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Retorno a los centros de trabajo, nuevo reto para las empresas
Las oficinas son mucho más que espacios para llegar y desempeñar tareas rutinarias, se trata de escenarios donde las personas generan inteligencia social a muy diversos niveles, construyendo la vida cotidiana y aprendizaje organizacional.
El retorno a las oficinas está poniendo a prueba a las organizaciones. Sin que necesariamente represente un movimiento mayoritario o que se convierta incluso en una tendencia social de orden laboral, lo cierto es que un número razonable de colaboradores están pensando detenidamente qué hacer a pesar del insistente llamado de sus organizaciones.
No hay decisión casual. Nada más el impacto de la transportación en el ingreso/gasto de las personas ya es una variable significativa y a tomar muy en cuenta. Por un lado, hablamos del costo de ir del hogar al centro laboral, más el débito de energía que se invierte en el traslado. A ello, hay que sumar los importes a ejercer por concepto de compra y preparación de alimentos, entre otros. El puro factor económico/tiempo ya frena el deseo de volver.
Lo que antes formaba parte del presupuesto personal o familiar, hoy podría significar una merma. Y, después de todo, porqué debiera ser obligatorio volver a las oficinas si se ha demostrado que se puede ser efectivo y productivo de manera remota. Adicionalmente, aún cuando el semáforo epidemiológico se encuentra oficialmente en verde, no son pocos los que consideran que las medidas de protección deben mantenerse con firmeza. ¿Para qué exponerse a la convivencia e interacción social si no resulta indispensable?
Es decir, si el trabajo está dejando de ser un lugar, idea que prevalecía hasta antes de la pandemia de Covid-19, ¿qué nos espera? ¿qué habrá de suceder con las oficinas? No tengo la menor duda de que estos centros laborales en especial no debieran recuperar esa dinámica en donde se asiste con el interés de enviar correos electrónicos y responder llamadas.
Las oficinas, salas para reuniones y demás puntos para el trabajo son mucho más que espacios para llegar y desempeñar tareas rutinarias. Coincido con quienes subrayan que se trata de escenarios donde las personas generan inteligencia social a muy diversos niveles, construyendo la vida cotidiana por supuesto y, sobre todo, aprendizaje organizacional.
El nuevo estilo de relacionamiento que hemos desarrollado mediante la comunicación a distancia ha promovido, mayormente, que se estrechen interacciones y vínculos al interior de los equipos; digamos, entre los líderes y sus colaboradores inmediatos. Pero ¿qué ha sucedido con las redes más extendidas en la organización?”.
Aquellos encuentros entre colegas o compañeros de trabajo, más allá de las reuniones y las responsabilidades, prácticamente quedaron suspendidas y, señalan no pocos expertos, es a través de ellas donde fluyen la comprensión, la reproducción y la producción del conocimiento. Me refiero a todo aquello que va desde lo más elemental como conocer dónde se encuentra ubicada y cómo funciona la fotocopiadora, hasta cómo llevar a cabo una acción de las muchas previstas en políticas, manuales y procedimientos.
Recursos Humanos ahora enfrenta la tarea nada sencilla de impulsar, motivar e incluso convencer a las personas de los beneficios que representa la vuelta a las oficinas. Lograrlo, implica en primer lugar, tener una idea más precisa de quiénes somos en la empresa. Me refiero, a nuestra demografía más allá del cliché de las generaciones.
Hoy debemos ocuparnos más y con profundidad sobre el perfil de las personas y sus necesidades para diseñar mejor la propuesta de valor que les ofrecerá la organización. De lo contrario, muchos más de los que pensamos empezarán a confirmar sus renuncias reales al equipo o, peor aún, pondrán en práctica una renuncia psicológica porque no se les está tomando en cuenta y, sin embargo, seguirán formando parte de la compañía.
No podemos dejar nada al azar. Conocer y entender qué es lo que cada individuo requiere se torna mucho más complejo a medida que el volumen de compañeras y compañeros es mayor. De ahí que debemos echar mano de todos los datos e información disponibles, para traducirlos en estrategia de la mejor calidad.
Tenemos mucho que reflexionar y, sobre todo, poner manos a la obra para hacer labor de diseño e implementación ágil de un programa determinante y por etapas de regreso a las oficinas. Me refiero a uno donde la idea que prive de fondo sea la flexibilidad que nos permita llegar a un balance entre lo que requiere la empresa y las nuevas expectativas y demandas de las personas.
*El autor es Director General de la Asociación Mexicana en Dirección de Recursos Humanos (@Amedirh)