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Opinión

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Cómo se producen cambios autoritarios en entornos democráticos

La historia es una galería de cuadros en la que hay pocos originales y muchas copias”.

Alexis de Tocqueville, político e historiador francés.

A lo largo de la historia, particularmente en las últimas décadas, en varios países que –no exentos de dificultad y de conflicto– habían alcanzado el establecimiento de instituciones democráticas, posteriormente se fueron cediendo espacios ante proyectos políticos que utilizaron los propios mecanismos institucionales de la democracia, para cambiar los arreglos políticos y limitar su efectividad.

Limitando también la capacidad para generar equilibrios y contrapesos y, consecuentemente, llevando al establecimiento de gobiernos más o menos autoritarios, con cierto revestimiento de legitimidad democrática.

Su legitimidad provenía fundamentalmente de su primera fase de acceso al poder, típicamente derivada de procesos electorales. Posteriormente, desde el gobierno se promovieron cambios a los arreglos institucionales, para favorecer de facto la permanencia de su proyecto y limitar la participación de otros grupos y la posibilidad de amenazar su permanencia o continuidad.

La investigadora de la Universidad de Yale, Jennifer Gandhi, ha desarrollado una línea de investigación tratando de enfocarse en cómo movimientos o gobiernos de esencia autócrata, utilizan instituciones o simulan instituciones que presentan una visión limitada de ejercicio democrático, para crear condiciones que favorezcan su permanencia.

Un ejemplo se da con las propuestas de modificación a la representación parlamentaria. En muchos países con gobiernos abiertos o de facto autoritarios, como México; ante la dominancia de un solo partido en el pasado y ante las presiones por la búsqueda de liberalización democrática de grupos de la sociedad, se establecieron reformas políticas para que, pese al avasallamiento del partido dominante en los procesos electorales existentes, se abrieran espacios de participación para dar cauce a la representación legítima de grupos que habían sido dejados fuera de la representación.

En México, esa reforma implicó la creación de mecanismos representación proporcional, que permitieron la incorporación de fuerzas diferentes a las del partido hegemónico y, gradualmente favorecieron el fortalecimiento de alternativas de participación y posterior acceso de la oposición.

En muchas partes del mundo, ocurrieron ejercicios similares con variaciones, pero siempre buscando incorporar o dar presencia a grupos de oposición, reconociendo que un principio central de la democracia es la incorporación de más grupos a la deliberación de los asuntos públicos.

Posteriormente, sin embargo, se han dado fenómenos como los ocurridos en su momento en Rusia o en algunas sociedades de Europa central y América Latina, en las que una vez que una fuerza logró instaurarse como grupo mayoritario en el poder, buscó cerrar los espacios de participación a otras fuerzas opositoras, incluso a las que en el pasado habían gobernado.

Usualmente los argumentos que se usaron para ello corren en dos caminos: el primero es que esos mecanismos sólo sirvieron para eliminar regímenes autoritarios del pasado y que no son necesarios en la actualidad. El segundo, se refiere a los costos o complejidad de operar sistemas electorales de esta naturaleza, que tienen procesos de participación más amplios.

Pero el resultado de desaparecer esos modelos es siempre que se vuelve a condiciones que privilegian las decisiones de partido o movimiento único y limitan el acceso de otros grupos a los espacios públicos.

Este tipo de procesos típicamente se acompaña de acciones para eliminar otros mecanismos de contrapeso político, bajo el principio de que fueron necesarios bajo regímenes autoritarios del pasado, pero que la nueva representación institucional no los requiere.

La realidad, sin embargo, es que no existe ningún ejemplo en la historia moderna en el que este tipo de procesos (eliminar instituciones o estructuras que generen contrapesos o permitan la representación de grupos minoritarios), haya devenido en mayor democracia y participación, en mayor libertad, ni en mayor desarrollo económico integral para los países.

Ante la dominancia de un solo partido en el pasado y ante las presiones por la búsqueda de liberalización democrática de grupos de la sociedad, se establecieron reformas políticas para que, pese al avasallamiento del partido dominante en los procesos electorales existentes se abrieran espacios de participación para dar cauce a la representación legítima de grupos.

raul@martinezsolares.com.mx

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El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo.

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