Lectura 4:00 min
Ahora sí, se acabó una era
Es cosa de semanas para que se acabe la corta era de Pemex y CFE como “empresas productivas del Estado”. Lo dijo la presidenta electa ayer, dándolo más por un hecho que haciendo un anuncio. No hay razón para dudarlo. Morena y sus aliados han conseguido los números en la próxima legislatura para garantizarlo constitucionalmente.
De entrada, no suena tan disruptivo como la reforma judicial. Acá en energía es como si la Constitución sólo se estuviera poniendo al corriente con los tiempos políticos. Las empresas del Estado llevan un sexenio más preocupadas por hacer a un lado a la competencia que por ser productivas. Los reguladores, en principio autónomos o independientes, andaban en lo mismo. La retórica oficial no dejó de ser abiertamente anticompetitiva ni un año del sexenio. De no ser por los tribunales, las ganas de darle a la CFE el 54 por ciento de generación eléctrica hubieran podido más que cualquier artículo de la Constitución. Hay muchos otros ejemplos, en otros espacios, de permisos y regulación.
Pero las reformas energéticas de 2024 no son un mero ajuste administrativo. Muchos menos son una actualización. Marcan el fin de una breve era en la que México experimentó bajo la idea de que no todos los proyectos energéticos debían orbitar en torno a Pemex y CFE. Ni temerles.
El nuevo universo energético mexicano va a tener, casi como principio fundacional, darle a las empresas del estado más fuerza de gravedad. Más poder al poder, eso es. Llamarlas públicas tiene más que ver con volverlas autoridad que con exigirles transparencia o resultados concretos. De hecho, si todo sale de acuerdo con el plan, decirles públicas implica quitarles la obligación de buscar ser rentables y tener que cumplir con regulaciones que les impidan abusar de su tamaño o condición. Nunca más un director general de Pemex, o de CFE, sufrirá ese suplicio. Claro que la deuda sigue ahí. Pero Hacienda ya prometió ayudar.
Habiendo escapado tanto del entorno competitivo como de la crisis financiera de corto plazo, aún un reto por superar en el caso de Pemex, nuestras empresas públicas serán más libres para desarrollar proyectos a su antojo – rentables y no. Electricidad, litio, gas, gasolinas limpias, nuevas energías y parques eólicos costa afuera son apenas algunas categorías que antier sugirió el nuevo director general de Pemex. De todo, pues, mientras no traigan el estigma de esquema del pasado. Aquí hay mucha oportunidad para bancos y desarrolladores privados que busquen asociarse con el gobierno, directa e indirectamente.
Para los que sepan tocar la puerta buscando ser propositivos y constructivos todo parece estar sobre la mesa. En mi impresión, en el próximo sexenio las empresas públicas van a ser más amigables, con más confianza en ellas. Aun si se les pasa la mano de número de socios, o términos iniciales muy generosos, tendrán red de seguridad. Sabrán que no son iguales. Ni ante la ley ni, quizás, ante el poder judicial.
A estas alturas, no hay ninguna evidencia de que el gobierno vaya a estar enfocado en intervenir contra los privados que ya operan proyectos independientes en el sector. Eso podría cambiar si los equilibrios público-privados se vuelven preocupantes para el gobierno – operativa o narrativamente. O si el balance energético se sigue deteriorando. Pero eso hoy es lejano. Hoy parece que sigue habiendo algo de espacio hasta para nuevos proyectos independientes. La pregunta es quién lo querrá y podrá capitalizar en estas condiciones de riesgo y asimetría. ¿Cómo?
Mejor no entrar al terreno de la especulación. Lo que sigue es la coronación. A pesar de sus problemas, Pemex y CFE están a semanas de ser oficialmente las empresas más poderosas de México, con rango constitucional de autoridad. Ojalá además sean exitosas. La nueva era, casi por definición, es más relevante que la que termina.
@pzarater