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Finanzas Personales

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El trasfondo conductual ?de la corrupción

En nuestro país, se ha entrado en una dinámica en la que pareciera que la única forma de combatir la corrupción es creando más leyes.

Es el deber de la juventud retar a la corrupción.

Kurt Cobain, músico exlíder de Nirvana

La corrupción es un tema presente en la vida pública y privada de nuestro país. Particularmente en años recientes, la mayor facilidad para obtener y difundir información (fundada o infundada) permite evidenciar prácticas de corrupción cuyo conocimiento rápidamente se extiende, provocando reacciones diversas en la sociedad.

Es frecuente escuchar que la corrupción en México es cultural y que por ello trasciende épocas y gobiernos, lo cual no deja de implicar un cierto nivel de resignación. La conclusión de esta visión pareciera ser que el país es corrupto, simplemente porque así somos.

Esta visión responde parcialmente a una cierta forma etnocéntrica de interpretarnos como nación, en la que nos conferimos características especiales -tanto positivas como, en este caso, negativas- que creemos que ningún otro grupo o nación comparten. Sin embargo, la naturaleza humana es la que se encuentra detrás de los actos de corrupción y la conducta depende no tanto de una cuestión de nacionalidad o cultura, como de los cauces que se establecen a la conducta de las personas y que llevan a que ésta se manifieste de manera negativa o que se mantenga dentro de los parámetros que permiten una adecuada convivencia social.

La experiencia internacional y la evidencia de estudios experimentales realizados en todo el mundo muestran que la corrupción -entendida como una conducta deshonesta- depende menos de una visión romántica de personas buenas o malas, que del establecimiento de arreglos institucionales que limiten y den cauce a la conducta. De acuerdo con el estudio titulado Corrupción , publicado por Banerjee, Mullainathan y Hanna, el nivel de corrupción de una sociedad o de un grupo es inversamente proporcional a la percepción que se tiene de que dicha conducta negativa será descubierta y, de manera más importante, castigada.

Un segundo factor de contención de la corrupción se refiere a mecanismos ágiles de monitoreo de la conducta de servidores públicos y, en su caso, de la sociedad, sobre todo en los momentos y coyunturas en los que dicha corrupción es más probable que se presente: particularmente en momentos en los que existe un potencial beneficio relevante asociado a la conducta ilegal. Ello, sin importar el nivel de la conducta ilícita y castigando tanto a los servidores que incurren en actos corruptos como a las personas o instituciones que los promueven.

Diversos estudios muestran que un factor que acrecienta la corrupción es el nivel de presencia del gobierno en la vida cotidiana de la sociedad. A mayores niveles de regulación, cuando se trata de un exceso de las normas detalladas que rigen las actividades de las personas o las empresas, es mayor el potencial beneficio que implica para una persona omitir el cumplimiento a través de un acto de corrupción. De ahí que la recomendación internacional implica procesos de simplificación administrativa e incluso la salida de la acción gubernamental de muchas tareas en que su presencia es innecesaria y francamente inhibitoria para un adecuado desarrollo.

En nuestro país se ha entrado en una dinámica en la que pareciera que la única forma de combatir la corrupción es creando más leyes, pero si bien marcos más estrictos que permitan un castigo son deseables, se trata hoy más de un problema de capacidad institucional para aplicar las normas existentes y hacerlo de manera expedita con castigos puntuales en todos los niveles de la acción pública.

Hoy la corrupción se encuentra extendida en nuestro país, fundamentalmente como resultado de una percepción, claramente fundada, de que los actos de corrupción, aun cuando sean identificados, no son perseguidos ni castigados. Y no podemos hablar de que dicha práctica sea monopolio de alguna fuerza, corriente política o de un nivel de gobierno.

Cuando vemos el caso de Brasil y nos alarmamos del nivel de corrupción, deberíamos admirar la capacidad institucional para cuestionar y buscar castigar a los más altos niveles de gobierno. Cuando en México la logremos, estaremos en el camino para combatir genuinamente prácticas que inhiben el crecimiento y afectan el bienestar de las familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.

Síguelo en Twitter: ?@martinezsolares

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