Museo Soumaya: en las grandes ligas

La inauguración de la nueva sede del Museo Soumaya en Plaza Carso pone a la Ciudad de México en un nuevo panorama: desde ahora nuestra ciudad tiene uno de los 15 museos de arte más importantes del mundo.

Como apuntó en su lanzamiento el museógrafo residente del Soumaya, el doctor Alejandro Massó, por la magnitud de su colección (60 mil piezas), por la propuesta arquitectónica de su recinto, y por su financiamiento (totalmente privado, casi sin restricciones por el gran poderío de su patrón, Carlos Slim y de la fundación que lleva su nombre), el Soumaya-Plaza Carso figura entre museos como Centro Pompidou y el Museo Rodin de Francia; los Guggenheim de Nueva York y Bilbao; la Tate Gallery de Londres y el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa, por sus siglas en inglés).

Por ejemplo, según detalló Massó, el nuevo Soumaya se convierte en la segunda sede más importante de la obra del escultor Auguste Rodin después del propio Museo Rodin. También es el nuevo museo poseedor con el acervo más rico fuera de Europa de obras del pintor impresionista Auguste Renoir, así como el dueño del archivo completo del poeta Gibran Jalil Gibran, incluyendo no solo sus textos también sus óleos.

¿Qué significa para el público mexicano la llegada de un recinto de esta envergadura? En primer lugar, la llegada a México de las grandes exposiciones blockbuster, es decir, exposiciones que por su atractivo popular y por lo costoso de su realización suelen ubicarse solamente en los grandes museos del mundo, en un total de 10 o 15 sedes.

Exposiciones como retrospectivas de grandes maestros como Vincent Van Gogh o Pablo Picasso, o revisiones históricas de grandes movimientos como el Pop Art o el arte renacentista. El ingeniero Carlos Slim lo dijo claramente: "Lo que le da vida a un museo son las grandes exposiciones temporales. La idea será no sólo traerlas para el público mexicano, sino incluso atraer al turismo internacional".

Aunque el equipo del Soumaya no quiso entrar en detalles concretos de sus planes futuros, es un hecho: desde ahora México será destino museístico internacional.

Horizontalización de arte o redefinición del elitismo

Uno de los anuncios más importantes que acompañaron la apertura del Soumaya-Plaza Carso es "su absoluta accesibilidad", como la definió su director, Alfonso Miranda. No tiene escaleras, sino rampas y elevadores, lo cual lo hace accesible a personas con discapacidad motriz, además de que tiene guías especiales para personas con discapacidad visual, auditiva e intelectual o con autismo.

Además, su entrada es totalmente gratuita, con derecho a usar todas las instalaciones incluida el aula digital de alta tecnología.

El objetivo es claro: se trata de democratizar el recinto, ponerlo al alcance del público más grande que se pueda.

¿Pero cumple con esta premisa? ¿El nuevo Soumaya renuncia al elitismo común en la escena artística mexicana?

Una paradoja hace presa del nuevo museo: una lugar con espíritu e intenciones democráticas, pero cuyo mensaje arquitectónico es otro.

Un museo ubicado en uno de los barrios opulentos por tradición (Polanco), construido para llegar a él en automóvil, Junto al Soumaya se ubica un centro comercial en el que está una sucursal de Saks, la tienda departamental más cara del país.Y el edificio del arquitecto Fernando Romero es imponente, fastuoso, tanto que puede resultar intimidante.

Según la tendencia contemporánea, los museos hablan no sólo por lo que exponen, o por la importancia de su acervo, sino también (y especialmente) por lo que simbolizan arquitectónicamente.

Hace dos años, el escritor y experto en museografía Alan Michael Parker publicó en la revista norteamericana The Believer un influyente ensayo sobre la nueva tarea de los museos en el siglo XXI.

A decir de Parker, los museos nacen originalmente como gabinete de curiosidades, después en la Ilustración se vuelven salvaguardas del conocimiento para ya en el siglo XIX convertirse en espacios definitorios de la nacionalidad y "del buen gusto", definido así por las élites aristócratas y luego burguesas.

En el siglo XX, la función del museo cambió por completo: su tarea se convirtió en la democratización de los contenidos históricos y estéticos. ¿Cómo? Armando exposiciones que lleguen al mayor número posible de visitantes; exposiciones cuyo valor es pedagógico o de entretenimiento.

Por ejemplo, no todos los museos fundados de la posguerra a la fecha tienen un acervo propio, sino que funcionan con préstamos de museos más grandes, recintos tan importantes como la Tate Gallery de Londres, funcionan casi exclusivamente con préstamos.

A este fenómeno Parker lo llama la democratización de los museos. Todos los museos fundados a los largo del siglo XX llevan esa impronta, no solo en su contenido, también desde su concepto arquitectónico. Para Parker, el mejor ejemplo es el Centro Pompidou de París, fundado en la década de los 70 y diseñado por los arquitectos Renzo Piano y Richard Rogers.

La propuesta arquitectónica del Pompidou es sobre todo la de crear una plaza pública en la que adentro y afuera no tenga mayor distinción, por eso su fachada transparente. No hay, entonces, una división entre el público que entra al museo y los caminantes que pasan por afuera.

Algo similar sucede con la propuesta arquitectónica del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), inaugurado hace dos años en la UNAM. Su explanada con una fuente que sirve de espejo a su fachada, que un gran ventanal, lo integra de manera muy amable a su entorno, el Centro Cultural Universitario.

El Soumaya parece más bien inaugurar lo que será una nueva zona de lujo y de esparcimiento de clase alta en lo que antes era una zona industrial y una colonia de clase trabajadora.

Imposible así para el museo Soumaya, sea cuales sean las intenciones horizontales de la Fundación Carlos Slim y la Fundación Telmex, deslindarse de la tradición elitista que siempre ha rodeado la escena plástica mexicana.

cmoreno@eleconomista.com.mx