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Con o sin TLCAN, la apertura no debe parar: Serra

El gobierno mexicano debe privilegiar una renegociación que sea buena en el largo plazo sobre contener variables de corto plazo como el tipo de cambio, opinan el exnegociador del TLCAN y Eduardo Pérez Motta.

Al margen de si continua o no el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México debe evitar cualquier forma de proteccionismo y seguir con su agenda de apertura comercial, recomendaron Jaime Serra Puche y Eduardo Pérez Motta, presidente y socio, respectivamente de SAI Consultores.

Serra Puche, quien fue la cabeza negociadora de México del TLCAN en su nacimiento, en 1992-1994, ve con especial preocupación que la terminación o degradación del acuerdo de pie a la implantación de barreras comerciales o al comercio administrado, con todos sus mecanismos como cupos y permisos de exportación, instrumentos que “hicieron daño” y limitaron a la economía mexicana en el pasado.

“Mucha de nuestra actividad exportadora (antes del TLCAN) era de decisiones de corto plazo, que en la manufactura no caben. Teníamos empresas en México que cerraban su planta en octubre o noviembre para no producir más allá de lo que no podían exportar debido al cupo y también para no pagar inventarios. Eso desapareció con el TLCAN desde el primer día”, relata en entrevista con El Economista.

Reconoce que, a diferencia de hace 25 años, cuando el TLCAN fue negociado originalmente, la situación de México en la renegociación del acuerdo es complicada, pues es una posición “defensiva” –debido a que fue Estados Unidos quien forzó la revisión–, además de que existe un claro distanciamiento respecto de la postura estadounidense.

“Antes los tres países sabíamos a dónde queríamos llegar (a la apertura comercial). La negociación fue sobre cómo llegar, no sobre si llegar o no, a diferencia de ahora”, apunta.

Hoy entre las propuestas estadounidenses para modificar el pacto comercial figuran las restricciones para exportar productos agrícolas por estacionalidad, la inclusión de un contenido estadounidense mínimo para exportar coches sin aranceles y la facilitación para imponer cuotas antidumping.

“Desafortunadamente, lo que quiere introducir el gobierno de EU es incertidumbre. Es ir contra el corazón de la lógica de un tratado de libre comercio y ese es el riesgo”, comenta Eduardo Pérez Motta, ex presidente de la antigua Comisión Federal de Competencia (CFC) y quien fue parte del equipo negociador del TLCAN de Jaime Serra en 1992-1994.

Pero con todo y las grandes diferencias, México está sentado en la mesa de conversaciones y “toda negociación requiere de un grado de flexibilidad porque si no, no lo es”, afirma Serra Puche. En este punto, opina sobre la contrapropuesta mexicana al planteamiento estadounidense de incluir en el nuevo acuerdo la llamada cláusula sunset, para terminar el TLCAN en automático cada cinco años.

Asevera que la revisión quinquenal del acuerdo sin una muerte súbita, propuesta que reviró el gobierno mexicano, puede ser positiva, siempre y cuando México no permita que se utilicen métricas como el déficit comercial para evaluar si el acuerdo ha sido exitoso o no. “El déficit comercial no depende de la política comercial sino del déficit fiscal. Echarle la culpa al TLCAN es inaceptable. Ningún cambio en el acuerdo lo va a corregir”, puntualiza.

Añade que ante la complejidad de las conversaciones México debe manejar a su favor factores como la indisoluble integración de cadenas productivas que ha forjado con EU a partir del TLCAN, lo que ha dado a lo que, jocosamente, Serra llama “el teorema del huevo revuelto”. “Una vez que tú revuelves un huevo ya no lo puedes hacer estrellado. Eso ilustra lo que ha ocurrido con la región norteamericana: se han integrado tanto las cadenas de valor, que ya es muy difícil darles marcha atrás”, afirma.

Peligros de la premura

Un tema esencial de las conversaciones, advirtieron, es que la urgencia de sacar la negociación para evitar que en México se desborden elementos de corto plazo como el tipo de cambio en un año electoral, no debe orillar a aceptar una negociación que afecte en el largo plazo.

“El reto es que un gobierno que está negociando tome decisiones de Estado que van más allá del término de su administración. Que no ponga en riesgo, por presiones de corto plazo, decisiones que tocan el corazón de la economía mexicana en el largo plazo”, dijo Eduardo Pérez Motta.

empresas@eleconomista.mx

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