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Cómo recuperar la Categoría 1
El lenguaje diplomático tiene muchos matices que es menester comprender y traducir al lenguaje mediático. La reciente visita a Washington de los funcionarios mexicanos en cuyas manos y cabezas está el futuro de la aviación mexicana, es un ejemplo de que la relación bilateral con nuestros vecinos del Norte tiene aún mucho que enseñarnos sobre eso que alguien llamó “vecinos distantes”.
Mientras aquí se hablaba de un plan de acción que los auditores estadounidenses aceptaban, allá se mesuraba esta interpretación y se hablaba de “buena reunión”, con perspectivas positivas. Punto.
Para los funcionarios de la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA), el asunto de la degradación a la Categoría 2, a la que sometieron a la aviación mexicana, tiene nombre y apellido y no es de ninguna persona en particular: se llama improvisación y el muy conocido “aí se va” con que los mexicanos solemos resolver nuestros problemas.
Nadie duda del ingenio y la capacidad de improvisar de los técnicos mexicanos. Es, incluso, considerada una virtud en ciertos momentos y ámbitos. Pero la industria aérea no se rige por esos principios. En la aviación hablamos de Procesos, de Sistemas, de Programas, de KPI’s (Objetivos medibles) y de cumplimientos en tiempos y formas. Para eso existen los sistemas de seguridad de los Estados, de las estructuras de gobierno, de las empresas de aviación y hasta de los tripulantes en lo particular.
El problema de la improvisación en este terreno ya se ha hecho recurrente. La FAA viene y audita a la autoridad de aviación en México y encuentra siempre los mismos problemas. Y tras los mismos problemas (a veces agravados) las mismas excusas, las mismas promesas, los mismos incumplimientos. Y eso tiene un costo no ante la FAA, que es lo de menos. Tiene un costo en nuestra industria de transporte aéreo que cada tanto tiene que volver a empezar, tiene que reinventarse porque ya quebraron 3 o 4 aerolíneas, porque ya se volvieron elefantes blancos los aeropuertos en los que se gastaron millones de dólares, porque los bilaterales que firmamos con tanta parafernalia son aprovechados por nuestras contrapartes y sus aerolíneas, y no por nuestras empresas aéreas que tienen que hacer malabares para sobrevivir.
¿Cómo salir del círculo vicioso y entrar en el virtuoso? No es un secreto. En primer lugar, hay que partir del hecho de que lo que no se puede medir, no se puede mejorar. Es decir, es necesario ponerse objetivos concretos y plazos específicos. ¡Y cumplirlos! Eso implica compromisos de largo plazo y que las metas planteadas coincidan con lo que se estipula en las mejores prácticas a nivel mundial (es decir, los anexos de la Organización de Aviación Civil Internacional), administrados por personal que permanezca.
A partir de ahí se desprende lo demás: si no hay consenso, difícilmente se logrará que toda la industria camine al mismo ritmo, es decir, necesitamos una política pública que incluya las visiones, las necesidades y los compromisos de todos los agentes del sector.
Y ya, por último, que dejemos de ordeñar la vaca de la AFAC, la cual genera 2,000 millones de pesos que se le sustraen y sólo se le asigna la cuarta parte como presupuesto. Fácil no es, pero posible sí.