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Opinión

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Anarquía del Brexit, fracaso de Reino Unido

“No tengo más ganas de hablar del Brexit”, comentó a eurodiputados el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (AquíEuropa, 3 de abril).

El reporte de AquíEuropa complementa la nota dibujando el ambiente totalmente generalizado: “Quienes también debían estar cansados eran buena parte de los eurodiputados, que no quisieron quedarse a la sesión: la mayor parte de los miembros del Parlamento no escucharon al presidente de la comisión, en un debate que afronta uno de los hitos principales de la historia del proyecto comunitario”.

“Son dos años el tiempo que ha durado el proceso de divorcio; al calor de las urnas del referéndum, 23 de junio del 2016, la separación de Reino Unido de la Unión Europea parecía sencillo y práctico.

“¿Para qué salirse del modelo político más exitoso del siglo XX? Quienes votaron a favor del Brexit, 51.9% seguramente lo hizo en representación global de “los adversarios de un orden mundial basado en reglas de las que sólo se ven beneficiados los populistas y nacionalistas. Los que quieren debilitar la UE, y no se engañen, también al Reino Unido” (Juncker).

Han sido dos años de desgaste de la política británica: una devaluación en la imagen de la primera ministra, Theresa May, en un primer momento, pero lo que hemos visto en la Cámara de los Comunes en las últimas dos semanas, refleja un estado de jibarización súbita. Jacqueline Foster, eurodiputada tory dentro del grupo de conservadores y reformistas, ha señalado como culpable del bloqueo del acuerdo en el Parlamento a Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista (opositor al de Theresa May). “Está siendo el problema y no la solución; nos desprecia y hará lo que pueda para conseguir el poder”, comentó Foster durante la ronda de intervenciones de los eurodiputados (AquíEuropa, 3 de abril). Para provocar la expresión de Juncker que menciono al inicio de esta columna, la eurodiputada le pidió a Juncker hacer “una pequeña modificación” en el texto de salida para “resolver” la situación a pesar de que la UE ha reafirmado en múltiples ocasiones que no lo hará porque ya no lo piensa tocar.

Para conocer el alcance de la anarquía que ha impuesto el Brexit en el cuerpo político europeo, Guy Verhofstadt, negociador jefe por parte de la Eurocámara del Brexit, respondió a Foster: “No siendo un entusiasta de Corbyn, no se puede decir que el problema es él”. De acuerdo con el reporte de AquíEuropa, no perdió tiempo Verhofstadt para recordarle a la eurodiputada conservadora que “el problema es la división de los tories”, es decir, de su propia formación.

Pero, para quienes no se hayan percatado de la asignación de culpas que delatan la anarquía en el Brexit, las palabras del alemán Hans-Olan Henkel, otro eurodiputado de los conservadores y reformistas, la revelan con claridad. Henkel cargó contra el presidente Juncker diciendo que la culpa es de él y no de David Cameron, el entonces primer ministro británico que promovió el Brexit como un proyecto personal, pues en su promesa vio la mejor estrategia para reelegirse en el cargo.

Aprendizaje

Durante dos años hemos visto a Theresa May encabezar el desastre que paradójicamente ha aliviado las tensiones de los 27 miembros de la UE. Ni la Italia más locuaz, ni la Polonia más nacionalista, se han contagiado del mal del Brexit: ni la Francia de los Chalecos Amarillos ni la Hungría sombría de Viktor Orbán se han excitado por las porras de los brexiteros.

Tal parece que la anarquía del Brexit ha exorcizado el ánimo antieuropeísta llevado al radicalismo del referéndum de salida, siempre incubado entre los populistas europeos. Buena noticia, aunque no hay que ser optimistas. Lo veremos en las elecciones europarlamentarias del próximo 26 de mayo.

Steve Bannon, alter ego de Donald Trump, ha desembarcado en Europa para organizar una rebelión populista en contra de la UE; Bannon vende la fórmula Trump como si fuera la clásica de Coca-Cola. Salvini-Trump, Orbán-Trump, Kurz-Trump, Akesson-Trump e inclusive, Mélenchon-Trump. Los populismos marginan a la clásica geometría política; los extremos se llegan a rozar tarde o temprano.

Dinamitar a la Unión Europea representaría un retroceso poco más de 60 años: el orgullo de los nacionalismos dejando en escombros a Europa. Banderas vivas frente a la muerte.

Desde México se valora a la soberanía como único elemento de resguardo identitario; la no injerencia como bendición meta constitucional.

Si en América Latina existiera la Unión Europea, Jared Kushner estaría en problemas: estaría obligado a entrar a Palacio Nacional.

Buenas noticias para Trump y Bannon.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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