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Perderse en los horizontes lunáticos de Yayoi Kusama
Entre orgías de colores y falos de diversas formas, la obra de Kusama envuelve en la locura de un anime japonés.
Yayoi Kusama (Japón, 1929) fue una de las figuras claves de la contracultura sesentera. En Japón estudió arte, pero se sentía apretada entre los márgenes rígidos de esa isla. El Japón de la posguerra le quedaba chico, así que huyó a Estados Unidos y en Nueva York se volvió a sentir ligera, creativa.
En la ciudad de los yanquis conoció al círculo de Andy Warhol y les enseñó un par de cosas sobre fama, exhibicionismo y revolución. También locura, y es que desde niña Kusama tuvo alucinaciones. Veía puntos de colores por todas partes. Se perdía en horizontes lunáticos en los que su personalidad se retorcía como en un sueño lisérgico.
Es un anime, ¿les suena? Sexo, humor, plumas, exuberancia.
Todo eso está en su obra: la orgía de colores, su cuerpo como objeto de exhibición, falos por doquier. Desde niña supo que quería ser famosa. Su obsesión como artista fue crear un país de las maravillas al que invitaba a quien fuera valiente y curioso.
Hoy Yayoi Kusama vive por voluntad propia en una institución psiquiátrica en su país natal. Pero sigue creando. El corpus de su trabajo tiene esas dos grandes etapas (podrían ser tres, si contamos su trabajo inicial en Japón), la de la contracultura y la de los últimos años.
Obsesión infinita se llama la gran retrospectiva de su obra que se presenta en el Museo Tamayo. Es la más grande exposición que se ha hecho sobre la artista en Latinoamérica. Ya fue todo un éxito en Argentina y Brasil, le toca ahora enfrentarse al público mexicano.
La primera parte del recorrido da cuenta de su inicio como estudiante del nihonga, técnica tradicional de arte japonés. Aunque son obras anteriores a su experimentación con puntos de colores y redes interminables, es obvio que ya está ahí una voz, el germen de algo distinto. Desde ese momento su mano de dibujante ya rompe con las convenciones que le rodean. Ya son piezas sin centro, obsesivo-compulsivas.
En esa época, los años 40, Kusama se siente atraída por las vanguardias europeas y estadounidenses. Cuando llega a América adopta de inmediato la abstracción, pero en sus manos nada podía ser convencional (finalmente, las revoluciones acaban por ser una nueva convención) y se entregó a los happenings y a alterar objetos. Una maleta cubierta de sopa de pasta, unas zapatillas pintadas de plateado y llenas de objetos en forma de penes (Louise Bourgeois también trabajaba con falos; algunas resonancias hay entre ambas). En Estados Unidos encontró la libertad, la tierra de la experimentación sexual, estética y química.
De esa búsqueda libre nace su filme Self-obliteration (Autoborramiento es la traducción que los curadores dan al título), un trabajo difícil de soportar si uno está en su juicio. Todo él hace pensar que está hecho para disfrutarse en un viaje ácido.
¿Pero dónde están los lunares de colores, esos que definen la obra de Kusama?
Espejos de doble filo
Kusama sabía que se le venía encima una crisis de ansiedad porque tenía alucinaciones, una especie de aura durante la que veía puntos de colores por todas partes.
Esos lunares de la desgracia los convirtió en su sello personal. Los convirtió en pinturas y sobre todo en instalaciones; escenarios en los que envuelve en su mundo más íntimo al espectador. Una habitación burguesa, familiar, se convierte en una inquietante pesadilla cuando la baña con luz negra y pone sobre los muebles, en el aire, sobre los discos de Agustín Lara y grandes bandas, los lunares de tal forma que parece que flotan en el cuarto.
En Infinity Mirror-Phallis World, las paredes de espejo crean la sensación de que no hay límite. Es una instalación a la que sólo pueden entrar dos personas a la vez y quedarse unos cuantos segundos. Una ventana de doble filo a su locura. Uno enloquece o se asusta. Es un paisaje de plantas erectas multicolor. Como multicolores son las pinturas de gran formato con las que cierra el recorrido. Sí, más falos y más colores. No por nada la exposición se llama Obsesión infinita. Entreguémonos al tic nervioso.
Yayoi Kusama. ?Obsesión infinita?
Museo Tamayo ?
Reforma y Gandhi, ?Bosque de Chapultepec
Martes a domingo, ?de 10 am a 5 pm
Entrada: $19