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Geopolítica

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Arabia Saudí pasó de ser considerado un país "paria" a ser clave en la economía global

Arabia Saudí se ha convertido en un actor clave en el mapa empresarial, financiero y geopolítico del mundo.

Foto: Reuters

La compra de 9.9% de Telefónica por parte de la operadora saudí STC es apenas una pequeña pieza dentro de una ambiciosa estrategia política y económica con la que Arabia Saudí aspira a transformar el país y ganar influencia.

Arabia Saudí se ha convertido en un actor clave en el mapa empresarial, financiero y geopolítico del mundo.

Con dos millones de metros cuadrados de desierto y 34 millones de habitantes, el principal país del Golfo Pérsico y primer exportador mundial de petróleo lleva varios años buscando y llevando a cabo inversiones millonarias por todo el mundo y en los sectores más diversos; desde la tecnología hasta las renovables pasando por deportes como el fútbol, golf e incluso las artes marciales. Su objetivo: diversificar una economía basada en el petróleo y adaptarse a los cambios derivados de un nuevo paradigma energético global que quiere dejar atrás los combustibles fósiles.

La propia Arabia Saudí se ha comprometido a lograr el objetivo de cero emisiones de gases de efecto invernadero para 2060.

Pero, esta estrategia no responde sólo a una necesidad de supervivencia. A través de sus inversiones en todo el mundo, Riyadh busca también un camino para ganar influencia a nivel global.

En un contexto de incertidumbre política y económica global, marcado por las tensiones surgidas a raíz de la invasión de Ucrania por parte de Rusia y por el endurecimiento de las condiciones de financiación para gobiernos y empresas, el país árabe se ha convertido en una fuente aparentemente inagotable de dinero. Sus petrodólares están sirviendo para suavizar las críticas que aún suscita su deficitaria relación con los derechos humanos.

Atrás queda el boicot que en 2018 llevaron a cabo las personalidades, directivos y políticos de todo el mundo invitados a la segunda edición del Future Investment Initiative, el conocido como Davos del Desierto. Fue su manera de protestar por el asesinato del periodista y colaborador de The Washington Post Jamal Khashoggi.

Superado aquel bache reputacional, el foro celebrará el mes que viene su séptima edición con Arabia Saudí protagonizando los titulares de la prensa económica mundial. El programa de este año está aún por cerrar pero en la sexta edición participaron los primeros espadas de Wall Street, como Ray Dalio, fundador de Bridgewater; Jamie Dimon presidente y CEO de JPMorgan o David Solomon, presidente y CEO de Goldman Sachs.

Representantes políticos de alto nivel de Reino Unido, Grecia o Finlandia completaron el panel junto a expertos en turismo, tecnología, sostenibilidad o Inteligencia Artificial.

Bin Salman, de villano a estratega

El príncipe heredero Mohamed bin Salman es la persona que ha puesto a Arabia Saudí en el mapa financiero y geopolítico global.

Con sólo 37 años, es uno de los hombres más ricos del mundo (se estima que cuenta con una fortuna personal cercana a los 20,000 millones de dólares y pilota el enormemente ambicioso plan de transformación Vision 2030, que él mismo impulsó en 2016. 

Aunque la Casa Blanca apuntó directamente al príncipe como responsable último del asesinato de Khashoggi, el paso del tiempo, el dinero y la oportunidad han contribuido a rehabilitar su figura.

El 16 de julio del año pasado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que en la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2020 llegó a decir que convertiría a Arabia Saudí en un estado "paria", zanjó este capítulo visitando Arabia Saudí y saludando a Bin Salman con un cordial choque de puños.

El príncipe está ejecutando sus planes de transformación para el país desde distintos ángulos. A nivel interno quiere convertir Arabia Saudí en un país moderno y con una economía diversificada y atractiva para la inversión extranjera; los tímidos avances registrados en materia de derechos humanos (como, por ejemplo, permitir a las mujeres conducir o no exigirles el permiso de un hombre para trabajar o viajar) van en esa dirección.

De forma paralela, quiere que su país sea relevante en el tablero geopolítico. Su próxima incorporación al grupo de los BRICS (el principal bloque de países emergentes), su relación cercana con Rusia y China y las cascada de inversiones que está llevando a cabo en todo el mundo forman parte de esa estrategia.

