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Actitud vs aptitud, cuando el mercado laboral prioriza la buena disposición sobre las competencias
Aunque las competencias técnicas son esenciales, su aprendizaje es más fácil que la actitud, como la disposición para aprender, colaborar y adaptarse a los cambios.
En una búsqueda por el mejor talento, en ocasiones las empresas llegan a valorar más una buena actitud que la aptitud porque cuando se carece de ganas de aprender o una buena comunicación, es más complicado el trabajo en equipo.
Si bien las competencias técnicas son esenciales, estas pueden ser desarrolladas con el tiempo. Sin embargo, la actitud, incluyendo la disposición para aprender, colaborar y adaptarse a los cambios es un rasgo más difícil de formar, por lo tanto, en algunos casos se vuelve en una cualidad priorizada por las empresas.
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Alejandra Toscano, directora general de DNE Consulting, explica que “la aptitud se refiere a la capacidad o habilidad para hacer algo, mientras que la actitud es la disposición o voluntad de hacerlo. Las capacidades técnicas se pueden enseñar, pero la empatía, la colaboración y la disposición a aprender no son tan sencillas de adquirir”.
Actualmente las compañías empiezan a buscar profesionales que, más allá de su conocimiento técnico, puedan adaptarse a la cultura organizacional y aportar de manera positiva al equipo.
Según un estudio hecho por Adobe, LinkedIn y Civitas, las personas que se incorporan al mercado laboral con habilidades blandas tiene salarios iniciales entre 3 y 16% más que los trabajadores que no cuentan con ellas.
Antonio López, CEO de Vuca, comparte que tras su experiencia en campo, “la aptitud se refiere a las habilidades que permiten a alguien realizar una tarea de manera efectiva, mientras que la actitud tiene que ver con la disposición emocional y conductual en el entorno de trabajo”.
Ambos especialistas coinciden en que en algunos sectores, como el de ventas o áreas colaborativas, la actitud puede tener un mayor impacto que las competencias técnicas, especialmente cuando se deben resolver problemas.
Sin embargo, la actitud plasmadas como exceso de iniciativa, sin el conocimiento adecuado, puede ser contraproducente e incluso perjudicar la permanencia de la persona en un empleo, por eso es necesario tener un equilibrio con el conocimiento técnico para evitar errores.
Triangulo del profesionalismo
El triángulo del profesionalismo es una guía esencial para entender cómo la actitud debe equilibrarse con aptitud y el conocimiento. Las habilidades blandas es lo que impulsa la acción, por lo que, un exceso de energía sin la habilidad o conocimiento adecuado puede llevar a cometer errores importantes.
“La actitud es el motor que permite que estas habilidades se pongan en práctica. El triángulo del profesionalismo incluye tres elementos fundamentales: conocimientos, habilidades y actitudes. Este triángulo es indivisible; una persona en la vida profesional necesita los tres elementos”, añade Alejandra Toscano.
El conocimiento proporciona la base al contar con la información necesaria; las habilidades, es lo que sabe hacer la persona con esa información, es la ejecución en a práctica; y la actitud es el detonador que impulsa la acción.
Como ejemplo, Toscano menciona el caso de un técnico que trabajaba para una compañía de llantas. Debido a su falta de conocimientos técnicos y a un exceso de confianza, infló de más las llantas de varios clientes, lo que provocó una crisis para la empresa. Esta situación resultó en accidentes, ya que el exceso de aire superó la capacidad del producto, provocando que explotaran.
Entorno VUCA y la actitud como factor clave
En el contexto de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (Vuca por sus siglas en inglés) Antonio López, menciona que, aunque las competencias técnicas son necesarias, la actitud de curiosidad y aprendizaje permanente es lo que define el éxito de una organización.
“La actitud de curiosidad y aprendizaje continuo es lo que permite desarrollar nuevas aptitudes a largo plazo. Es importante recordar que las habilidades que valoramos hoy podrían no existir en unos años, por lo que es esencial seguir aprendiendo”, considera Antonio López.
Las empresas valoran la capacidad de los empleados para aprender constantemente, parte fundamental de la actitud, especialmente en roles que no existían hace unos pocos años, como el de formular preguntas de manera efectiva en atención a clientes.
La actitud es un factor diferenciador que las empresas no pueden pasar por alto. La disposición y conducta de una persona hacia su trabajo y su equipo es algo difícil de modificar, ya que se forma a través de las experiencias personales de cada individuo.