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Capital Humano

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El 21% de las trabajadoras en México falta a su empleo por el dolor menstrual

Menstruación dolorosa; baños sin agua, ni jabón ni papel higiénico, puertas que no cierran. En estas condiciones menstrúan millones de trabajadoras en el país, lo que abre la conversación nuevamente sobre la necesidad de las licencias laborales pagadas.

La menstruación no tendría que ser un obstáculo para trabajar, pero para millones de mujeres y personas no binarias en todo el mundo lo es. En México, el 21% de quienes menstrúan con dolor ha tenido que faltar al trabajo o a dejar de realizar tareas laborales importantes debido a esta condición.

Esto es parte de lo que muestran los resultados de la Primera encuesta nacional de gestión menstrual, de la Colectiva #MenstruaciónDignaMéxico, la empresa de productos de higiene y salud Essity y Unicef.

Pero no es la única brecha que les aleja de condiciones dignas de vida. De hecho, comienza desde que están en la escuela. El 20% de adolescentes y jóvenes ha tenido que faltar a clases debido a que está menstruando. Es casi el mismo porcentaje de quienes en la vida adulta siguen perdiéndose de un derecho básico.

Sin políticas gubernamentales ni empresariales, el costo económicos, educativo, social, emocional y psicológico de estas ausencias los asumen las mujeres, niñas, adolescentes y las personas con capacidad de menstruar.

Invertir en programas a nivel público y privado para garantizar el acceso efectivo de sus derechos “promueve un empoderamiento social y económico de las mujeres y, al final contribuye, al desarrollo” de todo el país, dice en entrevista Palmira Camargo, vicepresidenta de Comunicación de Bienes de Consumo de Essity.

“La mitad de la población somos mujeres, así que crear estos programas no es algo altruista. Verdaderamente es un tema que genera desarrollo económico, de educación, de trabajo y de seguridad de las mismas mujeres”.

El desafío de menstruar en el trabajo

La realización de la encuesta fue encargada a Parametría, empresa especializada en investigación de opinión y análisis de resultados. Respondieron las preguntas adolescentes, mujeres adultas y personas menstruantes entre 12 y 70 años de edad a nivel nacional.

El 32% de quienes respondieron se identificaron como pertenecientes a una de las naciones originarias de México y el 14% como personas afromexicanas.

Quienes trabajan, lo hacen para instituciones gubernamentales, del sector privado o asociaciones civiles. Otras laboran de manera independiente, se dedican al trabajo doméstico no remunerado, así como personas desempleadas, jubiladas o pensionadas.

“En Essity tenemos mucha experiencia y conocimiento en temas de higiene menstrual y de salud menstrual, por nuestras marcas líderes, ya trabajábamos con Unicef. Pero no nos queríamos quedar ahí, así que buscamos a #MenstruaciónDignaMéxico”, detalla Palmira Camargo.

Juntas, todas esas organizaciones, se dieron cuenta que para incidir en cambios había que tener datos sobre la menstruación. “En México no hay datos oficiales y sin ellos pues no podemos avanzar. De ahí nació la idea de diseñar y lanzar esta primera encuesta”.

La investigación revela datos básicos y sustanciales para saber en qué condiciones menstrúan muchas mujeres en los espacios laborales y escolares. El 1% de quienes respondieron dijo que en su escuela o lugar de trabajo no tiene un espacio para lavarse las manos. Para el caso de Baja California la cifra se eleva a 4 por ciento.

Cambiarse la toalla o el tampón sin poder lavarse las manos ni antes ni después las pone en riesgo de contraer una infección. Especialmente para quienes trabajan con sustancias, desechos, alimentos u otros productos. Utilizar una copa menstrual en esas condiciones se vuelve imposible.

Además, el 19% informó que en los baños nunca o sólo algunas veces hay papel higiénico.

A la pregunta: En tu escuela o trabajo ¿los cubículos de excusado se cierran desde adentro?, el 3% a nivel nacional dijo que no. Imaginen tener que cambiarse una toalla sanitaria o el tampón con una mano, mientras con la otra tienen que sostener la puerta para que no se abra. Cada mes, varios días, varias veces al día tener que hacer estos malabares. Eso no es digno.

“Hemos encontrado casos de baños que no tienen agua potable ni jabón, que son espacios oscuros y sin privacidad. Esto va totalmente ligado al derecho de tener una menstruación digna, pero es parte de la brecha que existe en nuestro país y que evita que las niñas asistan a los centros educativos o las mujeres, a sus trabajos”, apunta Palmira Camargo.

La necesidad de las licencias menstruales

Los datos anteriores exhiben las dificultades infraestructurales que enfrentan las mujeres y personas que menstrúan. Ahora, a eso hay que sumarle los síntomas que puede producir el sangrar cada mes.

La mayoría experimenta cansancio, el 40% lo señaló. El segundo efecto más común es la sensibilidad, el 35% dijo que experimenta ese estado. El 34% siente irritabilidad y al 10% le provoca ansiedad. Sólo una de cada 10 mujeres o personas que menstrúan respondió que no padece ninguna de estas manifestaciones.

En un mundo que busca la equidad de género en todas las esferas de la vida, las licencias menstruales pagadas son una cuestión fundamental. Las iniciativas de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) para crear estos permisos se han vuelto momentáneamente populares, pero no han sido apoyadas al interior del Congreso.

En la encuesta se les preguntó a las personas qué tan de acuerdo o en desacuerdo están con los permisos de ausencia al trabajo o escuela debido a los cólicos, dolores corporales o por la falta de productos e infraestructura de gestión menstrual. El 88% está de acuerdo o muy de acuerdo.

Existe un 9% que está en desacuerdo y un 1% dijo estar muy en desacuerdo. El documento no revela las razones por las que las propias mujeres o personas con capacidad de menstruar se oponen a contar con una medida que permita tener condiciones dignas para sangrar.

Los datos de una encuesta de OCC Mundial realizada en el primer semestre del año podrían dar luz sobre esta interrogante, pues el 57% de las trabajadoras teme que las empresas ya no quieran contratarlas si se avanza en este tipo de derechos.

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