Vision 2030

Visión 2030 es el plan que recoge los objetivos que, como país, se ha marcado Arabia Saudí para esa fecha. Las inversiones previstas hasta 2025 alcanzan los 360,000 millones de euros y el petróleo será su principal fuente de financiación.

El año pasado, la petrolera estatal Aramco obtuvo un beneficio de 161,000 millones de dólares. El fondo soberano del país, el Public Investment Fund (PIF), gestiona 600,000 millones de dólares, aunque aspira a llegar hasta el billón.

Las cuentas del país están más que saneadas. Gracias a los ingresos extra derivados del encarecimiento del precio del crudo (a raíz de la guerra en Ucrania) Arabia Saudí cuenta con un superavit que asciende al 13.6% del Producto Interior Bruto (PIB).

Visión 2030 prevé la privatización de 146 empresas estatales para elevar hasta 65% el peso del sector privado sobre el PIB. Aspira también a elevar la Inversión Extranjera Directa (IED) hasta 5.7% del PIB y elevar las exportaciones no petroleras desde el actual 16% hasta 50 por ciento. Con esas cifras, Arabia Saudí podría ubicarse entre las diez economía más competitivas del mundo.

La industria y el turismo serán los pilares de la transformación. En el terreno industrial, el gobierno saudí quiere multiplicar por seis sus exportaciones anuales de tecnología avanzada. Hacerlo crearía más de 60,000 empleos cualificados, según sus cálculos.

Tras el lanzamiento de Vision 2030 se ha duplicado el número de establecimientos industriales hasta superar los 10,000. La idea es que para 2035 haya unas 36,000 fábricas a pleno rendimiento en el país.

Dentro del ámbito de las infraestructuras destacan el sector aéreo, el transporte marítimo y el ferrocarril, con unas inversiones calculadas en 150,000 millones de dólares; Arabia Saudí confía en que 65% de ese monto provenga del capital extranjero.

El Gobierno saudí está haciendo esfuerzos para atraer inversiones mediante una mejora de la legislación. El año pasado aprobó una ley que garantiza el trato de igualdad, de imparcialidad y no discriminatorio entre los inversores nacionales e internacionales ante las leyes y regulaciones locales.

En ese contexto de apertura, el año pasado, Riyadh firmó un acuerdo con la gestora estadounidense BlackRock (una de las mayores del mundo) para colaborar en la tarea de atraer inversiones.

Presencia global

La otra pata de la Visión 2030 tiene que ver con la presencia de Arabia Saudí en el mundo. El país ha incrementado de forma notable su peso a nivel global en sectores como las telecomunicaciones (además de 9.9% de Telefónica tienen también el 15% de Vodafone), los videojuegos (posee 8.99% de EA Sports, que comercializa el juego FIFA ahora EA Sports FC) y es el principal accionista extranjero de Nintendo, con un 8.96 por ciento.

Su apuesta por la tecnología y la innovación es también considerable. Hace apenas unos días anunció que había comprado a Nvidia 3,000 chips H100, un procesador de 40,000 dólares que, según describe el director ejecutivo de la compañía, Jensen Huang, es "el primer chips para ordenador diseñado de forma expresa para la IA generativa".

El aumento del peso económico de Arabia Saudí a nivel global, forjado gracias a su músculo financiero, ha llegado acompañado de un incremento de su relevancia geopolítica. A finales de agosto los BRICS anunciaron que Arabia Saudí entrará en el bloque junto a otros cinco países). Rusia y China son dos de los países promotores de esta iniciativa que quiere ejercer de contrapeso al poder occidental.

Dentro de esa renovada estrategia diplomática, el pasado marzo Arabia Saudí firmó un acuerdo con Irán como primer paso hacia la normalización de las relaciones entre ambas potencias regionales tras diez años de ruptura. El entendimiento aporta estabilidad a la región; un clima de paz es indispensable para que Riyadh pueda exprimir al máximo el potencial de su agenda reformista.

