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La reedición de Trump
En los últimos años, México, Estados Unidos y Canadá han experimentado un impulso importante a los derechos laborales y los movimientos obreros, sin embargo, ante el relevo en el gobierno de las tres naciones y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el panorama para esta agenda es incierto.
En Norteamérica se generó una ola en favor de los trabajadores en los últimos años. Los gobiernos de Biden, López Obrador y Trudeau en Estados Unidos, México y Canadá, respectivamente, con sus posiciones en favor de los derechos de los trabajadores, tuvo que ver con esa ola.
El valor del trabajo y los trabajadores, sus organizaciones y sus luchas, todo ello se movió al alza en este periodo. En los tres países, por primera vez en décadas, hubo recuperación de los salarios, en particular en industrias estratégicas como la automotriz. En Estados Unidos, y Canadá (pero no en México), fueron decisivas el alza en huelgas y movimientos de los trabajadores.
En Estados Unidos, tan solo en 2023, hubo 451 huelgas en grandes empresas, que movilizaron a casi medio millón de trabajadores. Una culminación de estos movimientos fueran las huelgas del sindicato de trabajadores automotrices (UAW) que se extendió a las tres grandes armadoras (GM, Ford y Chrysler) y duró 46 días. Al final, UAW ganó hasta 30% de incremento salarial sobre los próximos 4.5 años, sumando bonos y ajustes por costos de vida.
En México, no hubo mayores huelgas ni incrementos de salarios en industrias estratégicas. Pero las mejoras vinieron de dos frentes. Una fue la posición de AMLO de mejorar los salarios mínimos año con año para beneficiar a los asalariados más pobres, traduciendo un incremento de 110% en términos reales al final de su gobierno.
El otro, y más relevante frente, se originó en el Tratado Comercial para la región (T-MEC), y sus acuerdos laborales que, en adición a nuevas leyes e instituciones del trabajo, crearon el Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida (MLRR). Una inusual estructura de gobernanza trasnacional para atar el comercio transfronterizo a la observancia de los derechos laborales, en primer lugar, en México.
Recelando de la proverbial tradición mexicana de violar los derechos de los trabajadores y atraer inversiones con salarios de “dumping social”, el MLRR dio vía a los gobiernos de los otros países para intervenir en empresas denunciadas por tales violaciones. Luego para demandar planes de reparación y fiscalización so pena de bloquear el acceso a sus mercados e imponer sanciones.
Habiéndose presentado 30 casos de denuncias, e imponiendo mayores costos de transacción al oportunismo y reputación de empresas exportadoras y entidades proclives a pasar por encima de los derechos laborales, en estos breves años el MLRR ha dejado mensajes contundentes en algunas regiones e industrias del país.
Para decirlo rápido, este mecanismo ha sido decisivo para empezar a cambiar el mundo del trabajo en México con valores de respeto a los derechos individuales y colectivos de los trabajadores. También para sembrar la idea de que es posible una Norteamérica unida en un proyecto de desarrollo compartido, comercio justo y estándares laborales y de vida al alza.
Perspectivas ante los cambios de gobierno
Con la reedición de Donald Trump en la Casa Blanca, es incierto lo que vaya a ocurrir con estas evoluciones. Del lado de México, Claudia Sheinbaum en la presidencia asegura no sólo el mantenimiento de la agenda laboral, sino un interés definido de ampliarla con derechos humanos y ambientales. Del lado de Canadá, las elecciones federales y de primer ministro de 2025 dejan un marco de dudas. Pero al final del día, el mayor peso en la balanza estará de nuevo del lado de Trump y su estilo particular de gobernar –que es el mismo de negociar—con estrategias de suma cero.
Muchos anticipan una era de proteccionismo, cierre de fronteras, deportaciones masivas y presiones sobre México por factores múltiples –empezando con el del crimen organizado–. Lo que eventualmente conduciría al abandono de la agenda laboral para Norteamérica. Pero nada de esto está asegurado.
La integración económica de la región es intensa e involucra un tráfico inmenso de personas, mercancías y dinero cada día. De hecho, cada minuto se comercia aproximadamente un millón de dólares tan sólo entre México y Estados Unidos. De manera que, por más que fuera la voluntad del próximo gobierno, lo previo no es una realidad que se pueda cambiar por decreto. Ni de la noche al día.
La tendencia al alza en la lucha de los trabajadores estadounidenses y canadienses, por otra parte, tiene sus propias reglas y dinámicas. Ahora mismo la UAW, por ejemplo, está llamando a construir “una clase trabajadora contra lo billonarios” –con independencia de que crea y por quién haya votado cada quien–.
Del lado de México, no es claro que al mismo Estados Unidos y sus empresarios de poder les convenga detener el “nearshoring”, ni eliminar el MLRR, pues tampoco es claro a quién pueda beneficiar un México convertido en el taller de pobres de América –como se promovió en el pasado–.
En breve, un México fuerte y con leyes e instituciones que funcionen está en el mejor interés de los socios comerciales de Norteamérica. Pronto sabremos cómo funcionará en la realidad la nueva era de Trump. Su reedición.
*El autor coordina la Red Innovación y Trabajo en la Industria Automotriz Mexicana (RedItiam) y el Grupo Interdisciplinario de Transporte Eléctrico y Movilidades Avanzadas (TEAMs). Es miembro del TinkTank para el Transporte Eléctrico Estados Unidos-México de la Alianza MX de la Universidad de California y la SER.