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Integridad laboral, un bien cada vez más preciado y menos común en las empresas
En el último año incrementó el riesgo de malas conductas en las empresas. Esto no es sólo consecuencia del impacto de la pandemia, también hay problemas de fondo como no trabajar adecuadamente en la ética organizacional, advierten especialistas.
De acuerdo con Intelab, en el último año han incrementado los riesgos conductuales en las empresas, con más personas con tendencia a justificar malas acciones, no juzgar con objetividad las decisiones propias o un bajo autodominio en situaciones de crisis.
La nueva edición del informe Covid-19: Impacto en el comportamiento de los colaboradores de la firma, muestra que el nivel de personas con riesgo a confundir lo correcto de lo incorrecto (el fin justifica los medios) pasó de 65 a 74% en los últimos dos años.
“Este es un valor que ya venía deteriorándose antes de pandemia, pero durante la pandemia lo vemos deteriorándose a una velocidad mucho mayor, especialmente en el sector financiero. Esto es un riesgo porque hace que las personas que en un principio tienen valores bien establecidos, como no robar, a final de cuentas, en un momento de necesidad pueden recurrir a un razonamiento de el fin justifica los medios”, explicó Fernanda Zenizo, directora general de Intelab.
De la mano de este riesgo, la capacidad de juzgar con objetividad las acciones propias también se ha mermado en los últimos dos años, con un mayor nivel de personas propensas a tomar malas decisiones porque se les dificulta analizar las consecuencias de sus comportamientos.
“Otro de los riesgos que vemos es la falta de confidencialidad en el manejo de la información. Es un riesgo que viene afectando a las empresas en fuga de información, relajamiento de medidas de seguridad. La falta de confidencialidad sí vulnera mucho a las organizaciones. Aunque haya mejorado un poco, sigue siendo un riesgo que se debe seguir previniendo”, señaló Fernanda Zenizo.
Teresa Almaguer, directora de Desarrollo de la Facultad EGADE, coincidió en que la integridad de los colaboradores ya presentaba un deterioro antes de la pandemia, pero la crisis sanitaria y el entorno de incertidumbre, así como el trabajo extra es probable que hayan acelerado el fenómeno.
“Es un fenómeno constante y curiosamente hay dos cosas que incrementaron, por un lado, aumentó la falta de apego a la ética y, por otro, mayor refuerzo de la ética por parte de las empresas. Es paradójico que observándose un mayor apego a los principios éticos, también hayan más faltas a la ética”, expuso la también especialista en ética empresarial.
Para Adriana Peralta, CEO y fundadora de Ethics & Compliance Bureau, este deterioro a mayor velocidad se explica en buena medida por la pérdida de la confianza en los colaboradores, la cual estuvo basada durante mucho tiempo en la presencialidad.
“Muchos de estos valores se desdibujaron en los últimos años quizá por no estarnos viendo. Por otro lado, algo esencial que también visualizamos es el tema de liderazgo, porque todo esto se da bajo el encuadre de que un líder sólo es un jefe. Pero las nuevas generaciones cada vez necesitan más líderes que motiven e inspiren. Algo que tenemos como tarea puntual es fortalecer el liderazgo”, señaló la especialista.
En el último año el perfil de riesgo también se modificó, según el análisis de Intelab. Las personas que pueden ser más propensas a malos comportamientos son hombres de entre 40 y 60 años, con pareja, hijos y escolaridad baja. A diferencia del 2020, cuando los hombres con esas mismas características, pero menos de 40 años, representaban la población de más riesgo.
“Si no logran cubrir sus necesidades básicas a través del trabajo, suelen tomar decisiones incorrectas en perjuicio de las organizaciones en donde trabajan. El fin justifica los medios y toman decisiones que los llevan a cometer ilícitos dentro de las empresas”, apuntó Fernanda Zenizo.
¿Cómo fortalecer la integridad?
“Crear una cultura organizacional que promueva la confianza no es una tarea fácil y no se logra por un decreto”, subrayó Teresa Almaguer. En ese sentido, un error común en las organizaciones es pensar que con tener un código de ética se fortalece la integridad. “Es importante tenerlo, pero también implementarlo, medirlo y estar constantemente capacitando a las personas en los comportamientos”.
Adriana Peralta detalló que algunas de las acciones puntuales que deben emprender las organizaciones para fortalecer la integridad son:
- Políticas, manuales, procedimientos, lineamientos de conducta y disciplina
- Establecer objetivos medibles
- Evaluar el desempeño de las personas
- Definir con claridad las competencias que se deben desarrollar para ascender
- Sancionar las malas conductas reportadas
“El riesgo empieza cuando las cosas pequeñas se dejan pasar, esos cambios en las conductas que parecen pequeños. Por eso debe haber personas que estén vigilando que eso no suceda, y para ello no hay que dejar caer los parámetros de desempeño, de cumplimiento y de objetivos para alcanzar. Lo ideal es la prevención”, señaló Teresa Almaguer.
Desde la perspectiva de la especialista, en las empresas donde hay un deterioro de la integridad, por lo regular no se cuenta con una declaratoria de la visión y se da por hecho que las personas conocen las expectativas. “Pero es mejor declararlo, formar a la gente y medirlo”.