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Socavón de pensiones
El tema más importante de nuestra economía en el terreno estrictamente económico es la debilidad estructural de las finanzas públicas. En la propuesta del gobierno para la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del 2018, enviada al Congreso la semana pasada, no hay ninguna expectativa para que tal deficiencia se atienda, incluso para los años subsecuentes.
Las finanzas públicas pueden tener números mejores a los años previos, pero al siguiente gobierno se le mantiene una tendencia estructural que representa mucha presión.
El gobierno hizo una apuesta que en el 2012 parecía válida. Después de cuestionar el estancamiento de casi 18 años, esta administración se comprometió a mover a México con base en la aprobación de reformas y una política fiscal contracíclica basada en dos pinzas, una reforma fiscal que generara más recaudación y una inversión pública mucho más dinámica.
Los mayores endeudamientos y déficit fiscal que dicha propuesta generaba se resarcirían más o menos por estas fechas, cuando la economía ya estaría creciendo a tasas de 5 por ciento.
La apuesta falló, el estancamiento del sector industrial norteamericano y el derrumbe del precio del petróleo entre el 2014 y 2016 abrieron un
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o (quizás el primer socavón al que se enfrentó la administración) que hizo crecer aceleradamente al déficit público y al nivel de endeudamiento, algo que los mercados no pasaron por alto y ajustaron a través de una apuesta contundente en contra del peso que tuvo como consecuencia una devaluación acumulada muy grande.
En otros momentos he elogiado en este espacio la decisión que adoptó la administración para ajustar las deficiencias y buscar sostener el nivel de calificación de nuestra deuda.
Se hicieron ajustes y se usaron recursos de cuentas que antes no figuraban como los famosos remanentes del Banco de México. Hoy en día las calificadoras se han tranquilizado y la proyección de resultado de las finanzas públicas es favorable. Este año, de acuerdo a lo propuesto, cerraremos con un superávit primario de 0.4%del PIB, y el 2018 mantiene una inercia de orden en tal numeración.
El saldo de requerimientos financieros del sector público que incluye las obligaciones del gobierno en todos los frentes se reducirá este año y el próximo después de haber aumentado fuertemente a principios del sexenio.
Pero los mismos números que aporta el gobierno dan fe de la vulnerabilidad a futuro de las finanzas públicas. Entre el 2011 y el 2017 los ingresos por concepto de impuestos aumentaron de 8.9% del PIB a 13 por ciento. Dentro de esa cifra, la recaudación por Impuesto sobre la Renta pasó de 5.2 a 7% en el mismo lapso; por su parte, la recaudación por IVA sólo subió de 3.7 a 3.8%, mientras que la del Impuesto Especial a Productos y Servicios pasó de ser -0.5% del PIB a 1.8 por ciento. Se recaudó más impuesto pero con la misma estructura deficiente de antes, es decir, recargando el cobro sobre los mismos agentes.
En materia de gasto, el gasto de operación total disminuyó de 10.2% del PIB a 9.3 en este año. Sin embargo, el gasto de inversión disminuye a casi la mitad de 4.9%, a 2.9 programado para el año que viene, evidenciando claramente en dónde se concentraron los recortes al gasto. También vale la pena resaltar que en el sexenio el costo financiero del gobierno (pagos de intereses, comisiones y otros) pasó de ser 1.9% del PIB a 2.7% en el 2017.
Mención especial merece el rubro de gasto en pensiones y jubilaciones, que entre el 2011 y 2017 pasó de equivaler 2.7% del PIB a 3.4%, al 2017. De acuerdo con las mismas autoridades, este monto equivale más o menos a 20% del gasto programable y crece a una tasa de 7% en términos reales cada año. Para el 2023 estiman, bajo supuestos algo conservadores, que aumentará a 4.1% del PIB y para el 2028 seguramente llegará a equivaler a 5% del producto.
En resumen, el gobierno tiene una estructura de ingresos deficiente que, a menos que la economía crezca a tasas que
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nadie ve, podrá lograr mucho mejores ingresos. Por otro lado, hay un gasto cuyo componente de gasto financiero y de pago de pensiones es creciente, mientras que el de inversión va en sentido contrario. Esta no es una fórmula sostenible para lograr una mejor situación; o generan más ingresos, o modifican el patrón de gasto.
Claro que a esta administración ya no le toca enfrentar el problema. Pero las presiones ahí están y, de no atenderse, pueden hacer que el próximo gobierno se enfrente a un socavón más dañino que el que hay en algunas carreteras. Si yo fuera precandidato, no estaría contento con estos números.
* Rodolfo Campuzano Meza es Director de Estrategia y Gestión de Portafolios de INVEX. Cualquier pregunta o comentario puede ser enviado al correo: