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Opinión

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Depredadores de nuestra mayor riqueza

La Cepal informó hace unos días que México es el segundo país que más depreda sus bosques en Latinoamérica. Eso, además de triste, es costoso.

A menos de un mes de recibir a las delegaciones ambientales de todo el mundo para celebrar la cumbre del cambio climático en Cancún, México aparece como uno de los grandes depredadores de bosques del planeta y el segundo más voraz de la región. Si bien es cierto que el ritmo al que depredamos bosques y selvas ha caído en el último lustro a una tasa mayor a 5% anual y que hemos incrementado nuestras áreas naturales protegidas, seguimos talando nuestros bosques más rápido que los demás. La pobreza no es excusa. Países en peores condiciones han reducido sus tasas de deforestación mucho más rápido y de forma más efectiva como lo muestran Brasil, El Salvador y Colombia, entre otros.

Tampoco resulta fácil culpar al gobierno, pese a que la falta de seguridad jurídica en la tenencia de la tierra y de seguridad física (invasiones, amenazas de talamontes y del narco) fueron la principal causa del fracaso del desarrollo de plantaciones sustentables por parte de la industria papelera en México.

Por ello, urge replantear las estrategias públicas y privadas para evitar la deforestación. El primer paso, consideró, es dejar claro que preservar y crecer nuestras selvas y bosques genera mucha más riqueza que la que podemos extraer de cortarlas para sembrar maíz, engordar ganado, vender madera e incluso sembrar marihuana.

Según el Imco, las tasas internas de retorno para plantaciones forestales en México están arriba de 20%, sin contar las causas positivas de conservar los bosques y selvas. Es decir, conservar las áreas verdes puede ser un buen negocio sin ningún pago adicional por los múltiples beneficios sociales. Pero estas tasas de retorno puede que sean menores a las de algunos usos alternos, por lo que el verdadero valor de los bosques y selvas está en las externalidades positivas que generan. Así, en el 2011 se pretende que los mercados de carbono ya puedan pagar a los dueños de los bosques por cada tonelada de carbono que su bosque absorba. Esto es un gran comienzo para actuar a la brevedad.

Aún más importante es encontrar la forma para que todos nosotros, usuarios del agua, paguemos algo a quienes protegen los bosques y selvas (nuestro principal motor de agua). De la misma forma todo usuario de medicina deberá pagar por preservar los bosques y selvas donde se encuentra más de 80% de nuestra biodiversidad. Ésta es la única forma de valorar uno de los principales activos de México, nuestros bosques y selvas.

rgallegos@eleconomista.com.mx

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