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Opinión

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¿Cómo será el 2024? Casi todo pinta bien, pero tenemos Pemex y algo más...

“Ya entendí a los mexicanos”, me dijo un amigo francés, todo lo que dicen antes de “pero” no cuenta. Lo importante es lo que viene después de cuando dicen esa palabra, me explicó. Tenía razón mi amigo, aunque le aclaré que no siempre decimos “pero”, antes de entrar a los temas álgidos. Hay veces que usamos otras palabras, por ejemplo, “aunque” o sin embargo”.

En materia económica, casi todo pinta bien en el 2024.  Hacienda proyecta un crecimiento económico en el rango de 2.5-3.5% y la inflación se acercará al objetivo del banco central: 3.0 por ciento. El Banco de México trabaja con escenarios donde la inflación seguirá bajando, aunque el ritmo de descenso será menor al que se anticipaba a fines del 2023. Estamos en espera de que el Banxico empiece a bajar las tasas de interés.

Estamos cerrando las cuentas del 2023 y tenemos récord de exportaciones agroalimentarias, captación de divisas turísticas e inversión extranjera directa. Al tercer trimestre del año pasado, tuvimos el nivel de inversión más alto del sexenio, casi 24% del PIB. Fueron un poco más de 21% del PIB en inversión privada y un poco menos de 4% de inversión pública.

¿Dónde están los peros, aunques y sin embargos? Las finanzas públicas estuvieron muy ordenadas entre 2019 y 2023. Los ingresos públicos estuvieron más o menos equilibrados con respecto a los gastos. La deuda externa como proporción del PIB se mantuvo en torno al 50% del PIB. El déficit público no fue un tema de preocupación para los especialistas. Una prueba de ello es que las agencias calificadoras mantuvieron o mejoraron la calificación de la deuda soberana. Sin embargo, el 2024 nos enfrenta a un nuevo escenario. El déficit público será superior a 5% del PIB y será financiado con deuda pública. Todo esto en un contexto en que el incremento del gasto público está orientado a financiar el gasto corriente.

Las cosas no lucen fáciles, pero podemos confiar en que el equipo de Hacienda tiene la capacidad para resolver casi todos los retos. Los signos de interrogación están en el rescate de Pemex y son gigantescos. La situación financiera de la petrolera se ha deteriorado y sus condiciones de operación no han mejorado. En lo que va del sexenio se han destinado 1.5 billones de pesos de las arcas públicas para rescatarlo. Se han lanzado varios salvavidas a una entidad que tiene vocación de náufrago y que parece que no sabe flotar.

Los compromisos financieros de corto plazo de Pemex superan los 550,000 millones de pesos. En el presupuesto del 2024 se asignaron 145,000 millones de pesos adicionales para apoyarla y se redujo el Derecho de Utilidad Compartida a 30% (empezó el sexenio en 65%). La semana pasada, la calificadora Moody’s rebajó la calificación de la deuda de Pemex. El martes, la Secretaría de Hacienda anunció que condonaba los pagos del DUC de octubre a enero, por un total de 86,000 millones de pesos. Por el decreto de condonación, nos enteramos que Pemex no había pagado. Su situación es peor de lo que se diagnosticó en octubre del 2023. ¿Podrá el gobierno salvar a Pemex? O ¿El rescate de la mayor empresa de México pondrá en riesgo las finanzas públicas?

La situación es complicada, pero será menos difícil de manejarse en un contexto de crecimiento económico. Si el PIB se incrementa más de 2.5% en 2024, 2025 y más allá, podríamos tener recursos para apagar los focos rojos de Pemex. Nada garantiza que eso ocurrirá. Un factor que está fuera de nuestro control es el desempeño de Estados Unidos. ¿Seguirá creciendo a pesar de las altas tasas y los augurios de los expertos? En 2024, hablaremos del aterrizaje suave del Tío Sam como el escenario deseable. Mantendremos abrochados los cinturones de seguridad, en caso de que las cosas se compliquen.

El nearshoring es el santo al que estamos prendiendo las veladoras y parece que puede hacernos dos o tres milagritos.  En la medida en que el conflicto entre Estados Unidos y China se mantenga, seguirá el apetito por relocalizar inversiones que ahora están en China. México es gran candidato. Todo depende de que hagamos la tarea en el desarrollo de infraestructura, garanticemos abasto eléctrico y resolvamos favorablemente asuntos complejos como agua, inseguridad y capital humano. En este aspecto, ¿se han dado cuenta de que ha crecido la conflictividad laboral: tenemos la huelga en Audi y en el Monte de Piedad?

¿Debemos hablar de lo azul del cielo o de los nubarrones? Podemos intentar las dos cosas. Tener crecimiento económico superior al 2% e inflación abajo del 5% es algo que no estuvo a nuestro alcance entre 2019 y 2021. Ahora es parte de nuestra “nueva normalidad” positiva. Entre los nubarrones pongo en primer lugar la violencia y la presencia creciente del crimen organizado. La economía ha demostrado resiliencia a pesar de aberraciones como las extorsiones, el cobro de derecho de piso y las altas cifras de criminalidad. ¿Podemos  seguir avanzando en lo económico sin resolver la crisis de la inseguridad? Espero sus respuestas. Estaré atento a lo que me digan, después de “pero”.

lmgonzalez@eleconomista.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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