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Arte e Ideas

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Turandot en el Auditorio, exitosa ópera en vivo

Los fantasmas fueron conjurados con la obra de Puccini gracias a las excelentes actuaciones y voces del ?elenco, al coro, a la orquesta y, desde luego, al público que se dio cita la noche del domingo.

Por supuesto que puede haber ópera en vivo en el Auditorio Nacional. Los fantasmas fueron conjurados el domingo durante la representación de la ópera Turandot de Giacomo Puccini, gracias a las excelentes actuaciones del elenco, a un coro que respondió bien al reto, a una orquesta bien dirigida y a un lleno total: 7,000 personas presentes, familias enteras, y muchos jóvenes, quienes abarrotaron el espacio destinado a la ópera.

Si tan sólo fuera por el acercamiento de un nuevo público al espectáculo operístico, se podría decir que la puesta en escena fue todo un éxito. Pero naturalmente que hubo más... la bellísima música de Puccini y la sublime poesía de sus diálogos. Por ejemplo, al final en el aire quedaban las dulces notas y los versos de Nessun Dorma : mi nombre nadie sabrá/ sólo cuando la luz brille/ sobre tu boca lo diré temblando/ ¡Al alba venceré! .

Por lo que respecta al canto, la soprano siciliana Tiziana Caruso ofreció una Turandot convincente, bien actuada y mejor cantada, con estupendos sobreagudos en el segundo acto. Ella supo proyectar la personalidad de esta princesa de la muerte princesa de hielo , le dice Calaf , por su sólida presencia, dramática y vigorosa expresión vocal, y fue recompensada ampliamente con aplausos.

Al final de la representación se le vio contenta, satisfecha de su trabajo. La señora Caruso cantará en breve el papel de Turandot en la arena de Verona, nada menos que bajo la dirección del maestro Franco Zeffirelli y de Daniel Orén.

El italiano Rubens Pelizzari, un tenor lírico spinto, nos sorprendió por su gran voz, llena de ricos matices, sumamente agradable, la que en algunos pasajes asemeja a la del gran Luciano Pavarotti. Sin embargo, nos quedó a deber en la interpretación de la memorable Nessun Dorma , emblema de Turandot. Se le notó un tanto frío, cortando las frases, sin convencer totalmente al público. Por sus gestos, al final del aria él tampoco pareció muy convencido de su actuación, que por supuesto no desmereció el resto. Se llevó también nutridos aplausos.

¡OLIVIA!

¿Y qué decir de Olivia Gorra? La señora merece una mención aparte por su gran trabajo de esa tarde en la ópera. La soprano veracruzana brindó una Liù memorable, sublime. Para ella fueron los primeros aplausos que irrumpieron en plena representación durante el primer acto, cuando con todo el sentimiento abordó meticulosa y delicadamente el aria Signore ascolta (Escucha, señor).

Y luego en el acto III, cuando Turandot le pregunta a Liù por qué defiende a Calaf, Olivia canta con todo el corazón: Principessa, l’ amore , y segundos después interpreta Tu che di gel sei cinta antes que el personaje se suicide con una daga; interpretaciones que dejaron al público conmovido, emocionado, al borde de las lágrimas. Por eso hubo al final vivas y bravos para Olivia de parte de un público puesto de pie... ¿Qué esperan para darle más papeles?

Otro que merece reconocimiento por su trabajo fue el bajo Rosendo Flores, quien hace el papel de Timur, padre de Calaf. Rosendo desempeña un papel muy equilibrado, una buena caracterización del personaje y mantiene en todo momento bien llevada su línea de canto, con esa voz profunda, vigorosa.

A diferencia de la representación de esta misma obra hace un año en Bellas Artes, ahora los personajes Ping, Pang y Pong son menos caricaturescos, lo que mejora la puesta en escena. También el hecho de que Turandot contara con un escenario más grande, el del Auditorio, hizo que la escenografía se viera menos recargada y que la obra respirara a diferencia de la puesta del año pasado, donde había un amontonamiento sobre el proscenio, lo que daba un efecto de caos, dificultaba los movimientos escénicos y perdía a los protagónicos en ese mar de gente.

NUNCA FALTAN

Prietitos en el arroz no faltaron:

  1. Dos bocinazos en mitad del espectáculo que hicieron temer por la obra; falla técnica que fue resuelta rápidamente y no le restó méritos a la representación.
  2. El vestuario del príncipe Calaf sigue siendo como de Elvis con botas de narco, y la ropa de los campesinos chinos abunda en tonos tanáticos (exceso de marrones y grises) que le resta espectacularidad a la obra. Hay que tener presente que los campesinos no necesariamente tienen que ser mugrosos y desarrapados. La representación de Turandot se presta muy bien para lucir ropajes vistosos.
  3. El color que mostraban las pantallas del Auditorio no coincidía con el color de la representación en el escenario: rojos que parecían morados, maderas que se veían rojas y marrones que se veían negros.

ricardo.pacheco@eleconomista.mx

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