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Geopolítica

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Hamás y su lucha por un Estado palestino

Hamás es una organización concebida, principalmente, por el líder religioso (imán) Ahmed Yassin y fundada en 1987. Foto: Shutterstock

La crisis palestino-israelí es uno de los conflictos modernos no resueltos más largos y virulentos. Implica múltiples causas y engloba a distintos actores, uno de los cuales es Hamás.

Vamos a retratar los seis rasgos más distintivos de una organización que tiene unos fines concretos, una ideología relativamente clara y una apuesta metodológica para lograr sus fines identificable.

Hamás es una organización concebida, principalmente, por el líder religioso (imán) Ahmed Yassin y fundada en 1987 en plena escalada del conflicto palestino-israelí. Surge en contraposición a la Organización para Liberación de Palestina (OLP), hasta entonces la autoridad legítima de los palestinos inspirada en el socialismo y el nacionalismo y liderada por Yasser Arafat. Sus fundadores consideraban que la OLP no estaba logrando defender los intereses del pueblo palestino de forma apropiada y que estaba dejándose ganar terreno por la que consideraban la estrategia de ocupación del territorio palestino por parte de Israel.

1. ¿Cuál es su ideología?

La ideología de Hamás combina el nacionalismo y el islamismo político de los Hermanos Musulmanes de Egipto.

En términos religiosos, se puede afirmar que son salafistas, por lo que se adscriben a una interpretación rigorista del islam. Así, su itinerario político consiste en avanzar hacia un Estado palestino (nacionalismo) regido por la sharía, la ley islámica.

2. ¿Qué busca?

Lo que Hamás busca inequívocamente es el establecimiento de un Estado palestino. Lo que genera más dudas es el territorio sobre el que plantea la erección del Estado puesto que, inicialmente, abogaba por un Estado palestino que ocupara Cisjordania, Gaza y el espacio que hoy ocupa el Estado de Israel. De hecho, se opuso violentamente a los acuerdos de paz de Oslo de 1993 entre la Organización para la Liberación Nacional de Palestina y el Estado de Israel. A este respecto, inicialmente se negó a formar parte de la Autoridad Nacional Palestina que comenzó a reconocerse internacionalmente, aunque sin unanimidad, como la autoridad palestina legítima y el embrión del futuro Estado palestino.

3. La negación del Estado de Israel

Aunque en las declaraciones públicas de sus líderes hay cambios, la negación de la legitimidad del Estado de Israel ha sido un punto de fricción constante con Israel.

4. Sus métodos

Los métodos de Hamás para lograr sus fines políticos combinan la movilización social, la organización y negociación políticas y el ejercicio de la violencia. A este respecto, Hamás suele considerarse un grupo yihadista, en el sentido de que no renuncia al uso de la violencia como estrategia política para lograr sus objetivos.

Su modus operandi merece una aclaración adicional. Hamás no es un grupo yihadista al uso, como lo pueden ser Al-Qaeda o el Estado Islámico, que abogan casi exclusivamente por la lucha armada. Hamás, al igual que los Hermanos Musulmanes de Egipto, plantea la posibilidad del recurso a la violencia como estrategia que acompañe a la negociación política. Por ello, se puede presentar a elecciones y sentarse a negociar, así como planificar y efectuar acciones terroristas contra civiles y militares, como las que se lanzaron el fin de semana pasado.

5. Su clasificación como grupo terrorista

Tildar a Hamás simplemente de grupo terrorista es desafiante. Aunque la comunidad internacional, representada por los organismos internacionales, ha hecho esfuerzos por objetivar y elaborar una taxonomía rigurosa del terrorismo, todavía existe cierta ambigüedad en dicha clasificación.

La ONU, no obstante, así como la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Paraguay, la Organización de Estados Americanos o Egipto mantienen a Hamás en su lista de organizaciones terroristas; en cambio, otros países, que incluyen a Suiza, Noruega, Rusia, Brasil, Turquía y China, no. Al tener en cuenta lo mencionado en el punto anterior, esta anomalía en términos de reconocimiento se explica mejor.

Los Hermanos Musulmanes en Egipto, actualmente prohibidos, también han sido en diferentes momentos y ante distintos actores un movimiento político legal.

6. ¿Es un movimiento político?

Hamás se considera a sí mismo (y lo es también) un movimiento político. De hecho, cursó un recurso ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea para que este le sacase de la lista de grupos terroristas de la Unión, en la que entró en 2001.

En 2014, dicho Tribunal instó provisionalmente a la Unión Europea a retirar a Hamás de ella aunque, finalmente, en 2019 se decidió que debía mantenerse y, por tanto, seguir congelando sus fondos cuando fueran detectados.

En Palestina, Hamás también ha operado como partido político. El clímax de esta situación se produce en 2006, cuando se presenta a las elecciones en Palestina, en competición con el otro gran partido de índole más secular, Al-Fatah, y gana por mayoría absoluta. La comunidad internacional, no obstante, no reconoció los resultados electorales y se desató otra gran crisis interna que no se ha resuelto totalmente aún y que ha abocado a Al-Fatah a gobernar en Cisjordania y a Hamás, de facto, en Gaza.

Aunque en 2017 Hamás vuelve a aceptar que la Autoridad Nacional Palestina sea quien gobierne en Gaza, su influencia sobre esa región donde están hacinadas más de dos millones de personas sigue siendo determinante.

Esta fragmentación en el control en general del territorio palestino por parte de la Autoridad Nacional Palestina (el gobierno reconocido internacionalmente que representa a todos los palestinos), y el hecho de que Hamás controle Gaza de facto, es el argumento que esgrime Israel para justificar la política de mano dura, acuartelamiento y bloqueo de la zona.

De este modo, un conflicto que se prolonga desde hace décadas, en vez de atenuarse, sigue creciendo de forma intensa y preocupante, ahora en represalia por la última acción terrorista de Hamás.

Sergio García Magariño, Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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