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Opinión

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Después de Pegasus

Ahora que recuerdo, Pegasus no es uno de los monstruos nocivos de la mitología griega. Es de los buenos. Esperen a que lleguen los grifos, basiliscos, arpías, hipocampus y otras bellezas de dos rostros, con colas de serpiente, garras y venenos letales a nuestra vida digital. Ya están en la puerta. Pegasus qué. Ese es un sistema de espionaje que puede ser detectado, igual que los más de mil 600 millones de sitios que el año pasado se bloquearon porque se usaban para asomarse a nuestra intimidad. 

¿Mil seiscientos millones? ¡Mil seiscientos millones! Y contando. No leyó mal. Nada más para esa práctica que a veces termina en mercadotecnia dirigida y a veces en despojo completo de patrimonios, la cifra es astronómica, y sólo se trata de la registrada por Microsoft. 

A eso hay que sumarle los delitos cibernéticos. La vigilancia gubernamental. El espionaje no gubernamental. La pornografía infantil. Los sitios del Internet oscuro. La venta de datos personales. Los ataques a instituciones bancarias y organizaciones gubernamentales. La injerencia externa en procesos políticos internos, el cyberbullying, los hackeos a Pemex y al cibercafé de don Pepe en Azcapotzalco. Le puedo seguir.

Pegasus es apenas el caballo alado que alerta una vez más sobre nuestra fragilidad digital. Es un caballito de Troya, no la destrucción troyana, y la metáfora no es gratuita: el mundo está a merced de una pandemia de monstruos mitológicos griegos que incluyen dragones de inteligencia artificial y parálisis de dimensiones troyanas.

El mundo lo sabe y está alerta. El gobierno de Estados Unidos destina a ciberseguridad más de 19 mil millones de dólares anuales. La Unión Europea está construyendo estrategias globales para proteger tanto a las instituciones como a los ciudadanos y hay un convenio firmado por prácticamente todos los países democráticos desde el 2001. Por cierto, México no ha firmado ese tratado, conocido como Convenio de Cibercrimen o Convenio de Budapest. 

En México vamos tarde y mal. Apenas en 2017 se empezó a dibujar la estrategia de ciberseguridad nacional; no avanzó gran cosa y se detuvo con el cambio de administración. Ni se ha creado una agencia ni se han impulsado herramientas de pedagogía social (no, la semana de ciberseguridad que hubo este año y a la que no fue el secretario de seguridad, no cuenta). Bueno, hay una Dirección Nacional Científica heredada de la Policía Federal, donde había un micro equipo de agentes especializados en seguridad cibernética, pero toda el área tiene un estatus incierto en la Guardia Nacional. Olvídense de la estrategia. Los agentes no saben si tendrán sus plazas el próximo año.

En 2019 se colaron unos listos a más de 180 mil archivos sensibles de Pemex; ese mismo año, según Banxico, hubo 16 hackeos a instituciones bancarias. Pero no hablemos sólo de ciberdelincuentes. Esta semana vimos lo frágil que es el aeropuerto internacional de la Ciudad de México si sus sistemas sacan algunas chispas y también hemos visto lo fácil que es secuestrar en el mundo real a una persona con la tecnología de la información. 

Lo que todavía no hemos visto es a los agentes utilizando, como Lisbeth Salander, los URLs de los delincuentes de a pie, la geolocalización de las víctimas, la decodificación de movimientos en puertos y fronteras para encontrar patrones de previsibilidad… 

¿Está preocupado el presidente porque lo espiaron cuando era opositor? Tiene razón el Presidente, y ojalá sea empático con todos los periodistas y políticos que vieron su intimidad desnudada. Pero ese es apenas el comienzo. Nuestro país no se ha tomado en serio la ciberseguridad y no parece que esta administración tenga intenciones de ver al futuro, ocupada como está con los asuntos del pasado. El futuro será pasado muy pronto y tendremos monstruos horrorosos de verdad. Pegasus qué.

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