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La catarsis de Salvador Cabañas: altruismo y deporte

Luego de 11 años viviendo con una bala en la cabeza, desmiente estar en la pobreza o sufriendo por recuerdos. La ex estrella del América ha invertido en bienes raíces, un complejo deportivo y vincula su imagen a acciones en favor de la salud.

Una pechuga de pollo asada, acompañada de arroz y verduras, espera sobre la mesa. Alrededor de ella, unos niños con la playera del Club América aguardan de pie con la cámara prendida de sus celulares y tablets. Su ilusión es grabar al menos por unos segundos a un ídolo al que quizás nunca vieron jugar, pues desde hace 11 años una bala se alojó en su cabeza y le provocó un retiro prematuro. Su nombre es Salvador Cabañas y su leyenda estuvo de regreso en México.

“Interiormente estoy muy bien, siempre lo diré donde sea, estoy en paz porque Jesucristo me dio otra oportunidad y por estoy aquí compartiendo con toda la gente. Nunca me he arrepentido de nada porque siempre he tratado de apoyar y lo seguiré haciendo, compartirle a los demás que siempre tengan mentalidad positiva para salir adelante y seguir vivos”, describe el delantero paraguayo, que brilló en México entre 2003 y 2010 portando las playeras de Jaguares de Chiapas y América.

Cabañas ha visitado México al menos cuatro veces desde el atentado que sufrió el 25 de enero de 2010, cuando era jugador del América y se perfilaba para el Mundial de Sudáfrica como la máxima estrella de su país. Su más reciente visita fue para inaugurar la clínica BioMéxico en el municipio de Oaxtepec, Morelos, especializada en pacientes de alto riego de padecimientos como traumas raquimedulares, cáncer o melitis transversa.

“Chava es un ejemplo de vida, es alguien que vivió una situación desafortunada como todos los que estamos aquí y nos demuestra que luchando y haciendo las cosas bien puedes salir adelante. La vida es así, incierta, en cualquier momento te puede cambiar y no hay buenos ni malos, la cosa es nunca rendirte como lo hizo él”, cuenta a este diario Mario Sánchez, un joven con una lesión a nivel T2 (médula espinal) por arma de fuego y que saludó a Cabañas con su camiseta del América puesta.

Así como Mario, otros niños, adolescentes y adultos aprovecharon para tomarse una fotografía con el ex futbolista, que accedía a todas las solicitudes con una sonrisa y dándoles palabras de apoyo. En días previos, el paraguayo también aprovechó para saludar a su ex compañero, Guillermo Ochoa, y también para ver un partido del América en el estadio Azteca.

Esa es su nueva forma de vida. Salvador Cabañas descarta estar en la pobreza y más bien explica que posee propiedades inmobiliarias que da en renta, así como un complejo deportivo. También resalta que ha sobrevivido dedicándose al futbol como auxiliar técnico y directivo, pero agregando esta versión de altruismo para contar su historia en las organizaciones que lo inviten.

“Estoy muy contento de compartir momentos con la gente que no puede caminar y darles una historia de cómo fui cuando estaba jugando y después del atentado, esto es fundamental para ellos para que sigan pensando que pueden hacer muchas cosas, que se pueden recuperar y estar bien, que siempre piensen en vivir. Me gustaría mucho seguir (colaborando con estos proyectos), el problema es que tengo que regresar a mi país, hacer funcionar las cosas que tengo por allá y compartir tiempo también con mi familia”, dice el paraguayo en charla uno a uno con El Economista.

Campeón de goleo en México en el Apertura 2006, Salvador Cabañas actualmente posee un complejo deportivo que da en renta en la ciudad de Villa Elisa, a 19 kilómetros de Asunción, la capital de Paraguay, además, “tengo casas y muchos lugares que estoy alquilando y me están generando dinero”. No obstante, también ha recibido ingresos por sus entrevistas. Una fuente anónima que fue parte de uno de los clubes en los que jugó mencionó que llegó a cobrar alrededor de 100,000 pesos por una charla en televisión en 2012.