Por otra parte, la pérdida de influencia de Estados Unidos en Oriente Próximo ha llevado a la monarquía árabe a buscar aliados más poderosos y se ha girado hacia Rusia y, sobre todo, hacia China. No es casualidad que el entendimiento entre Arabia Saudí e Irán se firmara en Pekín. El gobierno de Xi Jinping tiene la capacidad de controlar a Teherán, porque el régimen iraní depende del oxígeno económico que le suministra el gigante asiático.

Además, la intermediación de China lanza un serio mensaje a Washington. Le la recuerda que si renuncia a su influencia en Oriente Próximo otras potencias asumirán el lugar que queda vacante.

Neom: ciudades futuristas entre las dunas del desierto

La transformación económica y social que busca Arabia Saudí será también estética y tecnológica.

Si el petróleo logró convertir un país de pastores nómadas en uno de los principales focos de riqueza del mundo, el gobierno saudí quiere transformar ahora una región de 26,000 metros cuadrados en Neom, un proyecto que albergará un puerto al Mar Rojo (por donde fluye casi un 10% del comercio mundial), una estación de esquí y The Line, una ciudad de 170 kilómetros de largo y sólo 200 metros de ancho sin carreteras, coches ni emisiones de CO2.

El objetivo es que los nueve millones de personas que residirán en esta ciudad tengan acceso a todos los servicios que necesiten a cinco minutos andando. Todos esos proyectos funcionarán con energías limpias. La región será calificada como zona económica especial, por lo que contará con sus propias leyes civiles y tributarias y costumbres sociales occidentales, según consta en el proyecto.

La inversión que se realizará para hacer realidad esta megarregión asciende a 500,000 millones de dólares. Según la web oficial de NEOM, los 16 sectores presentes en la zona (energía, movilidad, agua, biotecnología, comida, manufactura, comunicación, entretenimiento y moda, tecnología, turismo, deporte, servicios, salud y bienestar, educación, y habitabilidad) generarán 100,000 millones de dólares al año.

El gobierno saudí ha asegurado que hay ya más de 400 empresas extranjeras interesadas en participar en el desarrollo de Neom. Arabia Saudí quiere que esta región futurista se convierta en el principal reclamos turístico del país. Un turismo de lujo. En la actualidad el turismo apenas representa 3% del PIB saudí.

El objetivo de Visión 2030 es que se multiplique por tres para esa fecha. Por el momento, el año pasado los ingresos por turismo aumentaron un 225 %, en el primer trimestre del año, alcanzando así unos beneficios de 9,800 millones de dólares.

Fútbol y Golf, la cara más popular de la inversión saudí

Las inversiones de Arabia Saudí ocupan titulares desde hace meses, y no sólo en la prensa económica, sino también en la deportiva. La apuesta por el fútbol es la más llamativa en el ámbito deportivo.

Para empezar, la Supercopa de España de fútbol se celebra todos los años en el país saudí gracias a un acuerdo cerrado en 2019 por Luis Rubiales en calidad de presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).

Este acuerdo reporta 40 millones de euros al fútbol español. Esa cantidad se reduce en 5 millones en el caso de que Real Madrid o Barcelona no se clasifiquen; si se da la circunstancia de que los dos gigantes del fútbol español no juegan el torneo los cuarenta millones iniciales se quedan en treinta.

Pero, además, el interés de Arabia Saudí por atraer futbolistas de élite a su liga ha roto el mercado de fichajes. Cristiano Ronaldo juega en el país árabe a cambio de 200 millones de euros al año. Otras reconocidas estrellas, como Neymar o Benzemá, también han recalado en el país.

El dinero saudí ha comprado también equipos enteros, como el británico Newcastle, que fue adquirido en 2021 por el fondo soberano del país a cambio de 350 millones de euros.

El golf ha sido otro de los deportes sobre los que Arabia Saudí ha puesto el foco. El fondo soberano del país árabe creo una nueva liga de golf, la LIV Golf, y fue reclutando jugadores, uno a uno, para que abandonaran la PGA Tour, que era la principal liga a nivel mundial.

El dinero saudí logró atraer a todos los principales golfistas del mundo, incluido John Rahm, número uno de la clasificación.

Para evitar su colapso y la pérdida de miles de millones de dólares en contratos de retransmisión y patrocinios, PGA Tour llegó finalmente a un acuerdo con el fondo soberanos saudí y las dos ligas se unieron len una sola.

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