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Arte e Ideas

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Villazón, regreso triunfal al Met

Hace casi cinco años, mientras cantaba en el Met la ópera Lucia di Lammermoor de Donizetti, sintió un leve tirón en la garganta que lo dejó mudo por varios segundos.

Uno de los retornos más esperados del espectáculo operístico internacional por fin se dio la noche del sábado 23 de noviembre, cuando Rolando Villazón regresó al escenario del Met de Nueva York en la obra Eugene Oneguin, de Tchaikovsky, en la que el tenor mexicano interpreta el papel del poeta Lenski. Aunque estaba cantando bien en Europa, la gente que lo admira lo esperaba por su calidad interpretativa, aunque también con cierto morbo por saber en qué condiciones estaba este tenor carismático de voz dulce y cadencia exquisita.

Por eso, en cuanto Rolando hizo su aparición por el proscenio el público le otorgó un nutrido aplauso; luego la obra continuó. Se encontraba ahí, en el segundo elenco (que no por ser segundo deja de ser un súper elenco) junto a Marina Poplavskaya, quien desempeña el papel de Tatiana; Peter Mattei como Onegin y Elena Maximova encarnando a Olga.

Estaba ahí pisando esas tablas después de una ausencia de cinco temporadas. De pie en ese mismo sitio, donde había empezado uno de los incidentes más graves de su vida que sin exagerar pudo haber derivado en una tragedia.

Ahora regresaba triunfal, más maduro, con más experiencia y con la voz un poco más oscura. Potente, muy agradable, esa voz en la que pone toda su alma. Dice el crítico David Salazar en latinospost.com que la voz de Villazón, que aparentemente tenía un timbre más oscuro que la última vez que actuó en el Met, tiene una calidad brillante y es más delicada .

Hace casi cinco años, mientras cantaba en el Met la ópera Lucia di Lammermoor de Donizetti, sintió un leve tirón en la garganta que lo dejó mudo por varios segundos. Frente a un mundo de gente, Rolando se quedó impávido, sólo esperando el retorno a la normalidad. Pero la normalidad volvió muy lentamente. Rolando volvió a comenzar la pieza. Siguió cantando, pero ya con la molestia que crecía. Después de esa función visitó varios médicos dicen que como 15 pero ninguno le daba esperanzas de volver a cantar.

El diagnóstico era severo: tenía un quiste en una cuerda vocal y había que sacarlo. El problema es que a este diminuto intruso nadie lo podía ver; pero estaba ahí, molestando. Todos pensaron que el quiste había surgido porque Rolando forzaba su voz, pero el diagnóstico decía exactamente lo contrario: tenía que forzar la voz para superar la presencia del quiste.

Finalmente, una doctora francesa encontró al intruso y otro médico de aquel país hizo la cirugía. Después vendrían meses de angustiante recuperación, con el Jesús en la boca de si podría cantar ópera de nuevo. Al tal grado era la situación que Rolando declaró al diario El País que él sólo tenía la esperanza de volver a cantar en la ducha y no en un escenario.

En este tiempo se dedicó a escribir un libro que habla de la vida de los payasos (Malabares). Rolando fue uno de estos artistas en sus mocedades, por eso es que muy seguido con esa gran alma que tiene se coloca la nariz de pelota roja para visitar a niños enfermos en hospitales y casas de recuperación.

La noche del 23 de noviembre Rolando estaba otra vez en el Met. Cuentan periodistas neoyorquinos que cuando llegó a los ensayos salió a contemplar el gran edificio, recorrió sus pasillos y lloró. Lloró mucho con el sentimiento agolpado por el recuerdo fatal y por la alegría de volver.

Las crónicas que empiezan a aparecer de este regreso en el que Rolando Villazón participa en el segundo elenco de Eugene Onegin son claras: se trata de un regreso triunfal.

ricardo.pacheco@eleconomista.mx

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