En cuanto al futbol, todavía jugó 14 partidos en el profesionalismo con el club 12 de octubre de su país apenas dos años después del atentado, pero en 2015 anunció su retiro definitivo. Desde entonces, ha tenido cargos como el de auxiliar técnico del Aquidaban, un equipo de divisiones inferiores de su natal Itaugua, en Paraguay, así como directivo de Cafetaleros de Chiapas en la extinta liga de Ascenso MX.

“El futbol no quedó en deuda conmigo, yo quedé en deuda con el futbol porque después de eso (el atentado) me retiré totalmente. Viví muchas cosas muy buenas a nivel deportivo, individual y por eso siempre voy a agradecer a la gente (…) Todavía estoy metido en el futbol y ahora más todavía con los jóvenes que me necesitan para darles apoyo mental, hablándoles para motivarlos a seguir adelante”.

¿Qué importancia debe tener para un futbolista el asegurarse, qué consejo le das a las nuevas generaciones de futbolistas?

“Eso es interesante. Yo creo que un futbolista o deportista debe de pensar en eso, tratar de tener su vida asegurada y meterse en estas cosas porque son importantísimas. Eso te va a ayudar dentro de poco, porque la carrera de un jugador dura 10 o 15 años y después se tiene que retirar y debe tener algunas cosas que hacer y también una cuenta para estar bien”.

Salvador ahora tiene 41 años. Llegó a México a los 23 y se convirtió en el máximo goleador en la corta historia de Jaguares de Chiapas (15 años en Primera División) para después dar el salto al América por casi 10 veces más de su precio (a Chiapas llegó desde Chile por 380,000 euros y se fue vendido al América por cuatro millones, de acuerdo con Transfermarkt).

Su historia dejó atónito al mundo por caerse de golpe cuando ya se hablaba de su traspaso al Manchester United y de la Copa del Mundo de Sudáfrica. A más de una década de todo ese panorama, ahora Cabañas camina tranquilo por una clínica de Oaxtepec con una mirada tímida, voz tenue y una seriedad que contrasta con aquellas tardes en las que bailaba cada que metía un gol en el estadio Azteca.

“Lo que siempre le digo a los jóvenes es que, supuestamente, yo nunca más iba a caminar, los doctores me dijeron que no y que no iba a estar parado en ningún momento; lo bueno es que hice bien la recuperación y debido a que era futbolista en ese tiempo, me recuperé muy rápido (...) Ya terminé todo lo que era hospitalización y rehabilitación, lo he terminado completamente y por eso ya estoy así, al 100%. Quiero vivir la vida, compartir con la gente y ayudar a los que lo necesitan”.

A raíz de todo esto, Cabañas incluso menciona que ha sostenido pláticas en Estados Unidos para que se ruede una película sobre su vida: “Estamos conversando y dentro de poco veremos qué pasa”. Así, entraría a la alfombra roja de futbolistas con películas o documentales sobre su vida, como Pelé, Diego Armando Maradona, Keylor Navas y ‘Mágico’ González en Latinoamérica.

Pese a ser cuestionado sobre su pasado y otros temas ajenos al futbol, Salvador Cabañas nunca perdió los estribos frente a los micrófonos. Su mirada es profunda y seria. Sus mensajes del futuro están dedicados a sus dos hijos. Pero en el presente habla de fe, resiliencia y sus deseos de querer ayudar a la gente. En el uno a uno que sostuvo con este diario dejó claro que el nombre de Salvador Cabañas se ha forjado una leyenda gracias al futbol y nada más.

“Siempre voy a agradecer a la gente que siempre estuvo conmigo cuando era futbolista, ya sea en Chiapas o América, siempre voy a estar agradecido porque gracias a ellos yo entraba al campo a tratar de ganar. El futbol me dejó muchísimas cosas buenas, positivas y muchas amistades”.

Después de una catarsis de 11 años, el paraguayo ya no porta ese look con cola de caballo y piernas musculosas que le dejaron tantas satisfacciones con su selección y a nivel clubes. Ahora, con una sonrisa más tenue, porta el jersey que le regaló la clínica BioMéxico con el apellido Cabañas y el número 10 en su espalda. Es la evolución de vida de alguien que se convirtió en leyenda antes de completar su historia dentro del campo, aunque quizás el epílogo estaba predestinado a escribirse fuera de él.

fredi.figueroa@eleconomista.mx

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