Lectura 6:00 min
Entre el bosque y los árboles: La verdadera barrera de la inclusión
El fenómeno de la pobreza es el verdadero factor de exclusión y la ausencia de educación acelera esa brecha. Podemos, y debemos defender, los derechos de las colectividades, pero nos estamos quedando tímidos contra la verdadera lucha contra la pobreza.
En el movimiento de los derechos civiles de mediados del siglo pasado se retomó el principio universal de la igualdad de las personas ante la sociedad y la ley, precepto natural plasmado en la Carta Universal de las Naciones Unidas.
No obstante, hoy vivimos uno más de los momentos más críticos de la historia de la humanidad, donde los individuos –que no las organizaciones, que no los partidos, que no las iglesias– salen a las calles a denunciar los maltratos y abusos de los cuales son víctimas. Persona representándose a si mismas, una mezcla de individualismo y del fracaso de la sociedad civil.
Resulta impactante como, producto de la tecnología, vemos abusos en vivo y en directo; cada uno se ha vuelto reportero gráfico de la vida. La historia, mas que nunca, se cuenta sola.
Existen numerosos colectivos de gran valor que han venido trabajando en la inclusión racial, de las mujeres, de la comunidad LGBT+, de las comunidades indígenas, de las personas con discapacidad y de muchas otras minorías a través de un esfuerzo que es claramente súper humano y valioso, aunque fraccionado.
Pero resulta que estos árboles no nos dejan ver el bosque. Y nosotros somos los árboles.
Nuestro problema hoy no es la inclusión, tenemos que dar un paso hacia atrás para poder ir hacia adelante: el problema es la exclusión. ¿Y el bosque? Un fraccionamiento social fundamentado en la pobreza que tiene como consecuencia la ausencia de educación.
El fenómeno de la pobreza es el verdadero factor de exclusión y la ausencia de educación acelera esa brecha. Podemos, y debemos defender, los derechos de las colectividades, pero nos estamos quedando tímidos contra la verdadera lucha contra la pobreza. Cuando se habla desde el privilegio, como lo hace quien escribe, se hace desde un pensamiento miope; darle inclusión a los que ya están en la plaza. Lo que no nos damos cuenta es que cerca del 70% no tiene ni como llegar a la mentada plaza.
La pobreza se pelea con el factor distintivo de la especie que es la dignidad, la cual no puede existir si no están los básicos que señalaba Maslow en la base de su pirámide.
Sin dignidad no hay humanidad; es esta la causa principal de la exclusión, de la falta de inclusión. Si bien esto es bien sabido es sistemáticamente ignorado, hasta con el sarcasmo de terror que exhalan los gobiernos diciendo que han solucionado la pobreza: sea porque hay menos ricos, o porque los pobres se ven menos".
Lo más preocupante de esta exclusión, y frente a las perspectivas de las próximas décadas, es que no hay una fórmula mágica para solucionar esta brecha que se extiende de manera dramática".
El elemento más poderoso
Si bien no es una fórmula mágica, la educación ha demostrado ser el elemento mas poderoso para cerrar esa brecha –una persona a la vez–. El acceso universal a la educación de calidad, desde la infancia temprana, es y será la única manera de crear una inclusión verdadera.
La pobreza no es sólo un factor de exclusión social, sino que extiende sus efectos terribles a lo laboral. Las cifras del INEGI y estudios del CIDE lo confirman; el 63% de las causas de subempleo y empleo informal se atribuyen a la falta de acceso a la educación, al crédito y a los mecanismos formales de la economía. Aún hoy, el 22% de la fuerza laboral formal no ha concluido su preparatoria, lo cual limita su acceso al crecimiento dentro de la organización. Más dramático aún, sólo el 23.6% de los mexicanos que trabajan tiene algún beneficio de ley que implique una cobertura de seguro y menos del 1% tiene previsto algún dinero o recurso para cubrir una eventualidad.
Las cifras de la correlación de empleo y pobreza son realmente preocupantes y dramáticas.
Ahora, pensemos sólo por un momento en una persona con discapacidad que nace en situación de indignidad y pobreza: la exclusión ya la trae al nacer, la educación es improbable… casi que estamos frente la atrocidad de la humanidad inviable.
El diálogo de la inclusión debe migrar al género –la humanidad–. La diferencia en la aproximación, de lo general a lo particular, se antoja urgente.
Y dada la urgencia, debemos recurrir no a la filantropía sino a la acción efectiva y esa no es otra que la educación, pero con sentido pragmático, modelos segmentados e indicadores medibles. Esta brecha exige participación del sector público, por supuesto, pero también iniciativas probadas asociativas que complementen lo que ya existe. Dentro de ellas de destaca la labor que han adelantado Juan Manuel Gonzalez y su equipo en Enseña por México, quienes han entendido el sutil y productivo balance entre lo privado y lo publico bajo el valor de la convergencia.
La invitación de ninguna manera es a descartar lo que han hecho organizaciones de mujeres, de pueblos indígenas, de personas con discapacidad y de la comunidad LGBT+. Por el contrario, esta labor es fundamental, pero de alguna manera especializada.
El llamado a la acción es a todos nosotros, a quienes, desde los privilegios de la educación y la sociedad, tenemos un deber de servir como herramientas útiles para cerrar una brecha social que nos está destruyendo como humanidad.
Basta mirar a nuestro alrededor y poder dormir tranquilos sabiendo que quienes nos ayudan en el trabajo o en nuestra casa, y los suyos, tienen dignidad, respeto y, como consecuencia, esperanza de ser parte de algo más de lo que fueron quienes les precedieron. El primer paso de este nuevo camino hacia el verdadero humanismo lo tenemos que dar nosotros mismos con quienes tenemos a nuestro lado.
La dignidad del ser humano por encima de cualquier consideración, el entendimiento de que es la pobreza lo que más nos divide y la ciencia que nos ha demostrado que la clave del desarrollo está en la educación.
El nuevo humanismo, el renacimiento de la especie: en nuestras manos.