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Geopolítica

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¿Está volviendo el nacionalsocialismo al ejército alemán?

Foto: Shutterstock

El 7 de diciembre de 2022 los medios de comunicación de todo el mundo publicaron la noticia de que la policía alemana había desarticulado una conspiración que, bajo el nombre de Der Tag X (El Día X), pretendía destruir el sistema democrático alemán. En la misma participaban civiles pertenecientes a la organización de extrema derecha Ciudadanos del Reich, miembros de las Fuerzas Armadas, del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) y expolicías.

Aunque esta noticia provocó un gran impacto en todo el mundo, no era la primera conjura que bajo el nombre simbólico de Der Tag X se descubría en Alemania durante el siglo XXI, ni la primera operación involucionista en la que participaban militares.

Desde la última década del siglo XX, los políticos alemanes comprobaron con alarmismo el renacimiento de la extrema derecha y más concretamente de la ideología nacionalsocialista en el seno de las Fuerzas Armadas. Esta dinámica resultó favorecida por tres procesos: la vinculación sentimental con la Wehrmacht (Fuerzas Armadas hitlerianas) de numerosos oficiales y soldados, el escaso prestigio de la oficialidad en el seno de la sociedad alemana y la desaparición del servicio militar obligatorio, que convirtió a los ejércitos en refugio de ultraderechistas.

No obstante, para que esta dinámica se convirtiese en un verdadero peligro fue necesario que se sumaran tres factores más:

El primero, representado por los cambios poliédricos producidos desde finales del siglo XX (globalización, Gran Recesión de 2008, inmigración masiva , auge de movimientos identitarios y de género, etc.).

El renacimiento de la extrema derecha civil

Estas transformaciones, sumadas a algunas características latentes en ciertos sectores de la población alemana (nacionalismo, racismo, xenofobia o antisemitismo), provocaron el renacimiento de la extrema derecha civil, plasmado en organizaciones como Ciudadanos del Reich y sobre todo AfD. Este partido, el tercero del arco parlamentario, se caracterizó desde su fundación por la existencia de un sector de ideología nacionalsocialista en sus filas y por sus excelentes relaciones con policías y militares.

La importancia de este proceso radica en que la existencia de sectores civiles activamente contrarios al sistema democrático resulta una condición sine qua non para que los militares puedan desencadenar una operación golpista, ya que precisan de la “legitimación” de una facción de la población para poder intervenir en el proceso político.

Asesinatos y atracos

El segundo, la existencia de grupos violentos de ideología nacionalsocialista, cuya primera manifestación fueron los Nacional Socialistas clandestinos, responsables de 10 asesinatos y 14 atracos a bancos entre 2000 y 2007. Este factor tuvo suma importancia en la planificación de la operación Der Tag porque la misión de estas organizaciones era la eliminación de los enemigos políticos.

El tercero, la revolución digital, que no solo permitió extender el mensaje extremista a más sectores de la población, sino enlazar los diferentes grupos de esta ideología dispersos por el país.

Esta suma de dinámicas se conjugó para poner en marcha la primera conspiración Der Tag X en 2017. En esta conspiración, liderada por militares, participaban miembros de la policía de diferentes Estados federados, probablemente agentes del Servicio Militar de Contrainteligencia y civiles y paramilitares de ideología nacionalsocialista, incluyendo miembros de la AfD que estaban en contactos con líderes del ala nacionalsocialista de este partido como Björn Höcke, Markus Frohnmaier y Jan Nolte.

Los militares y policías implicados procedían mayoritariamente del Comando de Fuerzas Especiales (KSK) –la unidad militar con más miembros de extrema derecha a lo largo del siglo XXI– y de las Fuerzas Especiales de la Policía, que constituyen la élite de ambas instituciones.

Un atentado de falsa bandera

Esta operación se iniciaría tras un atentado de falsa bandera realizado por un teniente del Ejército, Franco A., que haciéndose pasar por un refugiado sirio asesinaría a un importante político alemán. Este crimen provocaría un fuerte impacto en la población alemana que sería aprovechado por los conjurados para iniciar una operación que tendría dos vectores: la destrucción del sistema democrático y, paralelamente, la puesta en marcha de la Endlösung (Solución Final), es decir, la eliminación de los “enemigos de Alemania”.

Aunque esta conspiración fue desarticulada, los investigadores de la Fiscalía Federal quedaron impresionados por la información –procedente en su mayoría de archivos policiales– que manejaban los conjurados sobre los políticos y líderes sociales de izquierda que debían ser “neutralizados” y por la implicación en la misma del funcionariado y la policía de Mecklemburgo-Pomerania Occidental.

Tras el desmantelamiento de la primera operación Der Tag X, la élite política alemana tomó la decisión de incrementar la vigilancia de las unidades militares, con objeto de evitar por todos los medios que una operación similar pudiera desencadenarse alguna vez. Como resultado de estas pesquisas, el 2 de julio de 2020 fue disuelta la 2ª Compañía del KSK por la mayoritaria presencia de extremistas en sus filas.

Otra medida que comenzó a discutirse desde 2021 fue la posible reintroducción del servicio militar obligatorio, con el objetivo de poner fin a la notable presencia de voluntarios ultraderechistas.

Pero la gran pregunta que debemos plantearnos es: ¿existe alguna posibilidad de que un golpe de Estado pueda triunfar en Alemania? La respuesta a esta pregunta es no, pero precisa matizarse. Las detenciones de diciembre de 2022 demuestran que el peligro de una sublevación extremista en Alemania sigue latente mientras existan militares, policías y civiles dispuestos a participar en una operación de estas características y, sobre todo, persistan los problemas que alimentan esta dinámica.

No obstante, sus posibilidades de éxito serían nulas, pues la inmensa mayoría de los militares y policías se opondría activamente a la misma. Sin embargo, sus consecuencias podrían ser gravísimas, no solo por las vidas que seguramente se perderían, sino sobre todo porque debilitaría enormemente el consenso social y polarizaría irreversiblemente a la población alemana, rompiendo a largo plazo la paz en el espacio público.

Roberto Muñoz Bolaños, Profesor de Ciencias Sociales, Universidad Camilo José Cela

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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