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Ciencia y beneficencia
El llamado de la secretaría ejecutiva del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) a la comunidad científica del país para donar hasta tres meses de estímulo como apoyo al sistema público de salud en momentos de emergencia sanitaria por el Covid-19 ha suscitado reacciones coloridas en las redes sociales. A juzgar por lo que reportan algunos medios informativos, la comunidad científica ha reaccionado muy negativamente a esta petición. Sin olvidar que tales expresiones no representan a la comunidad científica en su totalidad, vale la pena preguntarse, ¿cuáles pueden ser las razones de tales reacciones negativas?
Es casi una vergüenza encontrar muy pocas razones, y sí muchas confusiones, en las reacciones de algunos científicos reportadas en los medios. Una línea de razonamiento que se puede discernir entre la paja de denuedos y descalificaciones es la falta de confianza: el llamamiento no produce confianza —se dice— pues nada menciona de la gestión transparente de los recursos recaudados.
Otra línea de razonamiento es el desacuerdo con la política económica del régimen: para estas personas, no estar de acuerdo, por ejemplo, con la construcción del Tren Maya y de una refinería es justificación suficiente para rechazar el llamamiento. Veamos qué tan sólidas son estas razones.
El tema de la confianza es siempre importante, más cuando se trata de dineros y de instituciones. El llamamiento viene de una institución en la que hemos confiado tácita y normativamente todos quienes pertenecemos a este sistema, así que la fuente de la desconfianza no puede ser la institución misma. Máxime cuando recibimos puntualmente los llamados estímulos. De manera que es inconsistente, o quizás particularmente selectivo, confiar para recibir, pero no para dar.
Quizás entonces la desconfianza proviene de la manera en que está redactada la carta. Se trata, en efecto, de un texto cuyo contenido es altamente inusual, escrito en un tono casi desesperado, por parte de una autoridad institucional. Funciona como un recordatorio, lastimero pero no por ello menos real, de que necesitamos las instituciones públicas, y también como un reconocimiento de la precariedad en la que se encuentra el sistema público de salud (a pesar del discurso oficial). Lamentablemente, se requiere una pandemia para darnos cuenta de que necesitamos al Estado.
Concluimos esto diciendo que, si bien el tono y el contenido de la carta no fueron los más afortunados, entendida sin sesgos previos la carta no genera de suyo desconfianza, sino una alarma considerable, una alarma consistente con los tiempos que vivimos colectivamente.
¿Qué hay de las otras razones, las que tienen que ver con desacuerdos con la política económica? ¿Acaso justifican las reacciones tan negativas ante el llamado a solidarizarse voluntariamente con el sistema público de salud? “Si la 4T necesita dinero, que cancele las inversiones públicas en Dos Bocas y el Tren Maya, pero que no ande de pedinche con nosotros” es el razonamiento de algunos científicos y científicas que el periódico Reforma ha contactado. Se trata de un razonamiento todo o nada, el tipo de argumento menos propicio para la evaluación y el examen detenido y frío. Pero en estas circunstancias no podemos darnos el lujo, como científicos y como personas, de no ser sutiles.
El argumento es: o bien aceptas todas las políticas de un régimen y entonces encuentras justificado un llamamiento institucional de emergencia como el expresado en la carta, o bien rechazas todas esas políticas, y entonces el llamamiento ya no es para ti (a pesar de tu vínculo institucional). Son este tipo de argumentos todo o nada los que predominan en las redes y es lamentable que los científicos y científicas tampoco puedan sustraerse a ellos. El argumento no se sostiene, pues simplemente no hay una vinculación lógica entre la creencia de que, por ejemplo, Dos Bocas y el Tren Maya son un fracaso, y el rechazo a solidarizarse con el sistema mexicano de salud pública actualmente existente. Es evidente que uno puede tener esas dos creencias y al mismo tiempo atender el llamado a la solidaridad: y también desoír el llamado a la solidaridad sin tener esas dos creencias.
En suma, las reacciones negativas no están justificadas en argumentos ni evidencias sólidas, por lo que revelan la disposición previa a rechazar cualquier llamamiento venido del actual régimen, cuantimás tratándose del bolsillo. El llamado, suponemos, no está dirigido a ellos y a ellas, sino a quienes la pandemia ha hecho evidente lo imprescindible que es el Estado para sostener un sistema de salud robusto, y son capaces de discernir, más allá de sus creencias y opiniones personales, la gravedad de la situación en la que nos encontramos. Se trata, además, de un llamamiento claramente voluntario y en la medida de las posibilidades de cada quien, lo cual debe subrayarse una y otra vez. No podría ser de otra manera, pues el deber de solidaridad, incluso la solidaridad con las instituciones del Estado, es siempre voluntario, y nadie más que la persona misma ha de decidir cuándo y cómo cumplirlo.
Mayte Muñoz es profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
Efraín Lazos es investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM