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El control del crecimiento
El empresario deberá ejecutar un estricto control de manejo de recursos y de avances, con objeto de no alcanzar un nivel de poca recuperabilidad y rentabilidad
Ya en artículos pasados hemos hablados del crecimiento y del control presupuestal. Normalmente invertimos en las empresas para que nuestra inversión crezca y se multiplique.
También en artículos anteriores tratamos los problemas que tienen las organizaciones que de un emprendedor se convierten en empresas familiares, y después la transición que tienen hacia la institucionalización.
Sin embargo en todo ese proceso es necesario controlar los recursos que va generando la empresa para que le ayuden a crecer.
Es muy común que, en los negocios que tienen un buen potencial de crecimiento, llegue el momento en que tengan que cerrar las puertas por problemas de liquidez o un exceso de costo financiero, que les drenan los recursos.
Normalmente las empresas que prestan, aun cuando hacen un análisis de los flujos de efectivo y de la capacidad de pago de las empresas, están más preocupadas por recuperar su dinero y cobrar los intereses pactados. En realidad, el que un prestamista se haga llamar socio de negocios es una alegoría porque, al final del día, su negocio es prestar y obtener un rendimiento sobre lo que presta. Es decir, que va a buscar recuperar su dinero y su ganancia a como dé lugar.
La responsabilidad de obtener suficientes flujos y rendimiento de su negocio para pagar sus costos (incluyendo depreciación, intereses e impuestos), sus deudas y obtener ganancia, es exclusivamente del empresario. Pero adicionalmente, si quiere crecer, el ciclo se repite y se multiplica. Es la habilidad del empresario evitar que ese ciclo se convierta en un círculo vicioso y convertirlo en un círculo virtuoso.
El empresario debe establecer métodos, políticas y procedimientos que le permitan mantener un estricto control de los recursos de la empresa y evitar que haya despilfarros, aún por parte de los accionistas.
Antes de repartirse ganancias, ya sea mediante dividendos o mediante remuneraciones o gastos incurridos, el empresario debe definir cuanto está dispuesto a invertir el en crecimiento de sus negocio.
En este proceso, deberá definir qué nuevo negocio es factible de ser desarrollado para diversificar su área de acción, sin arriesgar los recursos que le permitan seguir con el negocio existente, pero alcanzar nuevos horizontes en su crecimiento. Normalmente, esa diversificación deberá ser dirigida hacia ámbitos de negocio complementarios o integradores de su propio negocio. Sin embargo, no siempre será así.
Además debe definir cuál es su apetito al riesgo, es decir, hasta donde está dispuesto a arriesgar los recursos en la búsqueda de nuevos negocios. Como parte de esto debe invertir en obtener y analizar la mayor cantidad de información del negocio potencial.
Una vez hecho esto deberá hacer una mejor estimación (los más conservadora posible) del desarrollo del negocio, incluyendo la inversión, los intereses que esta generará , el período en que será necesario invertir antes de obtener resultados (incluyendo etapas de diseño, compra, desarrollo, construcción y puesta en marcha del nuevo negocio), y de los resultados que generará la nueva empresa (definiéndolos como la utilidad neta partiendo de los ingresos que generará menos los costos, gastos de distribución, administrativos, depreciación y amortización, intereses e impuestos que genere), con objeto de definir el tiempo en que será recuperada la inversión y cuanto generará de ganancias efectivas.
Sobre todo lo anterior, el empresario deberá ejecutar un estricto control de manejo de recursos y de avances, con objeto de no alcanzar un nivel de poca recuperabilidad y rentabilidad.