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¿Qué relación tienen el desempleo, la mala situación económica y el dolor físico?
Con datos de 1.3 millones de personas, el reporte Dolor físico, género y el estado de la economía en 146 naciones, de Lucía Macchia y Andrew Oswald, “proporciona la primera evidencia de que el nivel de dolor físico en una nación depende del estado de la economía”.
Cuanto peor está la economía en un momento y lugar determinados, más personas sienten dolor físico; este tipo de aflicción impacta más a las mujeres. Tras 10 años de investigación, Lucía Macchia, científica del comportamiento, descubrió que un aumento del 3% en el desempleo incrementa 1% los reportes de malestares en la población.
“El dolor físico es una de las experiencias humanas más severas. Por lo tanto, es uno de los más importantes de entender”, señala la investigadora. Sin embargo, a veces rehuimos encararlo. Quizá por eso ha sido poco abordado cómo la economía nos inflige de diferentes maneras.
Con datos de 1.3 millones de personas, el reporte Dolor físico, género y el estado de la economía en 146 naciones, “proporciona la primera evidencia de que el nivel de dolor físico en una nación depende del estado de la economía”.
La conclusión a la que llegaron Lucía Macchia y Andrew Oswald, profesor de Economía y Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Warwick y coautor del informe, es que “la preocupación económica puede crear dolor físico”.
Otro de los hallazgos más relevantes es que el incremento del dolor no sólo ocurre entre las personas que pierden sus trabajos, “se extiende mucho más allá de eso, a la sociedad en general”, incluso entre quienes tienen empleo.
El impacto desproporcionado en las mujeres
Las mujeres experimentan el aumento del dolor de manera desproporcionada en una recesión, señalan Macchia y Oswald. El incremento “es soportado casi exclusivamente” por ellas. Principalmente en naciones desarrolladas.
Esto se debe a diferentes factores. Es más probable que las mujeres estén a cargo de las tareas del hogar, dice la investigadora, incluidas las decisiones financieras. Eso podría contribuir a que sientan más dolor que los hombres “en una época en la que la planificación financiera es mucho más estresante”.
Otro hecho es que durante las recesiones económicas las mujeres experimentan más demanda de trabajo del hogar no remunerado y exceso de tareas en su empleo, donde además disminuye su autoridad. Todo eso “aumenta sus niveles de estrés y dolor”.
Hay otro factor de por sí ya doloroso. “Los estudios han demostrado que el desempleo está a menudo correlacionado con un aumento en la violencia doméstica, que podría llevar aún más a experiencias desproporcionadas de dolor entre las mujeres”.
Razones de peso para hacer algo
Alrededor de una cuarta parte de la población mundial sufre dolor físico agudo, intermitente o crónico, señala el estudio. Las causas son múltiples: una enfermedad, trauma, la ansiedad, el estrés o el síndrome de burnout (quemado).
Pero Macchia y Oswald quisieron explorar cómo influye la economía. “El razonamiento económico estándar tendería a predecir lo contrario”. Es decir, las personas trabajan más horas en los buenos tiempos, por lo que la gente experimenta más dolor. Pero no es así.
Otras investigaciones tradicionales señalan los accidentes, “una de las causas del dolor”, incrementan cuando hay más empleo. Bajo esas conjeturas se podría esperar que “una economía más lenta debería, en principio, ser más fácil para el cuerpo humano”.
No obstante, la inseguridad financiera y laboral, la incertidumbre y la falta de control sobre sus vidas que muchas personas sienten en una recesión económica pueden provocar “angustia mental, que a su vez puede causar dolor”, dice Lucía Macchia en su artículo El vínculo entre las recesiones y el dolor físico, en la revista Harvard Business Review.
“Esto es respaldado además por investigaciones, las cuales sugieren que el dolor psicológico y físico activan vías neuronales similares en el cerebro, lo que significa que las emociones negativas a veces pueden provocar sensaciones físicas negativas”.
Las personas que trabajan por hora tienen mayor incertidumbre financiera por no saber cuántas horas podrán laborar y por incapacidad de controlar y planificar su vida diaria, los horarios inconsistentes e impredecibles pueden contribuir sustancialmente al dolor mental y físico.
El dolor físico también tiene implicaciones financieras para las empresas, pues provoca tasas de absentismo más altas, más días de enfermedad y una rotación más rápida. Por ejemplo, un estudio sugiere “que el dolor físico puede ser un impulsor del declive de la fuerza laboral estadounidense desde 2007”, pues casi la mitad de los hombres que están fuera de la fuerza laboral toma algún tipo de analgésico.
Todo esto es motivo “para que científicos, los líderes empresariales y los responsables políticos profundicen en las causas fundamentales del dolor físico y encuentren formas de mejorar el bienestar individual, organizativo y social”, señalan los académicos.
Recomendaciones prácticas para las empresas
No hay respuestas fáciles ni una única solución para evitarle el dolor a la gente, dice Lucía Macchia. “Sin embargo, desarrollar una mayor conciencia de cómo la economía puede afectar a las experiencias individuales es un primer paso fundamental”.
Para aliviar el dolor físico en tiempos económicos difíciles es necesario “restaurar la sensación de control de las personas”. Las empresas tienen la posibilidad de hacerlo mejorando la seguridad financiera de su personal, sugiere la investigadora.
En principio, comprometerse —y cumplirlo— a no hacer despidos, ofrecer programas de préstamos de emergencia para ayudar a las trabajadoras y trabajadores a gestionar gastos inesperados, agrega.
Además, comunicar “claramente los riesgos y los planes de contingencia” reduce las “sorpresas desagradables”. De esa manera, las personas podrán prepararse sin sentir del todo la incertidumbre que producen los rumores.
Esa claridad debe tener especialmente quienes emplean a las personas por hora, avisándoles “con la mayor antelación posible cuando asignen turnos” y dándoles oportunidad para determinar sus propios horarios. “Esto puede ayudar a las personas a coordinar mejor sus horarios con otros miembros del hogar, aumentar su sentido de control y reducir el estrés”.