenta con la llegada de su hermana, mientras que Paul incordia a Kym con sus excesivas preocupaciones.
¿Y dónde está la madre? ah, pues resulta que abby (Debra Winger), se encuentra casada con otro hombre, y al parecer, brilla por su ausencia, lo cual no tiene que ver con que viva en otra ciudad.
Poco a poco, los problemas irán saliendo a la superficie, pero la música, literalmente, no deja de sonar y de anunciar lo inevitable: la boda se llevará a cabo.
En el casamiento de Raquel, el espectador es un asistente más a la boda, y no lo digo de manera simbólica, sino por el uso recurrente de una steady cam que genera dicha ilusión.
Así pues, de manera voyerista, vivimos este drama familiar de ambiente complejo y multiétnico, en donde las familias y amigos de los respectivos cónyuges conviven de manera fabulosa.
Pero con todo y que esta celebración simbolice una hermosa unión familiar, la partida de Raquel hacia un nuevo hogar (Hawaii) no deja de ser dolorosa para Kym, quien deberá enfrentar, paradójicamente, la separación familiar cuyos orígenes se encuentran en el pasado y cuyo peso luce como algo insoportable.
El casamiento de Raquel es una linda y dolorosa historia de amor, que trasciende todo convencionalismo, excepto, la boda misma.
klm