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Razones por las que no tienes que ver Made in México

El reality show de Netflix está dotado de clasismo, lujos, y poderes sociales, en todos los capítulos se dicen portar con mucho orgullo la nacionalidad 100% mexicana, su nacionalidad, pero consumen marcas estadounidenses y les cocinan chefs franceses.

Foto: Cortesía Netflix

Con la promesa de retratar la vida de las personas de élite en México, el servicio de streaminng, Netflix, estrenó el 28 de septiembre pasado un reality show en el que nueve personajes del mundo la high society protagonizan esta polémica serie.

La serie producida por Love Productions USA eligió al empresario de clubes nocturnos, Pepe Díaz; la diseñadora de Modas, Kitzia Mitre, que aunque no ejerce la profesión, se presenta como bisnieta de Gustavo Baz, y descendiente directo de Moctezuma - sí, Moctezuma Xocoyotzin, el tlatoani—; la expatriada blogera estadounidense, Chantal Trujillo; la modelo y feminista, Columba Díaz. Al elenco se suma Liz Woodburn, bloggera de comida en Nueva York, una estadounidense y se vino a vivir a México para formar un matrimonio con su prometido que sí es mexicano; Shanik Aspe, conductora que durante la serie se lanza al mundo de la música; Carlos Girón, actor y modelo; Hanna Jaff, filántropa y política y por último Robby Checa, cuñado de Kitzia.

El reality show está dotado de clasismo, lujos, y poderes sociales, en todos los capítulos se dicen portar con mucho orgullo la nacionalidad 100% mexicana, su nacionalidad, pero consumen marcas estadounidenses y les cocinan chefs franceses.

Chantal Trujillo se presenta ante los ojos de los espectadores como víctima de discriminación,  asegura que “ser rubia de ojos celestes y vivir en la Ciudad es algo que la gente no te lo cree”.

Los estereotipos están presentes, la forma en la que hablan es “espanglish” (español-inglés), ellos mismos se juzgan por la manera de hablar la lengua extranjera, anhelan la perfección de dominarlo aunque algunos lo hacen perfecto.

Es injuriosa. Dos de los personajes (Columba Diaz y Pepe Díaz) plasman situaciones que vivieron durante el terremoto del 19 de septiembre y con ligera pero muy notoria presunción muestra lo que hicieron para ayudar a los afectados.

Los lugares en dónde se desarrolla la mayoría de las situaciones o encuentros son en Polanco y en establecimientos de alrededor, una de las zonas más acaudaladas de la Ciudad de México. A menudo sus personajes la comparan como si fuera el Beverly Hills mexicano.

Ranchos, caballos, viajes en helicóptero, guardaespaldas, compras millonarias en joyas, fiestas forzadas y familias con problemas de relaciones es lo que se muestra a lo largo de este reality. Una realidad contrastante en un país en donde habitan 53 millones de mexicanos en pobreza.

Este grupo de miembros de la elite se muestran orgullosos denigrando la imagen del mexicano, plasman a la típica persona con problemas de alcoholismo, irresponsable y machista ante los ojos del mundo y a la mujer que deja todo por el esposo y él se mantiene con ideología machista. Este es un reforzamiento más de estereotipos clasistas y denigrantes que se muestran en la serie.

Con un lenguaje de lujo en todo momento, relaciones forzadas y a la defensiva, con dietas a base de salmón, espárragos, y coles de bruselas es como se conducen los protagonistas de Made in Mexico.

Lo rescatable de esta serie son los aspectos que tomaron de la Ciudad de México. Nos presentan una Ciudad limpia, iluminada, sin caos vial y hasta con encuentros de alcohol en kioscos aun cuando en lugares públicos no se puede ingerir alcohol en la serie lo hacen, y por supuesto no sale ninguna zona en precariedad. Este retrato de un México que vive una burbuja y que no busca ver hacia afuera de su mundo.

Triste realidad.

Made in México es el reality show que a muchos nos da pena aceptar que vimos pero que terminé de ver por morbo.

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