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Arte e Ideas

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Superman ahora es fascinante

Con El hombre de acero, Zack Snyder, en colaboración David S. Goyer y Christopher Nolan, se logró lo que parecía imposible: que el mito de Superman se vuelva fascinante.

La historia de muchos héroes comienza un día de violencia. Bruce Wayne comenzó a ser Batman afuera de un cine, frente a sus padres muertos. Aquiles, un semidiós, se hizo héroe cuando frente al cadáver de su amado Patroclo juró destruir a Héctor. Es el trauma lo que los hace superhumanos. Es el dolor.

No así Superman. Repetiré lo que Quentin Tarantino puso en boca de Bill (David Carradine en Kill Bill): Superman nació siendo Superman. No despierta siendo una persona normal para luego ponerse el traje y ser un héroe; para Kal-El, hijo de Kriptón, el proceso es a la inversa: se pone el traje y los lentes de Clark Kent para dejar de ser un superhéroe. El trauma original de Superman es existir.

Por eso a muchos Superman nos aburre. No hay tormentas en esa cabeza de chorlito irrompible. Es tan limpio, tan noble, tan intocable. No hace chistes, no es irónico. Su gran misión es ser cada vez más noble, más bueno, más limpio. Qué diferente a Iron Man, a Batman, a Spiderman.

Agreguemos la ideología más chovinista y caduca -en los cómics clásicos siempre se presentaba a Super como el paladín de la verdad, la justicia y el American Way , porque claramente las tres cosas están en la misma categoría- y tenemos al héroe más infumable de la historia.

Será que vivimos días cínicos (o mediocres, como diría Samuel L. Jackson en Unbreakable, cinta indispensable para repensar la figura del superhéroe), y por eso es tan difícil considerar a Superman como un verdadero héroe. Blanco, noble, elevado, limpio… ¿No les suena a totalitarismo?

Por eso el personaje perdió popularidad y le ha sido difícil recuperarla. Ni las películas de los 70 lo lograron. Ni sus encarnaciones televisivas. Ni su muerte y resurrección en los cómics en 1992. Ese héroe ya no jala.

Enfrentémoslo: Superman está muerto. ¿Y quién necesita revivirlo?

BEHIND BLUE EYES: CLARK KENT TIENE DOS PADRES

Pues aquí estamos, con una nueva cinta de Superman enfrente. Los genios del tráiler durante meses nos fueron seduciendo hasta a los más descreídos.

¿Será que El hombre de acero, dirigida por Zack Snyder para mayor sospecha (300, Watchmen, Mundo surreal: ni a cuál irle), es una buena película? ¿De verdad?

Increíble pero es verdad: Snyder y el guionista David S. Goyer (el narrador detrás del revival de Batman) han triunfado. Tomaron decisiones muy correctas.

Yo no sé si esta película hará a Superman tan popular como Batman o Iron Man. De lo que sí estoy segura es que Superman está vivo. Y eso es bueno.

El lado más flojo de la cinta es la acción, los efectos especiales, las secuencias de emoción , todo lo que la hace un blockbuster. Todo eso es muy predecible, aunque se nota en ellas la influencia de las novelas gráficas contemporáneas (por ejemplo, gran parte de las escenas de la destrucción de Metrópolis son narradas desde el punto de vista de los ciudadanos comunes).

El reparto, desde los protagonistas hasta los personajes incidentales, es muy bueno. La trama fluye, hay momentos de humor discretos pero bien puestos. Zack Snyder, a quien le da por lo excesivo y lo ridículo, es más moderado y por eso ha conseguido su mejor cinta a la fecha. Es la buena influencia de Goyer y de Christopher Nolan.

Pero el verdadero gran triunfo de la cinta es su personaje principal, un hombre de tres caras: Kal-El el predestinado, Clark Kent el inadaptado y Superman, el héroe. Henry Cavill interpreta a Clark (porque sobre todo es Clark) como un desmadre emocional. Hay mucha furia en ese muchacho de Kansas.

Y cómo no. En El hombre de acero nuestro All-American boy es un inadaptado. ¿Alguna vez imaginaron a Clark Kent como al niño al que molestaban en la escuela? Pues así es: un niño extraordinario que no puede relacionarse con sus ordinarios compañeros (entre otras cosas, porque si les regresa los golpes los mata). No puedes demostrarles lo que eres , le dice su padre adoptivo, Jonathan Kent (un extraordinario Kevin Costner). La gente teme lo que no puede entender .

Clark adulto es un caminante que vaga por las carreteras, solo, en camiseta y jeans, buscándose la vida. Tratando de vivir noblemente. Todo esto también es muy estadounidense. Clark Kent, el beatnik.

Lo cantó The Who: Nadie conoce el sufrimiento detrás de los ojos azules. Ese es el gran conflicto existencial de este nuevo Superman: es muy superior a los humanos y sin embargo es uno de ellos.

Todo este conflicto no sería creíble si antes la cinta no nos diera un largo, pero interesante en realidad, prólogo en el que entendemos de dónde viene nuestro héroe. Sí: todo comienza en Kriptón. Mejor: todo comienza con un parto.

Jor-El (Russell Crowe) es un científico que entiende que la crisis política de su planeta ya es una crisis de supervivencia. El único modo en que la raza kriptonita sobreviva es concibiendo un hijo por la vía natural, sin recurrir a la sofisticada selección genética y rompiendo el orden jerárquico que destruyó Kriptón.

Los ideales de Jor-El lo enfrentan al general Zod (un Michael Shannon casi siempre sobreactuado), líder militar de Kriptón, un fiel creyente del bien común. Toda violencia, no importa que tan grande, es legítima si es por mi pueblo . Zod es todo dictador que hemos conocido.

Aunque Zod tenga las armas, Jor-El tiene las ideas. Y una nave para mandar a su hijo recién nacido a un planeta amable y lejano, donde la mejor herencia de Kriptón pudiera florecer. El pequeño Kal-El no es un niño, es una misión (Recuerden: el trauma original de Superman es existir).

Lo que conocemos de Superman tiene una relación directa con su origen: ¿El traje de mallitas? Es la ropa de los kriptonitas. ¿La S en el pecho? Es el símbolo de su linaje, significa esperanza. ¿Sus superoderes? Efecto de nuestro sol sobre sus genes extraterrestres.

Kal-El es el hijo de su padre. Clark Kent también es el hijo de su padre. El problema es que son padres diferentes. En algún momento, Clark tendrá que decidir a quién le pertenece su destino, si a su origen o a sus decisiones. Si han visto suficiente películas de superhéroes, más o menos ya saben la respuesta.

Por cierto, los daddy issues de Superman se sienten muy reales porque David S. Goyer puso sus conflictos familiares al servicio del guión. Ese ¡Tú no eres mi papá, no puedes decirme cómo vivir! , del Clark adolescente a Jonathan Kent, Goyer lo conoce bien porque tiene un hijo adoptivo.

No he hablado de Lois Lane. Amy Adams hace un gran trabajo, pero en medio de tanta crisis existencial su personaje de pronto sobra. Un buen detalle es que desde que se conocen Lois sabe quién es la verdadera identidad de Clark Kent. Ese secreto, antes que el amor, es lo que los une.

El hombre de acero es pura revisión mitológica muy digna de análisis. Muchos (incluida esta reseñista) tratarán de extraer ángulos de esta cinta. Estamos hablando del gran blockbuster del verano. Que el verano tenga algo de inteligencia y de autenticidad me parece maravilloso.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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