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El Empresario

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El lado positivo del estrés en las organizaciones

Saber cuándo y cómo meter la presión adecuada al equipo de trabajo ayuda a sacarlo de su zona de confort y lo coloca en una “incomodidad productiva”

Nos hemos acostumbrado a ver al estrés como algo negativo, que se debe evitar en las organizaciones. Sin embargo, Liane Davey, empresaria y experta en temas de liderazgo recuerda que un poco de estrés puede hacer mucho por los equipos de trabajo, sobre todo cuando se intenta cambiar o revitalizar la cultura empresarial.

En un artículo publicado en la Harvad Business Review, la autora del libro You First: Inspire Your Team to Grow Up, Get Along, and Get Stuff Done, indica que el tipo de estrés que se necesita para cambiar a una organización es aquel que contrarresta la potente inercia de los hábitos.

Demasiado estrés inmoviliza a la gente y ahoga la creatividad, pero también desencadena una actividad frenética, aunque ineficaz. El punto medio entre estos dos extremos genera una presión positiva en la dirección del cambio deseado, sin provocar un debilitamiento preocupante. Esta zona mágica es la que John Kotter definió como “incomodidad productiva”, subraya Davey.

Para sacarle provecho, la cofundadora de 3COze Inc, invita a detectar el nivel de estrés en el equipo de trabajo. Por un lado puede haber personas muy cómodas con el statu quo, quienes llegan tarde, alargan demasiado los descansos y son los primeros en abandonar la oficina.

También están aquellas a las que el estrés las está limitando, no hay un patrón único, así que habrá que observar desviaciones de comportamientos habituales, como si trabajan más horas, obvian descansar o comer y se muestran irascibles con sus compañeros, o bien están extrañamente callados.

Conocer el nivel de estrés en el equipo, permitirá saber si se debe pisar el acelerador o levantar el pie, señala Liane Davey. Si el estrés es poco, recomienda hacer que el empleado perciba que usted se está fijando en su comportamiento, aumentar la frecuencia del feedback, pero con baja intensidad. Si no ve mejoría, pise un poco más el acelerador.

Conectar el comportamiento de la persona o del equipo a algo más grande (“El vicepresidente se alarmó por nuestros resultados, y amenazó con tomar medidas drásticas, le aseguré que los datos no eran representativos, pero no podré hacerlo otra vez”), deje que haya consecuencias negativas naturales por la falta de acción, como cancelar algún bono.

Si la presión por el estrés aumenta demasiado, Liane Davey, quien junto con Vince Molinaro y David S. Weiss, escribió el libro “Leadership Solutions: The Pathway to Bridge the Leadership Gap”, recomienda proporcionar más tiempo al feedback y al coaching, reconociendo las pequeñas victorias y ayudar a resolver problemas para generar impulso, con un tono que transmita tranquilidad.

También puede descomponer el problema en piezas más pequeñas, para enfocarse en una parte específica de éste e involucrar a más personas para que cada uno se encargue de una pieza. Ayuda darle estructura al desafío y ser un ejemplo de confianza para evitar que el equipo caiga en pánico.

Davey precisa que las personas experimentan diferentes estados emocionales y mentales y, ante la presión, unos crecen y otros se encogen. Por lo tanto, recomienda mantener conversaciones uno a uno para ajustar la presión. El cometido del jefe, finalmente es monitorear contantemente al equipo y corregir el rumbo hacia el rango positivo de incomodidad, que es “la zona mágica donde se producen los cambios”.

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