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Top Gear: así ha sido siempre
El humor del programa lo hace una buena pieza televisiva. Sin ese humor de tiro a discreción, aunado a su crítica de autos honesta y descarnada, el programa sería solo una revista dirigida a un grupo muy pequeño de la audiencia.
No tengo auto, no me interesan los autos. Sin embargo, soy fanática de Top Gear, la revista automovilística de la BBC, hoy bajo fuego por sus supuestos comentarios discriminatorios contra los mexicanos.
La primera vez que vi Top Gear, sucedía esto en pantalla: un trío de ingleses de mediana edad, panzones y con ropa horrenda, cruzaban Rumania. Iban a bordo de automóviles de lujo, burlándose de la extrema pobreza, la suciedad de los bares, la fealdad de la gente rumana.
Si eso hubiera sido todo, para mí Top Gear hubiera quedado como uno de los programas más tontos de la televisión. Burlarse del débil es fácil. Pero de pronto, los tres conductores -Jeremy Clarkson, James May y Richard Hammond- empezaron a molestarse unos a otros, a burlarse sin piedad de sí mismos. Y a burlarse de supercarros de lujo: del GPS faltón de u Mercedes, de la dirección trabada de un Maseratti, en fin.
Desde entonces veo Top Gear cada semana. Los he visto destruir autos japoneses (llamando maricones a sus diseñadores). Me he reído a mares cuando desmitifican a los Corvette llamádolos el equivalente motorizado de un Backstreet Boy .
Así es el humor del programa. Y eso lo hace una buena pieza televisiva. Sin ese humor de tiro a discreción, aunado a su crítica de autos honesta y descarnada, el programa sería solo una revista dirigida a un grupo muy pequeño de la audiencia.