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Vargas Llosa evoca los años de “Conversación en La Catedral”

El Nobel de Literatura dijo que el problema del periodismo en nuestro tiempo es la defensa de las noticias falsas.

Foto EE: Ricardo QuirogaFoto EE: Ricardo Quiroga

El Auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara estaba abarrotado. Una gran fila de personas aguardó a la entrada con optimismo de lograr ingresar a la conversación que el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, compartió con la periodista Laura García, con motivo de los 50 años de la publicación de la novela “Conversación en La Catedral” y, con esa excusa, la publicación de una edición con una nueva introducción del escritor peruano-español y un agregado con entrevistas, correspondencia y conversaciones que el que un autor entrando en sus 30 años sostuvo durante el proceso creativo de una de sus obras célebres.

Para aliviar la demanda para escuchar la conversación del Nobel latinoamericano, se adecuó un espacio más amplio donde la conversación fue transmitida. Al interior, mientras tanto, no había pasillo donde hubiera tregua para el espacio.

¿Qué queda del Vargas Llosa que escribió “Conversación en La Catedral”?, se le preguntó. Y este eligió hablar de qué es lo que queda de la América Latina prácticamente inmersa en todas las dictaduras.

“Viví la historia de la novela antes de escribirla. Prácticamente en toda América Latina, de un confín a otro confín, había, sobre todo, dictaduras militares. Y la dictadura militar que es el tema central de esta novela tuvo un efecto realmente cataclísmico en mi generación, es decir, cuando el general (Manuel) Odría da el golpe, en el año 1948, éramos niños todavía. La dictadura dura ocho años, y ochos años después ya somos hombres hechos y derechos, pero hemos pasado esos años de la formación de la personalidad bajo un sistema que era muy violento, muy represor y también muy corrupto”, evocó.

Recordó que, entonces, prácticamente toda la vida política peruana transcurría en una clandestinidad poco efectiva en sus manifestaciones, bastante marginada por una represión sumamente dura.

“Ahora, siendo todo lo dura que fue esa represión, quizá, lo más grave de esa dictadura, y de muchas otras dictaduras de América Latina, era la profunda represión que la corroía, una corrupción que no solamente afectaba a quienes estaban en el poder, sino que de alguna manera se extendía y llegaba a todos los rincones de la sociedad”, añadió.

Escribir desde la experiencia

El también ganador del Premio Cervantes 1994 aseguró que si tuviera que salvar uno de sus libros, ese seguramente tendría que ser “Conversación en La Catedral”. Razonó que de todas las novelas que ha escrito, la obra en cuestión es la que más trabajo le ha costado, a la cual le dedicó tres años de trabajo, incluyendo un primer año en el que ni siquiera alcanzaba a elucubrar la estructura de la historia.

“En las novelas que he escrito siempre hay experiencias personales que luego han sido muy transformadas. Creo que esa raíz, que es la experiencia vivida, es la materia prima en buena parte de las cosas que he escrito”, se sinceró.

Agrego que “creo que los escritores utilizan mucho sus experiencias personales, unos de una manera consciente y otros de una manera inconsciente. Es muy difícil, incluso para los escritores de tipo fantástico, aquellos que cuentan historias que no ocurren en la realidad, al menos la que conocemos a través de la experiencia, siempre hay secretamente en aquello que cuentan como una raíz que tiene que ver con lo vivido”.

El periodismo en nuestro tiempo

Vargas Llosa compartió que, a diferencia de los jóvenes escritores con vocación literaria, que pueden encontrar con menor dificultad una manera de vivir que no los aleje tan radicalmente de la literatura, en los años en que él descubrió su vocación literaria había que plantearse un grave problema existencial: “si yo me dedico a la literatura, me voy a morir de hambre”; por lo que, además de escribir, había que dedicarse a “un trabajo alimenticio”.

“Yo tenía una convicción. Si uno tenía una vocación literaria, debía entregarse a ella de manera excluyente y exclusiva. Detestaba la idea de ese profesional que toda la semana trabajaba en un estudio o dictando clases y que los domingos se dedicaba a escribir. Me parecía que eso no producía una literatura realmente rica, original, creativa; que para producir la literatura de los grandes escritores, había que dedicarse en cuerpo y alma”, mencionó.

Con la experiencia de un escritor que además se dedicó al periodismo como “trabajo alimenticio” y, a propósito de que Santiago Zavala, uno de los protagonistas de la novela en cuestión, es periodista, Vargas Llosa dijo hoy en día el periodismo es mucho más libre que en el pasado, en parte, gracias a la revolución tecnológica que permite prácticamente eludir la censura, pero, por otra parte, ese periodismo es el mismo que confunde los hechos verdaderos con los ficticios, fabulaciones, como las “fake news”.

“Creo que el problema del periodismo en nuestro tiempo es fundamentalmente ese: cómo nos defendemos de las noticias falsas, cómo restablecemos la hegemonía de las noticias verdaderas. Eso va siendo cada vez más difícil. Hay un mundo de ficción que se ha filtrado en el periodismo y que hace estragos tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados. Si no actuamos de una manera en la que se restablezca la vieja tradición de que el periodismo informativo debe ser fiel, que sirva a la realidad y no se sirva de ella, creo que la democracia, ese sistema que es el menos imperfecto de todos los que se han creado para hacer progresar un país, puede verse profundamente perjudicado”, concluyó.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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