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Capital Humano

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¿Cómo ha impactado la pandemia a las personas que ejercen el trabajo sexual?

Una investigación realizada por el Centro de Apoyo a las Identidades Trans y el Copred revela que el 93% de las personas en estas actividades vio disminuidos sus ingresos en los últimos años. En el documento señalan que para hablar de abolición del trabajo sexual primero hay que eliminar y prevenir sus causas.

“Asombra que ante muchos empleos que podríamos llamar indignos para las mujeres, esta crítica se centre cuasi exclusivamente en el trabajo sexual”. La reflexión es de Geraldina González de la Vega, presidenta del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), con ella abre paso a la presentación de los resultados de una encuesta, los cuales muestran los daños que le causó la pandemia a un sector precarizado y violentado.

Se trata del reporte de la Segunda encuesta trabajo sexual, derechos y no discriminación, elaborado por Rocío Suárez, directora del Centro de Apoyo a las Identidades Trans, con el apoyo de Copred.

Luego de más de dos años, hablar de la covid-19 parece algo del pasado, pero mientras la quinta ola se expande por México, muchos sectores todavía no se recuperan de las consecuencias de la primera. El informe indica que el 93% de las personas que se dedican al trabajo sexual vieron disminuidos sus ingresos y el 75% tiene a dependientes económicos.

Tras la pandemia, cinco de cada 10 personas dedicadas al trabajo sexual ganan entre 1,000 y 3,000 pesos a la semana y una cuarta parte percibe de 3,000 a 5,000 pesos en ese mismo periodo. Sin embargo, una de cada 10 gana de 500 a 1,000 pesos. Sólo 4% genera ingresos superiores a los 5,000 pesos semanales.

“No pudieron salir a trabajar y aunque se lo hubieran propuesto, como muchas otras personas que viven al día y no pueden quedarse en casa, la clientela bajó considerablemente por el riesgo de contagio de la covid-19”. Los lugares donde ejercen su trabajo también cerraron: hoteles, moteles o vapores.

Pero el cierre de hoteles dejó a muchas sin vivienda y donde sí podían encontrar alojamiento ellas no contaban con ingresos suficientes para pagar las habitaciones, por lo que se vieron orilladas a vivir en la calle. Tampoco les fue fácil a quienes buscaron otros espacios, pues “muchas personas que ofertaban cuartos en renta dejaron de hacerlo por miedo a que alguien pueda traer la enfermedad”, señala el informe.

En la capital del país, el trabajo sexual se ubicó en 12 de las 16 alcaldías, en Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Milpa Alta y Magdalena Contreras “no se localizaron zonas de trabajo sexual”. Más del 50% se identificó en Cuauhtémoc (37%) e Iztapalapa (29%). La gran mayoría, el 65%, tiene entre 30 y 59 años, y el 32%, son jóvenes de 18 a 29 años.

Distinción y violencias en el trabajo sexual

El trabajo sexual no es lo mismo que trata de personas en su modalidad de explotación sexual. Este último “es un delito y una grave violación a los derechos humanos”.

La Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y Para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos la define “como toda acción u omisión dolosa de una o varias personas para captar, enganchar, transportar, transferir, retener, recibir o alojar a una o varias personas con fines de explotación”.

La diferencia radica “en la autonomía con la cual las personas deciden ejercer y ofrecer servicios sexuales y/o eróticos para obtener algún tipo de ingreso”, explica el reporte. El trabajo sexual se ejerce en la vía pública, en algún establecimiento mercantil o vía internet.

Pese a que no es un delito, las personas trabajadoras sexuales enfrentan constantemente extorsión económica, detenciones arbitrarias en las que son sometidas a registros corporales invasivos o arrestos. 

Padecen violencia en el lugar de trabajo por parte de clientes, compañeras o compañeros, o de quienes laboran en los establecimientos donde se ejercen su trabajo, como bares u hoteles. También puede venir de su pareja o miembros de la familia por dedicarse a esta actividad; de grupos delincuenciales, paramilitares, extremistas religiosos, entre otros.

Enfrentan violencia estatal de personal militar, policías de frontera, funcionarios de prisiones y, en mayor medida, por parte de la policía. El estigma y la discriminación por su trabajo les afecta también en la alimentación, pues no es raro que les nieguen o priven de alimentos u otros artículos esenciales.

Antes de imponer la abolición…

El tema del trabajo sexual sigue generando rechazo en muchos sectores, incluidos algunos feminismos abolicionistas. Pero esas posturas “suelen expresarse desde el privilegio y la superioridad de quienes no se han encontrado en la necesidad de ejercer ciertos oficios”, se señala en el documento.

De acuerdo con los resultados de la encuenta, el 56% de la población participante estudió hasta la secundaria y el 33% tiene educación media superior (bachillerato). Apenas un 6% estudió la universidad, 2% cuenta con un oficio o carrera técnica y 4% no terminó la primaria.

La mayoría (54%) son mujeres trans y en segundo lugar, mujeres cis (40%). Sólo 5% son hombres y 1%, hombre trans. Otra característica que les atraviesa es la migración, pues el 42% nació en otra entidad federativa y el 4%, en otro país.

El 90% se inició en este trabajo por motivos económicos, 55% también mencionó que por falta de oportunidades laborales. Apenas 12% por decisión propia, pero 2% porque la obligan. Para las mujeres trans, hombres cis y hombres trans prácticamente los motivos económicos y falta de oportunidades son las principales razones para ejercer el trabajo sexual.

“Sólo son mujeres cis las que señalan ejercer el trabajo sexual por ser obligadas. La encuesta no permitió explorar a profundidad esta situación”, indica Copred.

Y si tuvieran oportunidad, el 80% de las mujeres cis y el 67.2% de las mujeres trans dejaría este trabajo. Al preguntarles qué necesitarían para hacerlo, la mayoría respondió que un trabajo o apoyo económico para emprender un negocio. Pero también mencionaron capacitación, educación, apoyo para su salud y vivienda.

“Para abolir el trabajo sexual, sería necesario partir de sus causas para eliminarlas y prevenirlas de raíz. Y por supuesto, eso no pasa por castigar, criminalizar ni revictimizar a quienes lo ejercen, sino entender las profundas brechas de desigualdad a las que en muchos casos se enfrentan”, señala el reporte.

Las historias de muchas de las personas que se dedican al trabajo sexual “revelan generalmente condiciones estructurales y sistemáticas de violencia familiar, abuso sexual, pobreza, hacinamiento, homofobia, transfobia y otras expresiones de violencia y discriminación que convierten al trabajo sexual en su mejor opción”.

Pero también hay otra parte que ejerce su autodeterminación, la libertad sexual y la libre asociación sexual, agrega el reporte.

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