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Top 3 de platillos emblemáticos de Día de Muertos y una receta para vestir la ofrenda
Sumérgete en las tradiciones culinarias del Día de Muertos descubriendo el mucbipollo yucateco, el zacahuil huasteco y la atapakua michoacana; tres platillos que honran a los difuntos y celebran nuestras raíces.
El Día de Muertos, resultado del sincretismo religioso y gastronómico, es una celebración que une lo prehispánico y lo colonial en un festín de sabores y tradiciones. Esta fecha es un recordatorio de cómo los ingredientes nativos de México y aquellos traídos por los colonizadores se entrelazan para crear platos cargados de simbolismo, que invitan a los espíritus de los difuntos a volver y compartir la mesa con sus seres queridos. Cada región del país ofrece preparaciones emblemáticas que son una oda a sus raíces y a la historia compartida por su gente.
El mucbipollo en el Hanal Pixán: los sabores de Yucatán
La festividad del Hanal Pixán en Yucatán destaca principalmente por el mucbipollo, un gran tamal que combina ingredientes de la cocina prehispánica y colonial. La masa de maíz, base de la alimentación mesoamericana, se mezcla con achiote, un condimento derivado de las semillas de un arbusto nativo que los mayas utilizaban para sazonar y dar color a sus platillos. El relleno de carnes de pollo y cerdo, introducidas por los españoles, refleja la fusión de culturas.
Las hojas de plátano, empleadas para envolver el tamal y protegerlo durante su cocción en el horno de tierra o pib, aportan un sabor ahumado que evoca antiguas técnicas culinarias. El mucbipollo se prepara especialmente para el Día de Muertos y se coloca en las ofrendas como un platillo favorito de los difuntos, simbolizando la conexión entre el mundo terrenal y el espiritual.
La elaboración del mucbipollo es un acto familiar que fortalece los lazos sociales y preserva la herencia cultural. Al compartir este platillo, se mantiene viva la tradición y se honra la memoria de los antepasados, permitiendo que las nuevas generaciones comprendan y aprecien la riqueza de su patrimonio gastronómico.
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El zacahuil del Xantolo: la celebración en la Huasteca
En la región de la Huasteca, el Xantolo es una fiesta que integra elementos indígenas y coloniales. El zacahuil, considerado el tamal más grande de Mesoamérica, utiliza maíz, un ingrediente sagrado en la cosmovisión indígena, junto con chiles secos como el guajillo y el ancho, ambos nativos de México y esenciales en la cocina desde tiempos prehispánicos. La carne de cerdo, traída por los españoles, se mezcla con estos ingredientes, creando un platillo que representa la abundancia y la unión de dos mundos.
Cocido lentamente en hornos de leña, el zacahuil es un ejemplo perfecto de cómo la cocina mexicana mantiene vivas sus raíces mientras incorpora influencias europeas. Durante el Día de Muertos, el zacahuil es todo un símbolo de identidad cultural y de continuidad entre generaciones. Su elaboración y consumo son actos que honran sí a los difuntos, pero también que fortalecen la cohesión social y mantienen vivas las tradiciones ancestrales.
Atapakua: la ofrenda de Michoacán
En Michoacán, la atapakua es un guiso espeso que simboliza la conexión con la tierra y los ancestros, algunos dicen que podría entrar en la categoría de mole, aunque algunas cocineras tradicionales dicen que no. Este platillo, hecho a base de chiles secos como el guajillo y el ancho, junto con masa de maíz, es un reflejo de la riqueza prehispánica de la región purépecha. La hierbabuena y el cilantro, hierbas aromáticas que llegaron a México durante la colonización, complementan el sabor y resaltan el sincretismo en la cocina.
El uso del elote tierno, un alimento esencial en la dieta prehispánica, y la manteca de cerdo, incorporada tras la llegada de los españoles, simbolizan la integración de ingredientes que conforman la identidad culinaria de México. La atapakua se prepara especialmente para el Día de Muertos, también al momento que alguien fallece y, se ofrece en los altares como muestra de respeto y amor hacia los difuntos.
La elaboración de la atapakua es un acto que une a la comunidad. Durante su preparación, cada miembro aporta su conocimiento y habilidad, lo que fortalece los lazos durante una de las celebraciones más emblemáticas del estado.
La gran Alicia Gironella nos heredó esta receta que, aunque difícil, es muestra de la grandeza gastronómica de Michoacán. Aprovéchala para vestir de gala tu altar.
Ingredientes:
- 3 chiles guajillos sin semillas ni venas, asados e hidratados.
- 4 chiles anchos sin semillas ni venas, asados e hidratados.
- 2 ramas de cilantro.
- 2 ramas de hierbabuena.
- 1 Ɩ de agua.
- 1 cucharada de manteca de cerdo.
- 50 g de masa de maíz nixtamalizada.
- 1 elote tierno desgranado.
- sal.
Productos frescos:
1 chile serrano asado, sin semillas ni venas.
½ cebolla asada.
2 dientes de ajo asados.
2 jitomates asados, sin piel ni semillas.
Procedimiento:
- Licue los chiles secos con los productos frescos, las hierbas aromáticas y 1 taza del líquido. Ponga sobre el fuego una cazuela con la grasa. Cuando esté caliente, añada el molido de chiles, baje la intensidad del calor y deje que se cueza durante 5 minutos.
- Diluya la masa de maíz en 1 taza del líquido para obtener la consistencia de un atole. Licue los granos de elote para obtener también la consistencia de un atole; cuele para retirar el bagazo.
- Mezcle ambos atoles, añádalos a la cazuela, vierta el resto del líquido y deje que la atápakua se cueza hasta que adquiera la consistencia de un molito ligero. Al final, añada sal al gusto.
Preparar atapakua para una familia de cuatro personas tiene un costo aproximado de 200 MXN.
Receta de Alicia Gironella tomada de Larousse Cocina